La pieza ha sido restaurada durante 18 meses por el IVCR+i. Una de sus claves es la diversidad de artistas que participaron en su concepción en el siglo XV, cuando València era un hervidero de artistas
VALÈNCIA. El Centenar de la Ploma vuelve a València. O al menos, una de sus partes, la predela del histórico retablo. Se trata de una de las obras más importantes del patrimonio gótico valenciano a nivel internacional. En 1856 fue comprada por el Victoria & Albert Museum de Londres, y desde entonces no ha pisado la capital del Turia. Hasta hace dieciocho meses, cuando el Institut Valencià de Conservació i Restauració de Bens Culturals (IVCR+i) consiguió que desde Londres accedieran a traer aquí la predela para que fuese restaurada.
Tras varios meses de trabajo, este jueves se ha presentado la predela del Retablo en el Museu de Belles Arts, que se podrá ver hasta finales de enero, acto al que han acudido la subdirectora del IVCR+i Gemma Contreras, el director del Museu Pablo González Tornel y la directora general de Cultura y Patrimonio Carmen Amoraga. Todo empezó el pasado noviembre de 2017. El Institut de Conservació solicitó al Victoria & Albert Museum trasladar allí a un grupo de técnicos que pudieran estudiar la pieza, una respuesta que finalmente fue positiva. “Vieron la rigurosidad con que trabajan y accedieron a que mandáramos al equipo técnico”, resalta Carmen Amoraga.
Aquello abrió la puerta a un nuevo convenio de colaboración entre la Generalitat y el museo londinense, tan fructuoso que permitió que la predela fuera transportado a València. Desde entonces se ha expuesto en tres ocasiones (contando esta última). En octubre de 2019 se hizo una muestra virtual, y posteriormente estuvo tres meses expuesta durante su rehabilitación. Ahora vuelve lo hace, por fin, con los trabajos finalizados.
La importancia del Retablo del Centenar de la Ploma radica, fundamentalmente, en la diversidad de personas que lo confeccionaron. La autoría no está del todo clara, pero sí se sabe que en su creación participaron artistas españoles, italianos y belgas. Fue pintado en el siglo XV (1400-1405), y siempre ha generado interés entre historiadores por la representación que muestra de la Batalla de El Puig. Hasta ahora se han identificado como autores a Marçal de Sax y Miquel Alcanyis. Fue encargado por la Milicia del Centenar de la Ploma, como lo demuestra la ballesta y la cruz de San Jorge situada en el guardapolvo del retablo.
Desde el momento en que fue trasladado a València, la predela ha estado en periodo de rehabilitación durante dieciocho meses. El proceso ha sido dificultoso, en parte porque, en palabras de la subdirectora del IVCR+i, Gemma Contreras, “estudiar la pieza sola, de manera aislada, no tendría sentido”. Para rehabilitar la predela, desde el Institut han estudiado el contexto histórico en que fue confeccionada, otros retablos valencianos coetáneos y posteriores, y también los manuscritos iluminados de la Catedral de València (nombre que reciben por su estética adornada y colorida), “para tener la visión de todos los pigmentos y técnicas utilizadas en el siglo XV”.
En lo referente a la restauración en sí, se han llevado a cabo amplias investigaciones en “fotografía visible y ultravioleta –esta última para apreciar los barnices y las intervenciones previas sobre la predela-, fotografía infrarroja –que permite ver el dibujo subyacente, el cual interesa para averiguar la verdadera autoría del retablo-, espectometría visible, radiografías para estudiar la estructura y las técnicas de ejecución, e incluso un TAC –en el Hospital Clínic para estudiar el estado del soporte-”.
También se han utilizado técnicas de fluorescencia para identificar los pigmentos, un escaneado 3D de la predela completa (lo que permite conservar un escáner de alta resolución por si a la predela le ocurriera algo), y se han tomado “micromuestras porque algunas de estas técnicas no invasivas no nos permiten estudiar con detalle algunos pigmentos o aglutinantes importantes”.
Todos estas complejas técnicas se han completado a través de tres fases que Contreras ha detallado. En primer lugar, “el tratamiento del soporte”. Al parecer, la parte trasera de la predela tenía pegados muchos papeles que han tenido que retirar. “Solo dejamos las etiquetas del anticuario de París en el que estuvo a la venta en 1864, porque nos parecen una parte más de la historia”.
De manera paralela, la segunda fase fue “la intervención de la pintura y los dorados”. En ambos casos, se llevó a cabo una limpieza “bastante complicada”. Al parecer, el retablo tenía mucha suciedad y, entre otras cosas, estaba lleno de “gotas de cera microscópica en la parte baja”. Era la zona que estaba más cerca del público y más cerca del altar durante las misas, con lo cual, “cada vez que soplaban la vela para apagarla, salpicaba sobre la predela”. El proceso de limpieza se dividió en cinco partes, y no se pudo hacer de cara al público debido a los químicos utilizados.
Por último, la tercera fase fue “la integración final de colores y barniz”. Esta parte se hizo de cara al público, y lo que más sorprendió a los conservadores del Victoria & Albert Museum de Londres fue “la recuperación de los dorados que hizo el IVCR+i, sobretodo en las partes que se habían perdido”.
Como curiosidad, la predela tiene algunos rasguños en algunos puntos que se han mantenido. La subdirectora del IVCR+i ha explicado que se trata de zonas “dañadas por los propios feligreses que acudían a la iglesia en su momento”. El cura de la época les explicaba El Martirio como si les contase un cuento. “Ellos, enfadados con los ‘impuros’, acuchillaban a algunos personajes de la predela”.
Por lo que respecta al TAC que se hizo a ambas partes de la predela, Contreras ha explicado “que es posible debido a que la densidad de la madera es muy similar a la del cuerpo humano”. Ocurrió el pasado junio de 2019 en el Hospital Clínic, y el procedimiento fue el mismo que se suele seguir con una persona. Se dispuso la predela sobre la camilla, y se introdujo en el tubo, lo que permitió analizar el soporte de la misma. “Nos permitió averiguar hasta qué punto podían estar dañando la pieza unos pequeños agujeros que se veían en el soporte”. El TAC también permitió asegurar cuántas tablas se emplearon para la construcción de la predela, cómo se unieron entre ellas (si emplearon elementos metálicos o de madera), si existen grietas ocultas o separaciones entre las tablas que pudieran afectar a la capa de pintura, etcétera.
Se ha llegado a la conclusión de que el Retablo del Centenar de la Ploma fue pintado por más de una persona. Las diferencias en el estilo de la parte derecha a la izquierda han llegado a hacer pensar a los técnicos del IVCR+i que fue confeccionado por Marçal de Sax y Miquel Alcanyiz. Sin embargo, hay una serie de motivos que indican que se debió llevar a cabo un acuerdo de colaboración entre varios talleres.
Para empezar, la dimensión del retablo (6,60 x 5,50 metros) lleva a pensar que necesariamente tenía que haber más artistas implicados. Por otro lado, la València del siglo XV era un hervidero de artistas que venían de Italia, de Flandes o de distintas zonas de España. En este sentido, los historiadores coinciden en que “la composición de cada una de las escenas es muy novedosa para ese momento, y eso solo se puede dar con una conjunción de muchas ramas artísticas”. De hecho, hay libros flamencos de la época en los que se puede ver representada una resurrección muy similar a la que aparece pintada en el retablo. Esta diversidad artística patente en el retablo es la razón fundamental por las que se considera una de las piezas de mayor valor artístico de todo el medievo valenciano.
El retablo del Centenar de la Ploma representa una de las escenas principales de la Batalla del Puig, que abrió las puertas a la conquista de València en 1238. Su nombre viene de la milicia urbana creada en 1365 por Pere IV el Cerimoniós, conocida como el Centenar de la Ploma porque el centenar de ballesteros encargados de salvaguardar la ciudad de València iban vestidos de hábito blanco con una cruz de San Jorge y ornamentaban su cabeza con una pluma de garza.
La pieza está formada por cinco calles: la central expone la lucha de San Jorge contra el dragón ante la princesa; arriba, la batalla del Puig de 1237; y en la cimera, la coronación de la Virgen y Cristo sentado en majestad dominando la composición del conjunto. En las calles laterales se sitúan dieciséis escenas alusivas a la leyenda de San Jorge, coronadas por las cuatro figuras de los evangelistas.
En las entrecalles se disponen veinticuatro profetas, la mayoría identificados por una cartela, y en el guardapolvo, los doce apóstoles, alternados con el emblema de la cruz de San Jorge y una ballesta. Finalmente, en la prelada se representan diez escenas de la Pasión de Cristo, a falta de una parte central desaparecida.