VALÈNCIA. Al buscar el nombre de Alicia Martín Santos en internet es más probable que aparezca antes en una página de empleo que ligada a una editorial. Esto se debe a que dibujar para ella es más bien un “hobby”, que ahora se ha traducido en una publicación real. De la mano de la editorial Aristas Martínez publica su primera novela gráfica: Hecha a sí misma, un relato en el que se ríe del trabajo dentro de las grandes multinacionales mientras mantiene su puesto “serio y normal” como asesora jurídica a la vez que dibuja el tebeo. La gracia de Hecha a sí misma reside justo en eso, en la capacidad de autocrítica de una autora que en su momento formó parte del mismo universo que se critica entre las páginas, que reza porque nunca lleguen a manos de algunos de sus anteriores jefes.
Entre tonos azulados corporativos, personajes y escenarios que se repiten como un calco está Cuca Baumez, una prometedora consultora que busca ascender hasta la “séptima planta” de su trabajo para demostrar que las mujeres también pueden nadar entre tiburones y que no le temen al éxito, aunque eso les cueste en según que casos la propia salud mental. El desencanto con el ascenso le vino a Alicia cuando comenzó a trabajar, momento en el que confiesa que flipaba sobre como nada se parecía a lo que se había imaginado sobre la experiencia laboral.
“Empecé a tomar notas de lo que sucedía a mi alrededor, y de las sorpresas que me llevaba. De eso hace ya diez años y ahora ha nacido esto”, comenta orgullosa. Entre las páginas de este anecdotario Alicia va contando tocando todos los palos del universo laboral: machismo dentro de una empresa, terminología en inglés cuando no toca, obsesión por la hiperproductividad y largas noches de insomnio para alcanzar el sueño laboral máximo de ascender.
Para poder seguir a la orden del día el personaje de Cuca lee Los cinco secretos de la gente que es alguien, un libro de autoayuda vendido a porrillo de la famosa gurú Stella Hatto, quien en el cómic se le aparece para ir arrojándole consejos. “Yo cuando estaba en el trabajo a veces leía libros motivacionales”, confiesa la autora, “los leía y pensaba que tenían parte de razón, no solo dicen tonterías, pero como una persona normal no puedes aplicar todo eso a tu vida. Son consejos vagos, genéricos y a veces contradictorios, pensaba que si alguna vez pudiera seguir una serie de normas ya escritas sin pensar seguramente que me iría súper bien”. De esta manera la aparición de Stella a lo largo del relato -quien solo arroja frases motivacionales robadas de internet y vagos consejos- se aplica en la vida de Cuca para intentar que ascienda en un mundo liderado por hombres que no la valoran.
En ese mundo la autora dibuja a personajes que habitarían una gran consultoría, sin importar cuál: “Ese mundo es muy competitivo, no son empresas normales. Yo tuve un compañero que presumía de que dormía solo seis horas al día, y para él eso era una ventaja competitiva”, explica sobre el universo de los bufetes. En esos trabajos (ojo, no en el actual) su arma era reírse ante las situaciones absurdas, empleando el “humor como el arma más efectiva y huyendo así de los ratos desagradables”.
De esta forma dibuja algo que le hubiera gustado leer cuando empezó su vida laboral, desde la perspectiva autocrítica y relatando experiencias que de otra manera no hubieran salido del despacho: “Creo que algo positivo que tiene este cómic es que como tengo un trabajo ajeno al mundo artístico y creativo puedo contar las experiencias de oficina que de normal no se ven tan reflejadas. Suelen ser historias que se cuentan a través de una cotidianidad, pero que nunca se sitúan como tema central de nada”.
Con el trabajo como tema central la autora imagina qué hubiera pasado en sus anteriores experiencias laborales si hubiera sido capaz de seguir un libro de autoayuda a rajatabla… ¿Le habría llegado el ascenso? Como nunca llevó a cabo ese suicidio profesional pone a Cuca a prueba dentro de ese universo laboral masificado. Cuca es humana y no basta con ponerle a Stella Hatto como pepito grillo, se necesita algo más. El punto álgido de la historia llega cuando Alicia dibuja a una especie de Cuca malvada: un robot que llega de China para desempeñar su trabajo y mejorarle la vida. Una vez llega este robot Cuca "la buena" le introduce a "la mala" todo el libro de Stella en la memoria, y le añade la Biblia ya que estamos: “Lo de la inclusión de la Biblia es en efecto cómico, evidentemente, pero es divertido añadir ese rollo de Biblia protestante que se parece mucho a los libros de autoayuda con sus frases motivacionales”.
Este robot, la Cuca malvada, se nutre de una Inteligencia Artificial, la Biblia anglosajona y el libro de consejos de Stella Hatto para hacer ascender a la otra Cuca, engañando a todos los trabajadores que la rodean, que viven en un universo en el que todo es tan igual que ni se perciben los grandes cambios: “Cuando dibujo uso mucho el copia-pega porque en este mundo corporativo todo está repetido, nada es único ni original. Los muebles son los mismos, las plantas, la forma de hacer las cosas, los ordenadores… ¡Es todo igual!”, comenta la autora entre risas, quien además dibuja a los personajes a todos con el mismo tamaño y cabezas pequeñitas: “Es como si los mirásemos desde arriba, quería incluir esa parte de sátira a través del dibujo. Al final es el lector mismo el que los está observando”.
En base a este dibujo nadie distingue a la Cuca buena de la Cuca mala, siendo la segunda la que logra finalmente ascender en el trabajo, echarse novio y a la vez acudir a las quedadas con sus amigas del colegio. Sin embargo, una vez conseguido lo de llegar a la “séptima planta” el robot aún no consigue romper del todo, el techo de cristal. Finalmente Cuca la buena descubre que todo lo que ha hecho el robot es sólo bueno para los que dirigen la empresa, que buscan más un autómata que una persona con sentimientos, y descubre también que con el ascenso solo mata la única parte viva que queda de ella.
Alicia reflexiona en que la moraleja de la historia es la siguiente: Cuca realmente quiere “ser normal”, lograr la felicidad en los pequeños detalles. Estos son los que la separan de un mundo automatizado en el que los hombres híper productivos e insomnes se pelean por ser los mejores y tienen de referencia a “grandes referentes” como Elon Musk, quien dice en el libro: “Si tus sueños no te asustan es que son demasiado pequeños”, un mantra para aquellos con mentalidad de tiburón y tal vez aplicable también a la autora, quien se lanza de pleno al mundo editorial como novata y acierta con una historia "de miedo".