El Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana ha declarado nulo el Plan de Acción Territorial de la Infraestructura Verde del Litoral (Pativel) que se aprobó en 2018. La costa valenciana está acusando erosiones y desequilibrios en los movimientos sedimentarios costeros de magnitudes muy importantes. Esto ha sido muy notable tras temporales extraordinarios, la Dana de septiembre de 2019 y el Gloria de enero de 2020. Las costas españolas se encuentran en una encrucijada difícil. Las actuaciones y la gestión de la costa habida hasta el momento se han demostrado insuficientes, ineficaces y, sobre todo, no sostenibles. Ello se agrava aún más si tenemos en cuenta los efectos del cambio climático, ya presentes en cambios de la frecuencia e intensidad de temporales, tanto marítimos como meteorológicos en general: precipitaciones extraordinarias, mayores frecuencias de estos fenómenos, etc., lo acreditan en los últimos años. ¿Tenemos que replantearnos hoy qué y cómo hacemos en nuestra costa?
Los efectos de la ocupación y el incremento del uso, la urbanización, la degradación y destrucción de espacios costeros, la construcción de infraestructuras portuarias y otras para el transporte terrestre y la regulación hidráulica, entre otros aspectos, han producido la alteración de la dinámica litoral con la consiguiente modificación de las formas costeras (playas, deltas, dunas, desembocaduras…), erosiones, acumulaciones por sedimentación, cambios de perfiles, etc. El cambio climático agrava los efectos en el medio costero-litoral en todo el mundo, especialmente en las zonas costeras bajas. El ascenso del nivel del mar, los cambios en los patrones climáticos produciendo la intensificación de la frecuencia de eventos extremos ocurridos en nuestro planeta componen una nueva situación.
La costa valenciana ha sufrido de manera intensiva grandes desequilibrios: basta con observar tramos como los entornos portuarios (Castellón, Borriana, Sagunt, Valencia, Gandía…), otros sobre los que se ha actuado para protegerlos con escolleras y otras soluciones de rigidización de la costa con espigones. Todo ello ha ido proporcionando respuestas sucesivas e inconexas a problemas de carácter local, sin acometerse -a pesar de la importancia ambiental, natural, social y económica reconocida de ese espacio costero-litoral-, de una parte, las inversiones suficientes y, de otra, planes proyectos e intervenciones con escala adecuada, integrados, participados y ambientalmente respetuosos. El resultado es hoy una costa degradada, fragmentada y precisada de una actuación coordinada, firme, valiente y con la sostenibilidad como principio de gestión e intervención.
La larga existencia de dichas alteraciones no justifica en modo alguno que no se acometan acciones de corrección ambiental para restituir los procesos naturales. Así se hace hoy día en otras muchas actuaciones humanas, una vez se evalúa su impacto ambiental. Aunque es comprensible que dichas acciones no se hayan acometido hasta ahora, hoy día es inexcusable atender la gestión con una perspectiva de sostenibilidad. En nuestro país se ha preferido y optado por actuar en este tipo de zonas erosionadas en el medio costero sin gestionar las acumulaciones producidas por los puertos. Pero esa manera de actuar no está generalizada en el mundo: existen ejemplos de sistemas de trasvase de esos materiales retenidos, de manera que se restituye el flujo natural. Numerosos planes, estudios y proyectos en nuestras costas proponen actuaciones que ni han considerado ni consideran las arenas retenidas por los puertos, dejando a un lado buena parte del origen del problema suscitado y razón de ser -siquiera parcial, aunque relevante-, de los problemas erosivos que se pretenden solucionar.
Esa manera de gestión no es sostenible, como se constata a lo largo del litoral. Tampoco lo es gestionar un medio tan importante como el costero-litoral sin hacer la necesaria toma de datos para poder conocer bien y profundizar adecuadamente en él. ¿Entenderíamos hoy que se adoptaran medidas contra la pandemia de covid sin hacer un seguimiento continuo, analizando los datos de lo que ocurre? ¿Se podría concebir la gestión del agua sin que se supiera en cada momento el estado de las precipitaciones de lluvia, el estado de los embalses y los ríos? ¿Se puede entender hoy la gestión de las carreteras sin los continuos análisis de seguridad vial, los datos de tráfico, del estado de esas infraestructuras y sus necesidades? ¿Se gestiona hoy el transporte y la movilidad sin hacer un seguimiento de los flujos y sin toma de datos de sus características?
Las tareas de recogida continua de información son básicas para una adecuada gestión y, además hoy día se cuenta con medios tecnológicos cada vez más potentes y accesibles para ello. En la costa, a la vez, se ha precisado atender y se atienden de manera continuada las necesidades que reiteradamente se producen con urgencia por causa de temporales extraordinarios (cada vez de manera más frecuente por los efectos del cambio climático) actuando con acciones locales, sin un sistema adecuado de monitorización del comportamiento de la costa y de dichas actuaciones. El debate sobre la sostenibilidad en las costas debe considerar la efectividad y adecuación de las inversiones que son necesarias, integrándolas en planes de conservación y gestión participada e integrada.
Se presenta ahora la necesidad de adoptar decisiones para revertir la situación de nuestras costas, aquejadas de amenazas, riesgos e incertidumbres. Las administraciones públicas implicadas deben decidir qué y cómo hacer. Los propios interesados se debaten entre admitir soluciones a corto plazo, locales y parciales, aun a sabiendas de que no son ni idóneas ni sostenibles, y quizás sabedores de que antes o después no servirán plenamente. Hay que considerar replanteamientos y nuevas estrategias con el principio de la sostenibilidad: buscando el equilibrio del desarrollo económico y de los usos de la zona costera por los seres humanos; de la protección, preservación y restauración de las zonas costeras; de la reducción de las pérdidas en términos de vidas humanas y de daños a las cosas; y del acceso y disfrute públicos de la costa. Para ello es esencial preservar, proteger y restaurar el medio físico, playas y todo tipo de formaciones costeras, corrigiendo los impactos y efectos negativos resultantes de la actividad humana con una gestión basada en la toma de decisiones con la información necesaria, con soluciones innovadoras (arrecifes y otras tipologías). No sirve no actuar, pero actuar indebidamente o de manera no sostenible, tiene un coste, aunque no sea a corto plazo. Se precisa preservar nuestra costa y para ello es necesario que la administración central del Estado invierta mucho más, a ella le corresponde principalmente.
Vicent Esteban Chapapría y José Serra Peris. Instituto de Transporte y Territorio. Universitat Politècnica de València