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Tribuna libre / OPINIÓN

PSOE y Sumar también son de derechas

Foto: MATEO LANZUELA/EP
11/12/2024 - 

La distinción entre izquierda y derecha nació durante la Revolución Francesa. En la Asamblea Nacional de 1789, los diputados que apoyaban la monarquía se sentaban a la derecha, mientras que los que apoyaban la revolución y la república lo hacían a la izquierda. Esa división física se convirtió en la forma de identificar a la derecha, asociada a la conservación del orden establecido y la tradición, y la izquierda, asociada al cambio social. Con posterioridad, esa distinción mezcló churras con merinas. En cuanto al papel del Estado en la economía, las izquierdas son intervencionistas; en cuanto a las libertades individuales, lo fueron las derechas.

Los aristócratas querían preservar la monarquía para proteger sus derechos adquiridos. Así, lo que debería distinguir a conservadores de progresistas habría de ser el afán de preservar el statu quo o el de ser disruptivo. Me pregunto cuán innovadoras son las políticas de gobierno y autonomías, y cuándo se plantean eliminar los privilegios de algunos ciudadanos que son agravios con respecto de otros.

Cualquier trabajador de una empresa privada puede perder su empleo por bajo rendimiento propio o por dificultades de la empresa. En cambio, un profesor, por el hecho de haber aprobado una oposición, puede arruinar durante años la vida académica y emocional de cientos de alumnos sin poder ser despedido; y si eres directivo de RTVE, y aunque ésta tenga un déficit de 244 millones, no tienes que temer por tu puesto. Valencia lleva años de infrafinanciación. Mientras, vascos y navarros gozan de autonomía fiscal por mor de unos fueros de origen medieval. Hay quienes esperan años para conseguir ayuda para un familiar dependiente. Otros, aunque ganen un buen sueldo, cobran de por vida pensiones de viudedad que se crearon cuando la mujer no trabajaba (si tienen la precaución de no casarse con su nueva pareja). No hay partido político que se atreva a ponerle algunos cascabeles al gato.

En cuanto a la organización del Estado, ¿cuál es la probabilidad de que lo que fuera óptimo cuando construimos el ensamblaje constitucional lo sea 46, 66 ó 86 años después? El Senado es un inútil y caro cementerio de elefantes político y hay aspectos de la organización autonómica que son un disparate. Tampoco se ha preservado la división de poderes efectiva y no se han puesto determinados límites al ejecutivo -como la contratación infinita de asesores o la creación de chiringuitos para colocar militantes,...

Una empresa privada se cuestiona cada día si su estructura de costes está optimizada, si cada euro está bien empleado, si sirve bien a sus clientes, si está eligiendo a los mejores para dirigirla, si da pasos para garantizar un futuro mejor, si crece de forma sostenible y todo lo posible. Poco rastro de esto observo en nuestros gobiernos.

Preguntas equivalentes para éstos serían: ¿asignamos los recursos públicos de forma eficiente?, ¿quién prestaría mejor este servicio?, ¿cómo controlamos la productividad de los empleados públicos?, ¿es este gasto prescindible?, ¿qué es lo mejor a largo plazo para el país?, ¿son mis directores generales lo más capacitados?

Cinco años llevan en el poder, junto el Psoe, los que venían a cambiar la política desde Podemos/Sumar. Ni a unos ni a otros les hemos escuchado preocuparse por sacar el máximo partido al gasto público. Parecen tener una única fórmula para transformar la sociedad: más impuestos (más recursos lo llaman) y más regulación. Una forma muy tradicional, poco disruptiva e ineficaz de organizar el Estado. Las derechas, menos Thatcher, hacen lo de siempre: conservar lo que existe (aunque esto venga de una reforma de la izquierda). No es consuelo que en todo el mundo se padezca la misma pandemia, gobiernos cada vez más grandes y más inútiles (que pregunten en Paiporta). En el primer mundo, el tamaño del Estado era del 30% en los años 60; ahora supera el 40% y creciendo. En España el gasto público ha pasado en ese período del 24% al 46% del PIB. Nuestros presupuestos gubernamentales, en términos reales, se han multiplicado por 8 en 50 años. ¿Quieren aún más recursos?

Si la solución de las izquierdas fuera eficaz, nuestros jóvenes serían máquinas en ciencias, los plazos de la justicia serían de meses, las listas de espera de semanas, y los trenes siempre llegarían puntuales. La realidad es que hay cosas que no dejan de empeorar. Otras no mejoran. 13 millones de españoles tienen seguro médico privado y hay 278.000 estudiantes matriculados en universidades privadas, la mayoría porque no hay plazas públicas suficientes. Los más pobres no tienen el comodín de la cartera.

Los que creemos que el Estado no solo ha de ayudar a los más débiles, sino también contribuir a que los más humildes tengan las mismas oportunidades que los privilegiados, hemos de ser los primeros interesados en cuestionar si los gobiernos están haciendo bien su trabajo y sacando el máximo partido a los impuestos.No conozco a nadie que se niegue a ayudar a los compatriotas más necesitados (para prueba, la riada), pero crece el número de los molestos con los aprovechados. El que aprecia lo público debería escuchar con atención al que señala sus fallos. La corrupción, la ineficacia administrativa y el alto coste de la burocracia contribuyeron a la caída del Imperio Romano, ¿por qué el estado de bienestar habría de ser más sólido que aquel?

Tanto o más que sobre el tamaño del Estado, el debate debe ser sobre gobierno eficaz versus incapaz. En Escandinavia, sus dirigentes y ciudadanos velan por exprimir cada céntimo público. Los primeros no roban ni malgastan, los segundos no hacen trampas. Pero los impuestos no sirven igual en unos lugares que en otros. En España a los políticos les importa poco optimizar los recursos. Aquí, muchos conciudadanos se aprovechan del sistema: unos cobran desempleo mientras hay trabajos vacantes; otros toman bajas ficticias; algunos envían medicinas gratis a sus familiares lejanos. No engañan a sus gobiernos, sino a los paganos de sus vecinos. Me temo que en estas circunstancias lo mejor para todos es que el Estado intervenga menos en nuestras vidas y bolsillos.

Los jóvenes de su país han aupado a un Milei que vociferaba su desprecio absoluto por el Estado. Décadas de corrupción e ineficacia llevaron su rico país a la miseria, destrozando la concepción de que los gobiernos pueden contribuir al progreso. En EEUU han nombrado a Musk para que “desmantele la burocracia gubernamental, reduzca el exceso de regulaciones y los gastos innecesarios, y reestructure las agencias federales”. La izquierda nació asociada al cambio, la libertad y la lucha contra los privilegios, ahora los nuevos rockeros revolucionarios son los que descalifican a los “zurdos”. Si  PP y PSOE no revisan la eficacia de cada línea de gasto gubernamental, luego que no se lamenten de que quienes vengan a hacerlo sean los que traen una agenda social reaccionaria. O los que quieren derribar el estado del bienestar.

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