En época de revisión de toda la cultura anterior como la que vivimos, sería interesante comprobar el resultado del examen de la obra más célebre de Gilbert Shelton, Los Fabulosos Freak Brothers. Los tres hippies protagonistas estaban cargados de defectos y pecados incorregibles en múltiples campos, pero también deberían verse como unas viñetas que, mediante un humor sin pretensiones, una genuina payasada, lograron desnudar el ejercicio del poder posiblemente mejor que muchos ensayos sesudos
VALÈNCIA. Generalmente, los artículos relacionados con el fenómeno "arden las redes" no me pueden dar más pereza, pero confieso que en el último que he leído, a propósito de la polémica sobre una letra de Hombres G me ha hecho gracia. Se trata de una descripción del actual público rockero: "Quizá antaño se agitasen melenas en las primeras filas, pero hoy son las calvas las que refulgen bajo los focos. Y los antaño salvajes pogos se han sustituido por un suave cimbreo de triponcio sujetando la birra. Mientras canturrean las mismas simplezas de los últimos 40 años con gesto malote y elevan de vez en cuando una mano emocionada con el índice extendido para luego, al finalizar, y conscientes de su cercana extinción, vituperar como abueletes regañones a esas nuevas generaciones de chavales burros e ignorantes que los ignoran porque solo escuchan reguetón".
Es una caricatura de trazo grueso, pero me partía de risa al leerlo, básicamente porque me siento identificado con la primera parte. Yo también clareo, también tengo panza y también bebo cerveza en los conciertos, donde canturreo mierdas ridículas de hace cuarenta años levantando el dedo índice. En lo que no me veo reflejado es en la crítica a lo que escuchan los jóvenes. Personalmente, me parece bien que los demás, todos ellos, hagan lo que les dé la gana, grandes o pequeños. Es una máxima vital, pero lógicamente sí que conozco a gente enfadada por la existencia de músicas que no le gustan. Lo que sí que me parece es que no es nuevo. En mi cara se han reído tanto por escuchar heavy metal patético como power pop pasado de moda en diferentes épocas, aunque, curiosamente, siempre los mismos perfiles, peña a la última, muy de lo indie o alternativo, que ahora ha recogido cable y está menospreciando a los demás con prestancia por no molar con otros enfoques, desde la lucha de clases a los festivales audiovisuales pasando por ciencias sociales diversas.
Todo esto ha ocurrido la semana que La Cúpula ha lanzado el tercer tomo del integral de Los Fabulosos Freak Brothers de Gilbert Shelton. Estos personajes no nacieron de un propósito meditado y estudiado en los años 60, como se contó aquí cuando apareció esta reedición, todo fue fruto de la casualidad, la idea "se le apareció" a Shelton dibujando un flyer para el estreno de un cortometraje, The Texas Hippies March on the Capitol. Decía el autor de esta primera reseña que fue una película tan exitosa que no tiene ni ficha en imdb.
Con Shelton colaboraron dos guionistas, Dave Sheridan y Paul Mavrides, aunque al dibujante le bastaba con su propia biografía para aparecer en su obra. Se matriculó en la universidad con la única intención de no ser reclutado para la guerra de Vietnam, el gran trauma que sufrió esa generación y que la llevó a rechazar lo establecido, sobre todo los patrones culturales tradicionales que giran en torno al macho, hoy debidamente denominado el patriarcado. Algo que tampoco era nuevo exactamente.
Por otro lado, la pregunta de qué pasaría hoy con estos guiones tiene fácil respuesta. Acaba de salir una serie de animación sobre ellos, el problema es que tiene poco que ver con el espíritu original del cómic. De hecho, lo más habitual es leer reseñas no recomendándola a los que leyeran las viñetas en su día.
Para juzgar hay que ir al original. En este integral número tres, por ejemplo, hay una historieta que refleja perfectamente el espíritu. Es una en la que los viejos hippies protagonistas se encuentran con el advenimiento del punk. Les parece horrible, pero se quedan con que no hay que saber tocar para triunfar, lo cual lo encuentran accesible. Tanto es así, que no pierden ni un segundo en ponerse en materia. Si sale bien el plan, entonces les llegará "la fama", "el glamur", "el sexo" y "las drogas". Decíamos anteriormente que justo esas características era contra lo que se rebelaban los jóvenes que desarrollaron el hardcore estadounidense en los 80. Rechazaban la búsqueda de "ser admirado", ese era el más de lo mismo de toda la música popular por mucho que fuese mudando su piel con las modas.
En otros aspectos, como el tocante al feminismo, el humor sigue intacto, como muchos de los problemas de la mujer. Ante la posibilidad de que la novia de Phineas quiera abortar, arreglan un trasplante de feto a un útero artificial que portará él en su interior. Precisamente Phineas, en otra historieta histórica, válgame la redundancia, que sigue después, monta una secta y se convierte en su líder. El negocio triunfa y los poderes fácticos acuerdan convertirle en emperador. Cuando le van a coronar, llama la atención el mensaje que le dan los capos de la sociedad en la sombra: "Hoy eres más rico, pero mañana ¿quién sabe? ¡mis hombres controlan el valor de tu fortuna!" y "si te opones a mí, puedes esperar un balazo en la nuca". Esta descripción del poder y sus marionetas también sigue perfectamente actualizada. Seguro que Putin la tiene presente en su tinglado.
Cuando finalmente rechaza ser emperador, su discurso también me parece actual: "han intentado persuadirme para que apoye su gobierno de coalición Nueva Era, pero yo me niego. Los militares y los terroristas son la escoria de la humanidad y una plaga para la tierra. Alguien tiene que decirles que no. Solo hay una clase de persona más peligrosa que esos canallas autoritarios... y es el demagogo religioso que se aprovecha de la estupidez natural de la gente ordinaria y maja y de sus supersticiones con el fin de ganar un montón de pasta y satisfacer sus metas egoístas y las de una pandilla de fascistas ávidos de poder y terroristas supertecnificados que quieren imponer su tiranía totalitaria sobre el mundo y esclavizar a la gente, aunque sea por el propio beneficio del esclavo".
Aquí se me ocurren muchas analogías, pero por mi bien mejor será omitirlas. Lo que es curioso es la forma tan perfecta con la que se acoplan estos comics a las dinámicas de la sociedad actual, todo ello sin ningún ánimo de hacerlo. Porque Freak Brothers era una saga con un sentido del humor que tiraba más a lo naive que a lo corrosivo, aunque no estuviera exento de cargas de profundidad. Sus personajes eran como niños enfrentándose a los abusos del poder, que hoy siguen vigentes. Aquí a la jerarquía social no se la derribaba con críticas audaces, sino con un humor tontorrón que, a su manera, la desnudaba todavía más. Es lo que tiene un chiste basado en la travesura, que también puede dibujar un cuadro social a su manera igual de realista que sesudos ensayos. Los hippies si tenían algo en común, pese a su fracaso como movimiento -tampoco está claro cuál hubiera sido su éxito- era su denuncia de que el rey va desnudo. En su mayoría, transmitieron ese mensaje haciendo el ganso. Malo sería que se perdiera esa noble táctica de insurrección.