VALÈNCIA. Ni atisbo de concesión. Ni un paso atrás. Ninguna duda. El alcalde de València, Joan Ribó, exhibió este miércoles su versión menos dúctil, la directa, y no tuvo reparos en admitir ante los peñistas de la pedanía de Borbotó que no iba a permitir nunca más el bou embolat. No, mientras él esté en el Ayuntamiento. No, porque así estaba en su programa y él cumple lo que anunció. No, porque los tiempos han cambiado. No cederá.
No hubo amago de electoralismo en su discurso. Más bien al contrario. Ribó no se dejó llevar por la tentación de ser conciliador ni expuso una idea que sí han empleado otros compañeros del Govern de la Nau, como es el riesgo que suponen para los ciudadanos el bou embolat y el bou en corda. No empleó el comodín de la seguridad. No quería. No le nacía. Y allí, en territorio enemigo, en la pedanía donde más se vivían y viven los bous al carrer, les dijo que no iba a rectificar. No sólo eso. Recordó que los bous al carrer sí que siguen, que lo que se han prohibido son determinadas prácticas que se consideran lesivas contra los animales, en referencia al bou embolat y al bou en corda.
Para sostener su postura, apuntó al hecho de que la relación con los animales y las mascotas ha cambiado en los últimos años. Hizo una alusión a que en la actualidad hay tantas mascotas casi como niños en la ciudad y recordó, por ejemplo, que constantemente se abren espacios para socialización de perros en todos los jardines de València, el último de ellos en el barrio de Benimaclet, en la calle Guàrdia Civil.
Ribó visitaba la pedanía acompañado de la concejala de Pueblos de València, Consol Castillo, y el alcalde de Borbotó, José Ramón Giménez. Y lo hacía a sabiendas de que los bous saldrían a colación. Pero lo hizo sin miedo, un detalle que agradecieron algunos vecinos. “Al menos da la cara”, comentaron. Otra cosa es que sus argumentos y razones les convencieran, porque, como hicieron ver los representantes de la Penya Ferrage, en ella hay 50 miembros con sus respectivas parejas, familiares, amigos… Y en una pedanía de poco más de 700 personas eso supone que la mayoría de ellos tengan vinculación con la fiesta; un lazo que en algunos casos se extiende desde hace décadas, toda una vida. Con un agravante: a apenas un par de kilómetros, en la vecina Vinalesa, sí que se pueden organizar esas actividades. “¿Por qué ellos sí y nosotros no?”, le preguntaron al alcalde.
Para ejemplificar lo que supone la fiesta para ellos, compararon a la peña con una comisión fallera y, para acabar con cualquier prejuicio, los peñistas le entregaron un fotomontaje compuesto con imágenes de distintos momentos de la fiesta. Un fotomontaje que Ribó vio con ese gesto que a veces pone de profesor examinando un ejercicio de un alumno, tras lo cual les comentó: “Yo no veo aquí nada que esté mal, ni que esté prohibido”.
Y es que, igual que se mantuvo inflexible con respecto al bou embolat, el alcalde quiso dejar bien claro que no estaban en contra de la fiesta ni tampoco de los bous al carrer, que sí que se mantienen. Ya lo había advertido hace un año, cuando aseguró habían optado por un “acuerdo intermedio”. En ese sentido Ribó mantiene la coherencia con lo expresado cuando surgió la polémica. En aquel entonces desde Federación de Peñas de Bous al Carrer se aseguró que con las medidas que estaba adoptando Ribó se estaba “cavando su tumba política”. Ribó replicó: “Si es mi tumba, será una tumba buscada, consentida y, sobre todo, coherente con los principios del alcalde”.
En esas está y este miércoles ahondó en otra idea que lanzó cuando se abrió el debate y es que “hay determinadas costumbres que no es razonable que pervivan en el tiempo”. Porque los tiempos cambian, le faltó añadir. Son tradiciones en vías de extinción. Igualmente, Ribó quiso marcar distancias con respecto a otras posturas más “radicales”, ésa fue la palabra que uso, y puso el ejemplo de las Islas Baleares donde se está planteando la posibilidad de prohibir las corridas de toros. “Nosotros no vamos a prohibir ni los bous al carrer ni las corridas de toros”, señaló. Al menos, no de momento.
Ribó se reunió con los vecinos para conocer de primera mano los asuntos de interés en la zona. Tras un recorrido por la pedanía, que incluyó parada en la iglesia para contemplar el famoso retablo del Mestre de Borbotó, sólo faltó el almuerzo en el Cent Duros, Ribó se reunió con los vecinos para tratar diferentes temas en la alcaldía. Así, además del conflicto taurino se planteó la necesidad mejorar la conexión wi-fi en los Pueblos de València y las obras de mejora de la movilidad y la jardinería en Borbotó.
Estos a su vez le plantearon críticas a la conexión con el autobús de la EMT, reclamaron la prolongación de la línea nocturna 10 hasta las pedanías, un mejor servicio del 26 los sábados por la mañana, que se termine de mejorar el nuevo jardín que está inacabado y que se agilicen los trámites para la llegada de la fibra óptica a la pedanía. Porque, por un problema burocrático, una autorización de la Generalitat pendiente, la fibra está amontonada junto al cementerio esperando. Ribó y Castillo tomaron nota a lo que los vecinos decían y se comprometieron a dar respuesta a todo ello. Amable, risueño como casi siempre, el alcalde escuchó a los vecinos, se fotografió con ellos, les aseguró su apoyo en la lucha por hacer que perviva la huerta “y sea rentable” para los agricultores, se comprometió a ayudarles. Pero eso sí, con el bou embolat no flaqueó. Ni un centímetro. Estos son mis principios. No tengo otros.