El economista de la firma financiera británica analiza hasta qué punto está cambiando realmente el mundo, además de abordar cuáles son las implicaciones de la inversión a largo plazo
MADRID. A corto plazo sigue existiendo incertidumbre en torno a la vacuna; una vez superada, esperamos un repunte en EE UU y Europa, similar al que se ha producido en partes de Asia. Creemos que es probable que haya un crecimiento extraordinariamente alto cuando las economías se reabran por completo.
A corto plazo, es probable que la inflación se incremente, algo que ya observamos con el aumento de los precios de las materias primas. Una de las principales cuestiones a medio plazo en torno a la pandemia será la persistencia de los cambios de comportamiento. Por ejemplo, ¿seguirá la gente yendo a los restaurantes y viajando al extranjero como lo hacía antes de la pandemia o estos cambios de comportamiento tendrán un impacto más duradero?
Como ocurrió tras la crisis financiera, en todo el mundo se han dado enormes respuestas políticas a la pandemia, incluso en China, Europa y Estados Unidos. Al igual que entonces, en algún momento habrá que ponerles freno. A medida que la inflación repunte, aumentará la presión sobre los tipos de interés, que a corto plazo podrían subir con respecto a su nivel actual. Una pregunta que nos hacemos es, ¿dónde se establecerán los tipos de interés a medio y largo plazo? Esto lo dictarán en gran medida los bancos centrales y la forma en que respondan a los cambios en los fundamentales.
Si el comportamiento del sector privado sigue siendo muy cauteloso, como lo ha sido en los últimos 10 a 20 años, los tipos de interés no subirán mucho. Por lo tanto, a los gobiernos les resultará muy fácil financiar estos déficits y niveles de deuda durante un tiempo prolongado. El reto surgiría si empezáramos a ver presiones al alza sobre los tipos de interés, ya sea por un repunte de la inflación o porque el sector privado viera más apetito por el riesgo. En esas circunstancias, los gobiernos tendrían que plantearse si deben seguir el camino de la represión financiera.
Sin embargo, creemos que en los próximos años, cualquier subida de los tipos de interés o de la inflación será probablemente relativamente modesta en comparación con los estándares históricos que vimos en los años 70 y 80. En ese sentido, estos déficits y niveles de deuda deberían ser sostenibles, al menos en un horizonte temporal de tres a cinco años.
Desde un punto de vista top down, los fundamentales de los mercados emergentes parecen buenos, especialmente si tenemos en cuenta la esperada debilidad del dólar. También estamos viendo los efectos positivos de la política de estímulo de China del año pasado, que se está traduciendo en el alto precio de las materias primas, que tiende a ser un factor positivo para los mercados emergentes. Sin embargo, cuando se observan los mercados emergentes, hay que discernir con bastante cuidado, país por país.
Es importante no ver los mercados emergentes como una clase de activos grande y homogénea. Por ejemplo, sabemos que algunos estados están luchando más con la pandemia que otros. Por otro lado, somos conscientes de que algunos países, en particular los de Asia y los alrededores de China, han afrontado la pandemia de forma mucho más eficaz. También se están beneficiando del giro en el ciclo de fabricación.
Al mismo tiempo, también tenemos que reconocer que, a largo plazo, estos factores podrían cambiar. Por ejemplo, los cambios en la política de EE UU, sobre todo si vemos un gran estímulo fiscal por parte de la nueva Administración, podrían hacer que el dólar comenzara a subir de nuevo. También es posible que en el segundo semestre de este año veamos una política más restrictiva en China, lo que restaría algo de presión a los precios de las materias primas.
Robert Lind es economista de Capital Group