En los pasillos de nuestros hospitales, en los domicilios donde la salud es restaurada, y en las consultas donde las dudas encuentran respuestas, se encuentra un motor imprescindible que ha demostrado, una y otra vez, su capacidad de sostener al sistema sanitario: la Enfermería. Sin embargo, y a pesar de ser el cimiento del Sistema Nacional de Salud (SNS), las enfermeras y enfermeros siguen siendo infravalorados, subestimados e infrautilizados. Entonces... ¿Por qué no dejamos que quienes ya son columna vertebral del sistema asuman más competencias y ayuden a evitar su colapso?
La formación de las enfermeras en España es sólida y de un nivel indiscutible: un grado universitario de cuatro años y 240 créditos que las capacita para mucho más de lo que actualmente se les permite ejercer, además de las siete especialidades que cursa la gran mayoría. En palabras de la madre de la Enfermería moderna Florence Nightingale: “No basta con hacer lo mejor que podamos; a veces, debemos hacer lo que se requiere”. Y lo que el sistema sanitario requiere hoy es que estas profesionales asuman un papel aún más activo, que no se les cuestione en materia de cuidados, especialmente en consultas sucesivas, seguimiento de pacientes crónicos y continuidad o coordinación de los cuidados que actualmente requiere nuestra población demográficamente envejecida. Sin embargo, el sistema sigue limitando sus funciones, desaprovechando un potencial que podría marcar la diferencia en la vida de millones de personas.
La sanidad pública se dirige al colapso y los datos no dejan lugar a dudas. Según el último informe del Ministerio de Sanidad de 2024, de las consultas que reciben los especialistas en el Sistema Nacional de Salud, el 29% son primeras consultas, mientras que, en el sector privado, esas primeras consultas se elevan hasta el 57%. Lo que da a entender que, en el sistema público que requiere segundas y terceras consultas, aumentan las listas de espera de forma alarmante, con demoras que comprometen tanto la salud de los pacientes como la eficiencia del sistema. Ante esta realidad, resulta incomprensible que las enfermeras, acreditadas para realizar el seguimiento de pacientes crónicos y consultas sucesivas, no estén asumiendo estas funciones de manera sistemática, y no se les valore de la forma correspondiente.
La solución no está en remendar el sistema, sino en transformarlo. Como decía Albert Einstein, “no podemos resolver problemas con el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos”. Nuestro SNS debe dejar de ser una noria que gira al ritmo del partido político de turno. Cada color que llega al poder impone su ideología y sus criterios, cuando lo que necesitamos es una visión de Estado. Una sanidad unificada, donde las enfermeras y enfermeros tengan un reconocimiento social y profesional que trascienda las barreras entre la red pública y privada.
El SNS no se entiende sin la colaboración entre lo público y lo privado. La prueba es que de las atenciones hospitalarias -80% del total-, sólo el 39% de los centros está bajo gestión pública directa, mientras que el 41% depende de otras entidades como empresas, consorcios y fundaciones. Pretender que el sistema puede funcionar sin esta colaboración es cerrar los ojos ante la realidad.
Es esencial que tanto las enfermeras del sistema público como las del privado sean reconocidas con las mismas condiciones de igualdad, remuneración y ratio. La desigualdad en baremaciones y oportunidades no solo es injusta, sino que perpetúa un sistema fragmentado. Como decía Mahatma Gandhi: “La verdadera igualdad llega cuando tratamos igual a los iguales”. Las enfermeras, independientemente de dónde ejerzan, merecen el mismo reconocimiento.
La Enfermería está lista para asumir mucho más. En países como Reino Unido o Canadá, las enfermeras tienen un papel mucho más activo en todas las funciones sanitarias mencionadas: el seguimiento de pacientes crónicos, la gestión de casos y la coordinación de cuidados. En España, numerosos estudios respaldan la eficacia de las enfermeras en consultas sucesivas y manejo de pacientes crónicos. Además, la proximidad y confianza que generan con los pacientes son una herramienta poderosa para mejorar la atención sanitaria.
¿Por qué, entonces, seguimos sin dar el paso? No se trata de llenar vacíos, sino de optimizar recursos. Si queremos un SNS sostenible, debemos romper con las distinciones artificiales y apostar por un sistema que permita a las enfermeras desplegar todo su potencial. Pretender que solo los médicos especialistas pueden gestionar el seguimiento de pacientes es un error de visión que el sistema ya no puede permitirse.
La solución está al alcance de la mano: dar a la Enfermería el lugar que merece, con competencias ampliadas, igualdad de condiciones y una colaboración efectiva entre lo público y lo privado. Si el sistema sanitario es un edificio, la Enfermería es el pilar que lo sostiene. Ahora sólo necesitamos reforzarlo, darle la importancia que merece y construir, entre todos, un sistema que funcione. Es hora de darle a la Enfermería las herramientas que necesita para terminar el trabajo y reparar, desde sus cimientos, nuestro sistema sanitario.
Juan José Tirado es presidente del Consejo de Enfermería de la Comunidad Valenciana (CECOVA)