A veces nos hemos aburrido. Un poquito, pero sí, lo confesamos. Cuando los ojillos se cruzaban con esas cartas de consabido y resabido listado de vinos de las más manidas zonas del país. Pero el hastío no podía durar, porque ya es bien sabido, somos hedonistas
Entendemos que sin lágrimas no hay sonrisas. Que la alegría llega siempre. A todas partes y a La Rioja. Fue la primera denominación de origen autorizada de España en 1925. Acervo que se confundió con el tedio durante aquellos locos años en los que deslumbraba lo novedoso y original. Pero nada es más singular que la tradición, que vuelve siempre que la necesitamos adaptándose a cada momento, a cada individuo. En la variedad está la diversión. También en esa Rioja que nos gusta. Esa del respeto. La de recuperar formas de hacer y hacer nuevas, pero buenas, propuestas. La que hoy traemos embotellada, sin más intención que la del regocijo.
De blanco blanquito empezamos, que aquí hay mucho más que tintos. Nos lo muestra y demuestra el Félix Azpilicueta 2014 Colección Privada. Una de las variedades más habituales en la región, la viura, fermentada en barrica. Y es que por aquí es técnica habitual que los vinos de pálido color pasen un tiempo en madera. Damos un delicado sorbo que llena la boca de amplia crema. Gastronómico de mucho comer, lo acompañamos de un poke de pulpo con grelos. Que con platos locos locos vamos hoy.
Nos espera ahora el Gregorio Martínez Blanco Selección (Bodegas Gregorio Martínez). De nuevo la viura, esta vez con un pequeño porcentaje de otras uvas, y esa fermentación en barrica que tan buen punto le dan a estos vinos. Perfumes frutales de cariñoso amargor. Sensaciones que encandilan mientras mordisqueamos un bao de tortilla de patata.
Entre alegres hierbas y refrescantes limones nos encontramos con La Bastid 2016 (Oliviere Riviere Vinos). Garnacha blanca, viura y malvasía con diez meses de crianza que desembocan en texturas de interesante recorrido. Fuerza y elegancia, y una fuente de croquetas de caviar, por favor.
Siguiendo similar modelo de variedades y barrica, el Remírez de Ganuza Blanco 2015 (Bodegas Remírez de Ganuza) nos enseña la vida que tenemos por delante. Fresca lozanía que integra poder y saber estar. Equilibrio con vistas que degustamos con un bocado de sushi de careta de cerdo.
Echamos la vista atrás, antes de dejar los blancos, con dos referencias que recuperan lo mejor del pasado. Qué decir del Viña Tondonia Blanco Reserva 2004. Abrazos de vainilla. Nobleza de disfrute con todo y con todos. Para momentos de impaciencia o para esperar y verlo crecer. Lencería con tal encaje que lo tomamos con un plato complejo, kimchi de lombarda con pasas y piñones.
Y retomando maneras de hacer, también está el Monopole 2015 (Compañía Vinícola del Norte de España). Viura con paso por barrica nueva y un poco de manzanilla añadida, como se hacía en la década de los 60. Encantados de conocerle nos llena de gusto y finura junto a un cebiche de bonito del norte.
Cambiamos de color repitiendo bodega. Porque sí, porque este Finca Sangrado 2014 (Bodegas Gregorio Martínez) lo vale pero bien y mucho. Tempranillo y mazuelo de pálido tono, despliega seda en su justa dimensión. Serio y con sentimiento hace que nos acabemos la botella con un tartar de vaca gallega.
Rellenito y larguilucho llega La Invierna Reserva 2008 (Arriaga y Miméndez Compañía de Vinos). Tempranillo de fresa y su mermelada sin concesiones al empalague. Gozo en la copa y en la mesa unos dim sum de rabo de toro. Ole ahí.
Peña el Gato 2015 (Bodegas Juan Carlos Sancha) es ecuánime simetría de volúmenes cuidados. Garnacha de garnachismo riojano del que nos hacemos muy fans mientras comemos un bol, ¿de qué? De fabada asturiana, venga.
En la misma línea de vino disfrutón está La Ventura Garnacha 2015 (Macrobert&Canals). Discretas tonalidades que esconden terciopelos minerales en su interior. Especias ricas con acidez fenomenal nos acompañan de maravilla con unos tacos mexicanos de liebre a la cazadora.
Tímido pero seguro aparece el Clos Ibai 2014 (Ibai Viticultores). Base de garnacha con otras variedades, muestra una interesante personalidad sin un pelo de tontería. Con la vista puesta en la tierra más profunda, nos sentamos debajo de un árbol y, palillos en mano, atacamos a un ramen de callos.
Terminamos con el seductor Tatos Garnacha 2015 (Bodegas Mitarte). Envolvente atractivo de mucha fruta y roer un regaliz. Suavidad y brasas en las que ponemos a asar unas viandas, las que irán a parar a nuestro guiso de quinoa con chorizo.
Nos despedimos con miradas de nieve sobre un cuento de hadas en La Guardia. Ensoñando que se abren todas las puertas de Haro. Recorriendo revirados caminos para alimentar el alma entre Alamedas y Moncalvillos. Viviendo carnavales en lunáticos laureles de champis y Tíos Agus. Copa a copa. Vino a vino. Y muy conscientes de que sí, todos somos capaces de lo mejor.