Qué tienen en común los jóvenes adultos de Sydney a Quito y por qué sus esperanzas pasan por nosotros
VALENCIA. Australia es uno de los países más multiculturales del mundo (el 26% de la población ha nacido fuera del país), uno de los más libres humana y económicamente, y también uno de los más desarrollados. Con un importante músculo estatal y una sociedad civil relativamente adormecida, los jóvenes reciben acusaciones sistemáticas por su apatía y su falta de conciencia política. Críticas similares, también similarmente infundadas, a las que podemos leer en todos los países occidentales.
Un error de calculo del hasta el momento popular primer ministro del estado de Nueva Gales del Sur, y ex trabajador de la banca de inversión, Mike Baird, le llevó a adoptar una solución drástica a unos episodios aislados de violencia en la zona de fiesta del centro de Sydney. Aprobó unas nuevas regulaciones prohibicionistas. Las llamadas lockout laws restringen las horas de apertura de los bares, la compra de alcohol y los usos del espacio público. Si bien estas normas parecían ser positivamente valoradas por su electorado principal (familias y personas mayores de las áreas suburbiales), han engendrado una reacción sin precedentes.
Las calles de Sydney acogieron el 21 de febrero la manifestación más importante de los últimos años. Diecisiete mil ciudadanos, jóvenes en su mayoría, reclamaron la revocación de las leyes bajo el lema “Keep Sydney Open” (mantengamos Sydney abierta). Varias pancartas hacían referencia a la vida nocturna, pero no solo eso, también se lanzaron mensajes sobre la importancia de los espacios de encuentro y de la vida festiva de las ciudades como un elemento crucial, no sólo por la actividad económica que generan, sino también por todas sus implicaciones sociales y culturales.
Esta propuesta ha sido criticada por su banalidad en medios conservadores. Lo que estos omiten es que la protesta, si bien es consecuencia de unos hechos concretos y teóricamente intrascendentes, traduce a mensajes específicos una visión muy distinta de la sociedad en la que se quiere vivir. En este profundo artículo Richard Cooke explica que solo estamos observando la punta del iceberg del descontento de una generación taponada por la gerontocracia y que no se siente identificada con el modelo de vida, el sueño Australiano de casa y coche, que le han querido vender o que simplemente no se lo puede permitir. Una generación que se enfrenta a condiciones flexibles de trabajo y que demanda una transformación de las estructuras económicas. En resumen, Keep Sydney Open es una consecuencia explicita de una importante brecha generacional y de demandas genéricas de una sociedad alternativa.
Actualmente estoy trabajando en una investigación en la Universidad de Western Sydney sobre la implicación política, cultural y económica de los jóvenes, y he tenido la suerte de analizar y vivir contextos muy distintos (desde Bucarest a Quito). Los jóvenes adultos, los llamados millenials, en todo el mundo especialmente en los países más desarrollados, tienen más en común de lo que podíamos pensar en un principio. Es una generación formada por personas a las que se les seduce como consumidores pero se les degrada como ciudadanos. Es una generación que no se encuentra cómoda con los objetivos, los medios, los conceptos y las estructuras del sistema político dominante.
La pregunta aquí es si un movimiento como Keep Sydney Open puede transformarse en algo más profundo como Occupy o el 15M. Es curioso que las protestas generacionales se hayan apropiado de los eternos combates de la izquierda (contra la desigualdad, por el trabajo digno), y hayan generado coaliciones temporales con los agentes progresistas tradicionales.
No es sorprendente que los millenials se sientan atraídos por intelectuales de la vieja izquierda como David Harvey y por líderes políticos de mucha más edad experimentados en numerosas batallas altermundistas como Bernie Sanders (su apoyo entre los jóvenes multiplica hoy en día al de Hillary Clinton) o, porqué no, como Joan Ribó.
Me sorprendo a mi mismo contando que si hay un país donde el combate generacional (solapado con muchos otros combates) está desencadenando transformaciones políticas más profundas es España, donde las coaliciones ciudadanas gobiernan las ciudades más importantes.
Podemos ser líderes de una Internacional de los jóvenes precarios para resolver los desafíos compartidos: inestabilidad laboral, acceso a la vivienda, desigualdad. También es posible que este episodio se convierta en una simple anécdota en la historia. Está en nuestras manos.