VALÈNCIA. Ximo Puig no está de retirada. Al menos por el momento. Lo ha dejado claro con los movimientos tras la derrota de las elecciones autonómicas del 28M y seguirá del mismo modo a medio plazo. El líder del PSPV diseña su estrategia de expresidente de la Generalitat hasta... nadie sabe. El calendario nacional puede serle favorable en la toma de decisiones según se mire. Y desde su entorno transmiten en este momento que jugará partido a partido y que deliberará sobre su futuro con la "serenidad" que le permiten ahora los tiempos de la reconstrucción del PSPV.
Otra cuestión es si la situación resulta positiva para los socialistas, que asumen que la renovación interna se encuentra totalmente a la espera de lo que ocurra en Madrid. En el mejor de los casos, quedaría paralizada al menos un año, si no es que se pospone a 2025. Hasta entonces, tendrán que ejercer su labor de oposición en la Comunitat Valenciana sin saber con qué liderazgo definitivo se enfrentarán a las siguientes elecciones autonómicas, las de 2027 –si el jefe del Consell y presidente del PPCV, Carlos Mazón, no decide adelantarlas–.
La lectura de lo ocurrido el pasado 28M dentro del PSPV es que, a diferencia de lo sucedido con la formación en otros territorios, en la Comunitat se vieron arrastrados por la ola popular pero lograron salvar los muebles con cuatro escaños más. Ese aumento en apoyos durante la etapa de Puig al frente consideran que era un aval suficiente como para que no diera un paso al lado un día después de las elecciones –pese a que era lo que muchos esperaban–.
El líder socialista tomó entonces su primera decisión inmediata: quedarse. Recogió su acta de diputado, fue el encargado de replicar a Mazón durante su investidura, obtuvo el puesto de senador territorial y ha activado el estatuto del expresidente con dos asesores y un conductor para tener estructura de actividad. Pero a partir de ahora le seguirán otros movimientos, todos ellos con el objetivo de permanecer en la primera línea política y de intentar mantener visibilidad. Puig espera alguna oportunidad. Y no se descarta la de ministro, aunque tampoco es que sea tan fácil cuando todo está en manos de Pedro Sánchez.
La idea pasa por separar la labor de oposición del partido de su estrategia. De lo primero se encargará el grupo parlamentario, capitaneado por Rebeca Torró y en el que también se encuentra Arcadi España. Serán, fundamentalmente, los encargados de fiscalizar la gestión del Consell con crítica sin cuartel. Quieren ejercer una oposición dura, por lo que no parece, a priori, muy fácil que en esta legislatura lleguen a demasiados acuerdos con el PP en asuntos en los que se requiera el apoyo de un grupo de fuera del Gobierno.
Puig, paralelamente, tiene la intención, de acuerdo con su entorno, de centrarse más en un plano propositivo. De ahí que, por ejemplo, vaya a lanzar a finales de septiembre un "Gobierno a la sombra" del de PP y Vox, con él mismo al frente y conformado por algunos de sus exconsellers –como Miguel Mínguez– e independientes que se reúna cada semana con el objetivo de ofrecer una alternativa a las políticas del actual Ejecutivo autonómico. Una manera de reivindicar por su cuenta la gestión de la anterior etapa y todo aquello que ha quedado pendiente de poner en marcha.
Pero sus planes no están sólo en la Comunitat. El exjefe del Consell mira a Madrid. Su puesto en el Senado quiere que sirva para entrar de lleno en el debate territorial con un papel: el de intermediador. No son pocos socialistas los que han valorado la función desempeñada por el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero especialmente durante la campaña de las elecciones generales. Sin querer equipararse en figura, el propósito de Puig pasa por alzarse en un referente similar a nivel territorial, con un discurso conciliador y de moderación.
Su sensibilidad federalista y el trato cuando era presidente de la Generalitat con sus homólogos catalanes Carles Puigdemont (Junts) y Pere Aragonés (ERC), a lo que se une la buena relación con dirigentes del PP como el andaluz Juanma Moreno, le dan credibilidad a esta función, destaca su entorno.
Para ello, Puig tiene previsto usar la estructura y el estatus de expresident. Es decir, su capacidad de alzarse como voz autorizada en los asuntos territoriales, pero también el uso de recursos que tiene a su disposición por esa condición (como aquellos destinados a poder dirigirse a las instituciones).
Este papel territorial –ya comprobado recientemente con la solicitud de la doble denominación "catalán/valenciano" en el Congreso después de que sólo figurara el catalán en el pacto PSOE-Junts– entronca con la posibilidad que viene sonando desde hace semanas de que se pudiera convertir en ministro dentro de un hipotético Gobierno de Sánchez. El entorno de Puig subraya que ni se está postulando ni centra su estrategia en ello, pero toda su estrategia evidencia que, desde luego, le gustaría desempeñar un rol en el Ejecutivo central.
Una opción que cobra fuerza después de que el líder del PSOE haya premiado a dos expresidentes autonómicos. De un lado, Francina Armengol es presidenta del Congreso. Un puesto que le convierte en la tercera autoridad del Estado. De otro, el expresidente de la Junta de Extremadura Guillermo Fernández Vara se ha convertido en vicepresidente del Senado. Una persona que, desde luego, no es de la cuerda de Sánchez pero a quien le ha regalado lo que se conoce en política como un retiro dorado.
Dirigentes socialistas sitúan a Puig en carteras como Política Territorial o Industria, aunque existe un asunto en el que también tiene previsto incidir en los próximos meses: Cultura. Aprovechando la coyuntura en la Comunitat con el departamento en manos de Vox, el expresidente de la Generalitat también se va a lanzar a realizar propuestas en este ámbito, destacan fuentes del PSPV. Al parecer, tampoco sería un ministerio en el que se sintiera incómodo.
Y en esta liga nacional, con un equilibrio entre las dos agendas –la valenciana con sus grandes temas como financiación o agua y la nacional con el debate territorial– se moverá Puig en los próximos meses mientras se desarrolla el escenario nacional y se resuelven las hipótesis.
Mientras tanto, lo que sí queda a la espera es la reconstrucción interna del PSPV. Y será, como mínimo, por un año por multitud de factores. En el mejor de los casos, Sánchez conformaría Ejecutivo a finales de octubre. A partir de ese momento, y si es su voluntad, convocaría el congreso federal del PSOE para refrendar su liderazgo. Algo que no se da por supuesto en las filas socialistas. Aquí entran en juego otra serie de plazos que, en la situación más optimista, lo llevarían al primer trimestre de 2024.
Después vendrían los de las organizaciones autonómicas, por lo que en el PSPV se maneja, como pronto, el verano del próximo año, aunque parece probable que se celebre más adelante. El factor que lo puede condicionar todo son las elecciones europeas, fijadas para junio de 2024. La convocatoria de congresos en mitad de la campaña tal vez no sea la mejor idea en opinión de muchos, por lo que también se abriría la posibilidad de que todos los cónclaves tuvieran lugar tras los comicios europeos. Lo que llevaría el valenciano, seguramente, a 2025.
Lo que pase en él es todavía pronto para aventurarlo, aunque Puig ya ha movida ficha en su línea sucesoria con la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, al situarla como número dos del partido. Un paso al lado al frente del partido –aunque sea en diferido– en el escenario de que sea ministro es una opción que para fuentes del PSPV podría estar encima de la mesa. En todo caso, remarcan que de cara a 2027 el líder socialista abogaría, como en otras ocasiones, por la integración de corrientes –en referencia a las de Carlos Fernández Bielsa y Alejandro Soler, líderes provinciales de Valencia y Alicante– que, no obstante, han amasado un poder territorial que podría discutir con posibilidades de victoria el liderazgo 'ximista'.