Todo tiene que cambiar para que nada cambie.
València se ha transformado hasta alcanzar el estatus de que sí, de que es la ciudad en la que queremos vivir. Pero toda transformación implica un riesgo, peligro que en el caso del barrio del Mercat y del Carmen se encuentra en 1) los alquileres, 2) la oferta de servicios básicos que hacen barrio, 3) la oferta gastronómica que ha virado a la estandarización de sabores es decir, kebab-hamburguesa-pizza-pasta-fusióndelpalo. Nuestra urbe no es precisamente la tierra prometida del epicureismo racional.
Las míticas sardinas de la casa con majada de perejil y ajo, huevas de sepia y el mismo animal en su tinta y a la plancha; tellinas, cañaillas y quisquilla; un apartado para la casquería con lleterola, hígado y riñones; ajoarriero, allipebre y montaditos con salazones. Este es el listado básico que define la pequeña y esencial Tasca Ángel.
Desde 1946 esta tasca, una de las más longevas del cap i casal, se mantiene fiel a su carta escueta, funcional y uniforme. Se agradece que haya espacio para el tapeo rápido, de pie, instintivo y desordenado. Los platillos salen a toda velocidad, al mismo ritmo en el que los cerebros tanto cocina como de barra —que comparten escasos metros cuadrados— memorizan comandas, marchan platos, tiran cervezas y hacen la cuenta de cabeza, llamando al cliente por su nombre propio, aunque lo acaben de conocer. En esa memoria fotográfica, en ese acelerado momento de familiaridad, yace la gracia de Tasca Ángel: aunque se cruce por primera vez su acristalada puerta, el sentimiento de familiaridad es total.
¿Qué pido? Sardinas de la casa.
Precio: 15€