«Sobre el escenario se necesitan palabras de la vida cotidiana.
La ópera necesita la vida real».
La vida real la conocía bien Leoš Janáček (1854-1928), el compositor moravo que en su rebelde juventud se había visto obligado a practicar sus lecciones de piano en un teclado dibujado sobre su mesa y a quien el reconocimiento no le llegaría hasta la última etapa de su vida.
Pero esta frase resume también el verismo de la ópera que nos atañe, y que fue la que lo llevó a la fama internacional: Jenůfa. Un drama rural basado en la obra de teatro en la que Gabriela Preissovà ponía voz a una madrastra víctima de un pasado atroz, y una hijastra atada a un cruel triángulo amoroso (infanticidio como clímax narrativo mediante).
Jenůfa es realista y brutal. Con la experiencia femenina como epicentro del drama, es una ópera descarnada e impactante servida en una partitura subyugante trufada de traición, asesinato, pero también amor y redención. Una catarsis personal que a Janáček le sirvió para sanar el dolor por la muerte de su hija Olga, a quien le dedica esta ópera.
El texto de Preissovà, no exento de polémica en su momento, es una denuncia hacia la sociedad rural checa, arcaica, supersticiosa y machista. El medio ideal sobre el cual Janáček pudo poner en práctica su particular lenguaje musical basado en las cadencias de la prosodia de la lengua checa, siendo así el primero en componer una ópera sobre un texto en prosa. De esto diremos que Janáček estaba convencido de que es posible registrar objetivamente el habla humana mediante la notación musical, es lo que él llamó “melodías del habla”, y que eran para él como “ventanas al alma humana”.
Desde el approach musical, más que revolcarse en un lánguido romanticismo, en Jenůfa la música impone su fuerza bruta y abrupta en forma de realismo agresivo, envuelto, sin embargo, en una singular belleza capaz, a través de su poesía y asombrosa economía de medios, de captar los más mínimos detalles del sentimiento humano. A través del folklore y de su propio idioma, disecados y fusionados por la orquesta y sus dinámicas melodías construidas a partir de ritmos obstinados y repetitivos, Janáček revela la autenticidad y humanidad de sus personajes con la potencia de un compositor visionario, convirtiendo este drama rural en una tragedia universal completamente contemporánea.
Esta humanidad excepcionalmente intensa de los personajes, que viven, respiran y se emocionan en su escenario operístico, tiene una tangibilidad, una realidad sobre ellos que provoca una participación sincera de la audiencia. Pero por debajo de esos personajes, y uniéndolos a un destino cósmico más grandioso, está la música misma, llena de patrones y ritmos obsesivos e inexorablemente recurrentes, formando una metáfora auditiva de la realidad en la que se desarrolla el drama.
El delirante triunfo del estreno en Praga el 26 de mayo de 1916, tras un primer estreno de repercusión local en Brno en 1904, supuso el punto de inflexión en la vida de Janáček. Tras este se sucedieron los estrenos de Viena en 1918, Berlín y Nueva York en 1924, momento a partir del cual Janáček pasa a ser una figura a tener en cuenta en la música europea junto a sus contemporáneos.
Los vanguardistas respondieron a su concisión expresiva; los tradicionalistas se aferraron a su emocionalidad subyacente. Este reconocimiento tardío pero sincero fue, por supuesto, un factor en el desencadenamiento de las energías creativas reprimidas de Janáček durante mucho tiempo, haciendo que la última década de su vida fuera más productiva tanto en calidad como en cantidad que todas las décadas anteriores.
La suya fue una vida extraña, triste y triunfante, llena de excentricidad, frustración y temperamento. Esas emociones se reflejan infaliblemente en su música, y es nuestra percepción actual de la veracidad emocional de esa música lo que lo hace tan cercano. "Penetro porque hay verdad en mi trabajo", escribió hacia el final de su vida. "La verdad hasta el límite”.
* Jenůfa, de Leoš Janáček, podrá verse en Les Arts del 19 al 29 de enero bajo una visión feminista y una producción hiperrealista a cargo de la prestigiosa directora de escena Katie Mitchell y la dirección musical de Gustavo Gimeno.
Más info: https://www.lesarts.com/es/jenufa/
El programa incluye el exigente ‘Concierto para piano’ de Ravel y su imprescindible ‘La Valse’ junto con el poema sinfónico ‘Le Chasseur maudit’ de Franck