VALÈNCIA. Cuando Paul Gauguin pintó El caballo blanco (1898), que ejecutó durante su segunda estancia en Tahití, probablemente no esperaba la respuesta que obtuvo del farmacéutico que comandó la obra. En animal presentaba un característico pelaje teñido del verde de la vegetación, lo que provocó el rechazo de quien nunca llegó a ser su propietario. Efectivamente los caballos no son verdes, pero es que eso era un cuadro. Hay algo en la pintura y el dibujo que refleja partes desconocidas o no evidentes de la sociedad, un ámbito que es capaz de representar lo existente y lo soñado. Esos son los bloques en los que precisamente se divide la exposición València en vinyetes, que abrió sus puertas ayer en el Museu Valencià de la Il·lustració y la Modernitat (MuVIM) para presentar tanto el paisaje urbano realista como el modificado que muta en un espacio para la fantasía, un recorrido a través de un centenar de piezas entre dibujos, carteles y maquetas.
València como escenario se sitúa como el eje vertebrador en una muestra en la que cada pieza funciona de manera independiente, una exposición que abre recorrido con una sobrecogedora viñeta de Cristina Durán, un imagen inédita que formará parte de una futura novela gráfica –El día tres- basada en las vivencias de las víctimas y sus familiares tras el accidente de metro del 3 de julio de 2006, un libro basado en la historia de la periodista Laura Ballester y guionizada por Miguel Ángel Giner Bou. La impactante viñeta, que muestra la boca de metro de la parada Jesús con un pequeño charco rojo a su entrada, es el punto de partida de una selección que reduce el texto de apoyo para dar protagonismo a las imágenes, que funcionan solas sin necesidad de contexto. Así pues, el recorrido es físico por la ciudad pero también por diferentes temáticas y maneras de enfrentarse al papel desde un punto de vista formal.
Enric Trilles, comisario de la exposición, fijó la década de los 70 como el punto de inflexión en el que València se convirtió de una manera más explícita en escenario de cómic, el caldo de cultivo de la Nueva Escuela Valenciana. Si, a excepción de Arrebato, las editoriales estaban concentradas hasta entonces en Madrid y Barcelona, la explosión en la Comunitat hizo que la representación del paisaje urbano local pasará a de una anécdota a ser habitual, siendo que entonces ya se podía encontrar alguna barraca o conjunto de naranjos en el Guerrero del antifaz, el Mercado Central en el Barrachina de Sento o el edificio de las Termas Victoria bajo el nombre de Mongo en las aventuras de Roco Vargas que dibuja Daniel Torres. Y es que en València en vinyetes se puede hacer un verdadero mapa ilustrado por la ciudad imaginada y, a partir de sus elementos, también soñada.
El hospital La Fe, las torres de Serranos, el Ayuntamiento de València por fuera y por dentro, el Miguelete, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el Centre Cultural la Beneficència o El Corte Inglés son algunos de los espacios representados. Aunque no en todos los casos queda igual de claro si se habla de la València real, irreal o en transición: las ahora cerradas instalaciones de Radiotelevisión Valenciana en Burjassot, el inacabado nuevo Mestalla o el cine Metropol se suman también a la lista de escenarios representados. La exposición plantea un recorrido por el trabajo de 18 artistas que, además de ceder sus obras, han participado activamente en el proceso de diseño y producción de la propia exposición. De esta forma conviven clásicos de la generación de los 80 –como Sento Llobell, Gimeno o Torres– y otros de la generación de los 90 –como Miralles o Fonteriz– con los grandes ilustradores que se hicieron conocidos en la primera década de este siglo –Paco Roca, Bleda, Durán o Kubala– y exponentes más recientes, Castillo, Almansa o Zarzo. Participan también artistas multidisciplinares como Burguitos o Txemacantropus.
Que el MuVIM lleva en su ADN la ilustración no es novedad, un doble juego de la palabra que el propio director del espacio, Rafa Company, recalcó horas antes de presentar la exposición, en la entrega de premios de la Asociación de Diseñadores de la Comunitat Valenciana (ADCV), donde se les entregó un galardón honorífico por su apoyo al sector. Si València en vinyetes es una nueva piedra en una lista mayor de proyectos en torno al mundo de la ilustración –en minúscula-, esta no es la última que sobrevuela la mente de los gerentes del museo. Tal y como anunciaron ayer, desde el MuVIM se trabaja pera generar un proyecto anual por el que un creador interprete un tema paraguas sobre València que resultará en una publicación editada por el centro y una exposición complementaria.
"La exposición constituye una declaración de estima hacia nuestra tierra y un homenaje, agradecido y entusiasta a lo mejor de nuestros dibujantes de cómic", recalcó Company sobre una muestra que nace, indicó, pensada para itinerar por distintas localidades de la provincia sin necesidad de tener que generar una versión específica para tal efecto y con la que, de igual forma, "recuperar y generar" nuevos públicos. Por su parte, el responsable de exposiciones del museo, Amador Griñó, resaltó "la importancia del escenario del cómic para la memoria de un pueblo y para dar a conocer la ciudad de una forma amable", dado que este género presenta dos características –visualidad y humor– "que abren las puertas a la memoria de un pueblo, de una ciudad".