VALÈNCIA. Empieza una semana clave para la reivindicación del papel de la mujer en la sociedad con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Una semana muy intensa donde las formaciones políticas de izquierdas no van a tener ningún pudor en apropiarse de los manifiestos feministas para lanzarlos al adversario político como un arma arrojadiza en medio de la contienda electoral. Flaco favor hace a esta sociedad, y sobre todo a las mujeres, quienes utilizan el 8 de marzo como instrumento para el debate político, pancarta y el eslogan en mano, como seguramente harán las mujeres del tripartito municipal y del Botànic con fines electoralistas.
La realidad es que, en este país, y concretamente en nuestra ciudad, todavía tenemos cuestiones relacionadas con la igualdad por resolver. Solo un ejemplo: la brecha de desempleo entre hombres y mujeres ha aumentado en Valencia 4,8 puntos, mientras que a nivel nacional tan solo ha sido del 0,1%, según la Encuesta de Población Activa. Y esto no se soluciona con una pancarta o haciendo huelga. No me interpreten mal. Yo creo que es lícito manifestarse y exigir una igualdad real entre hombre y mujeres, pero hacerlo solo por tacticismo electoral y sin promover medidas reales desde la posición de un partido político que gobierna actualmente con la posibilidad de cambiar las cosas, me parece como mínimo cínico.
No me gusta el feminismo radical que enarbola Compromís, PSPV y Podemos de “parola”. No me siento identificada. Yo soy de la que practica el feminismo de “facto”. Con 26 años rompí un techo social y político en Torrent, quebrando el conocido como el “cinturón rojo” del área metropolitana. A los 31 años, ya era consellera de Educación y, después, portavoz del Gobierno. Y todo eso bajo tres parámetros claros: trabajo, esfuerzo y vocación. Así que lecciones de igualdad no voy a aceptar de nadie.
La desigualdad, la existencia de una brecha de género que desgraciadamente aumenta cada día más, las trabas a las que muchas familias se enfrentan por cuestiones de conciliación, etc., son temas que nos atañen a todas y a todos. Y sí, a todos, porque no olvidemos que los hombres también forman parte de la sociedad y (aunque la izquierda quiera excluirlos) también tienen mucho que decir respecto a este tema.
Pienso en la gente joven, en las niñas, en el futuro, y me preocupa mucho la desigualdad existente y las cosas que quedan por hacer. Y por ello me planteo si el debate debe estar centrado en la división entre mujeres feministas buenas y mujeres feministas malas, o en la búsqueda real de soluciones que resuelvan el problema. Obviamente, me quedo con la segunda opción. Para avanzar en la igualdad en la ciudad de Valencia debemos hacer un esfuerzo en el fomento de la conciliación laboral-familiar y el empleo (estableciendo la gratuidad universal de la escuela infantil de 0-3 años, así como la incorporación en la contratación pública de cláusulas para las empresas que concilien y ayudas a las pymes valencianas que creen su plan de conciliación) y en la reivindicación del papel de la mujer en la ciencia ( con becas para mujeres que elijan formación universitaria o de FP en áreas relacionadas con las STEM - Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).
Estas propuestas son realizables, no son palabrería y, sobre todo, pueden generar un nuevo contexto en el que las niñas puedan crecer personal y profesionalmente, y ambicionar a las lideresas que abrieron el camino.
Y así es como se lucha por la igualdad. Sin usar a la mujer como arma política, reduciendo la lucha a un eslogan o a una pancarta.
Me duele como mujer que no alcemos la mirada para construir una sociedad realmente igualitaria. Y me duele como mujer que me tachen de menos feminista que otras porque no caigo en su relato cortoplacista y electoralista.
A vosotros lectores, quiero deciros que debemos trabajar y avanzar, sin levantar trincheras ni arrinconar a nadie. Que no te engañen.