Ya estamos tardando en exigir responsabilidades a Rajoy por la tragedia del coronavirus. En nuestra memoria conservamos su pésima gestión en el ‘caso Prestige’. Pero lo de ahora es peor. El Gobierno ha de sobreponerse a la herencia del PP. Es hora de estar todos unidos bajo el liderazgo del presidente Sánchez
Don Mariano Rajoy Brey es culpable de lo que nos sucede. Cuando vino a Valencia a presentar sus memorias Una España mejor, me faltaron reflejos para pedirle la dimisión mientras me firmaba el libro. Hubiese sido un gesto patriótico por mi parte. En mi descargo he de decir que, como al Gobierno actual, me faltaba información para calibrar la gravedad de la pandemia.
Pese a que fue desalojado del poder hace ya cerca de dos años, merced a una moción de censura modélica, el registrador de la propiedad debe pagar, incluso ante los tribunales, su responsabilidad por los miles de muertos y las decenas de miles de contagiados por el coronavirus.
Animo al gordito Ferreras y a las televisiones afines al Gobierno socialcomunista —que son la inmensa mayoría— a dedicar parte de su programación a exigir responsabilidades políticas y penales al político gallego.
La izquierda vuelve a dar la talla, mal que le pese a Miguel Bosé. La izquierda no dejará a nadie atrás, con la excepción de los miles de muertos que se quedaron sin entierro
El señor Pedro Sánchez Pérez-Castejón (repárese en el carácter patricio del segundo apellido) lo supo ver cuando cargó contra el entonces presidente del Gobierno durante la terrible crisis del ébola, que se saldó con cero muertos. Rajoy, enfatizó el líder de la oposición, era un peligro para la salud pública de los españoles. Circula un video con la catilinaria pronunciada por el señor Sánchez en el Congreso de los Diputados.
La progresía lo secundó en sus ataques, y tanto a Rajoy como a la entonces ministra de Sanidad, Ana Mato, le llovieron toda clase de insultos y reproches merecidos en los medios afines a la oposición socialista y en las redes fecales.
Salvo Pedro Sánchez, que es nuestro nuevo centinela de Occidente, nadie reparó en que el ébola era un aviso de lo que nos vendría después: el bichito chino que le está haciendo el trabajo sucio al tirano Xi Jinping para convertirse en el Gran Timonel del mundo en la primera mitad del siglo XXI.
¿Cuándo nos concentraremos en la calle Génova, frente a la sede del PP? Estoy convencido de que el ministro grande y marlaska hará un excepción para que nos podamos manifestar y así denunciar los crímenes de la derecha fascista contra la clase trabajadora. La regla siempre admite excepciones, como la de saltarse la cuarentena por el presidente del Gobierno y el vicepresidente comunista.
Doy más ideas por si algún progresista las quiere llevar a la práctica.
Sería la bomba que la experiencia logística y comunicativa del No a la guerra y el 11-M pudiera aprovecharse para elevar ahora la voz, todos a una como en Fuenteovejuna, contra los herederos del franquismo, que han llevado a España, con su impericia y deslealtad, al matadero. Somos el segundo país del mundo con más muertos por el coronavirus. ¡Asesinos!
Mando un saludo fraternal y republicano al mundo del espectáculo. Animo también a los titiriteros Willy Toledo, Alberto San Juan y Juan Diego Botto a liderar un movimiento feminista, emancipador y plurinacional contra la España rancia y caduca que pretende cortarle las alas al progreso de la Gente. No lo conseguirán. ¡No pasarán!
Mientras exigimos responsabilidades al señor Rajoy, y por extensión a José María Aznar y a George W. Bush, estemos al lado de nuestro Gobierno en unos momentos tan dramáticos como los que vivimos. No es hora de reproches a quienes trabajan día y noche, sin descanso, por salvar las vidas de los españoles. Este virus lo paramos unidos. Unidad y mucha lealtad es lo que necesitamos.
Nuestra izquierda vuelve a estar a la altura de las circunstancias. Está dando la talla, mal que le pese al renegado de Miguel Bosé. La izquierda ha demostrado que se puede ser eficaz sin dejar a nadie atrás, con la excepción de los miles de muertos que no han tenido quien los vele en un entierro, y a los que se les rendirá homenaje erigiéndoles un monolito en la capital del Estado. Es lo que se hace en estos casos.
Cuando esto pase, tiempo habrá de pasarle factura a los ultramontanos del PP, Ciudadanos y Vox, los cuales han vuelto a demostrar que nuestras derechas no son homologables a las del resto de Europa.
El sabio pueblo español, que se ha distinguido siempre por su fino olfato e independencia de criterio, los pondrá en su sitio cuando nos llamen a las urnas, con un cuerpo electoral sensiblemente mermado por la enfermedad.