La bailaora y coreógrafa malagueña Rocío Molina visita este viernes 16 de febrero el CaixaForum València del ciclo cultural ‘Encuentros con…’ con un coloquio organizado por la Fundación la Caixa en el que se centra en compartir las claves de su proceso creativo desde dentro
VALÈNCIA. La coreógrafa, bailaora y artista Rocío Molina (Málaga, 1984) tiene la virtud, o maldición, de personalizar el baile. Para ella la danza es una especie de “amante” con la que tiene momentos apasionados, fuertes conflictos y también conversaciones muy difíciles. El amor, la pasión y el tiempo que le dedica a su profesión es muy equiparable al que se dedica a sí misma, a su pareja y a su hija. También procura rodearse de un equipo que comprenda la danza como ella, que sepa cuidar de sus procesos y que le doten siempre de las herramientas para generar cada vez un mejor espectáculo.
La Premio Nacional de Danza (galardón que obtuvo en el año 2010) y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (en el año 2022) se acerca ahora a València para subirse con la danza -como conferenciante- al escenario del CaixaForum València dentro del ciclo cultural Encuentros con… organizado por la Fundación la Caixa este viernes 16 de febrero. En este coloquio la bailaora repasa sus más de treinta años de carrera analizando las claves de su proceso creativo.
-Lo primero de todo, ¿en qué momento creativo estás?
-Bien, entre ensayos pero tranquila. Ahora mismo llevo dos años sin hacer creación y tan solo estamos girando con nuestros espectáculos -con cinco obras ahora mismo-, ahora estoy empezando a abrir la puerta a crear de nuevo. Disfruto de las obras con las que estamos girando y de generar equipo, estoy construyendo el espacio adecuado para poder crear de nuevo tras este espacio que me he dado.
-¿Los Encuentros te sirven como retrospección?
-Es algo que nunca me había planteado pero que me está gustando mucho, para mi es complicado mostrar mi trabajo en una charla. El ejercicio de tener que materializar mis procesos es complicado, me cuesta explicar lo que llevo haciendo toda la vida porque siempre lo he puesto en cuerpo pero no en palabras. Es interesante el ejercicio de sentarte, dejar de moverte y controlar que no te vayas a caer.
-Suena a que lo enfocas de una forma poética
-Se podría decir que sí, me tomo el coloquio como si fuera una micro creación porque es lo que sé hacer. La danza lo es todo para mi y no la puedo comprender de otra manera, creo desde la dedicación, en cuerpo y alma.
-¿Qué tiene que ver la danza con el amor?
-La danza me lo da y me lo quita todo, para mí nuestra relación tiene sus pasiones y sus conflictos. La confianza y el compromiso son claves, como en una pareja, y para mi la pasión tiene mucho que ver con el enamoramiento y la fase de obsesión. Hay que cuidar mucho una pasión, trabajarla y rodearte de un buen equipo que sepa mirar en esos lugares tan pequeñitos para que se entusiasmen contigo.
-¿Creas desde esos lugares “pequeñitos”?
-Para mí la clave está en observar con mucho cuidado, de ahí salen cosas bonitas e interesantes. Esta temporada de “meterme hacia adentro” ha sido muy útil para no verme afectada por lo que pasa a mi alrededor, aunque admito que cada vez me escondo más y me quito del ruido de la sociedad. Esconderme me da la oportunidad de fijarme en cosas desapercibidas, pequeñas y cotidianas y de ahí se va hacia lo más significante, luego lo traslado al escenario.
-¿Cómo se puede innovar desde el flamenco?
-Yo siempre trabajo desde la melancolía del “reclamar”. Cuido la tradición mientras doy zancadas hacia delante. Siempre es un ir y venir, son fuerzas contrarias que se van atrayendo, no puedo dejar de mirar hacia delante desde la melancolía del pasado. Siempre estamos con energías contrarias que cuando se encuentran se ponen en batalla.
-Hace poco hablaba con el guitarrista Juan Habichuela Nieto sobre el peso del legado flamenco, la tradicionalidad impuesta y cómo salirse de esos márgenes
-Yo estoy dentro de un género pero innovo. En mi caso no cuento con una gran herencia como los Habichuela, en su caso la raíz será más fuerte. Considero que el flamenco se está dejando atravesar por lo que vivimos hoy y no por lo que se vivía antes. Tenemos unas palabras y una herencia que hay que cuidar pero no te puedes quedar ahí, te tienes que transformar.
-¿Cómo miran los nuevos públicos al flamenco?
-Creo que como en cualquier arte siempre hay de todo, un público totalmente unificado sería súper aburrido. Considero que la mirada de estos “nuevos públicos” sí que está más abierta a otros conceptos, y también es más exigente. Eso sí, hay que celebrar que cada vez trabajamos con menos prejuicios.
-¿Qué suponen para ti los reconocimientos?
-Un premio es una manera de valorar lo difícil que es mantenerte contigo misma, para mi es celebrar como alguien permanece en las artes porque su vida es esa y su compromiso está con el arte… ni con el público ni con lo externo, con el propio arte. Mantener ese compromiso es lo más importante.
-Antes hablábamos de la danza como “un amor”, ¿cuál es el truco para mantener la pasión?
-Tener una pasión es como tener un hijo. Yo tengo a mi hija y tengo el baile, y te diría que el segundo es más demandante [ríe]. La danza me ayuda a contemplar a mi alrededor e inspirarme, también mirar hacia adentro y comprenderme, ahí está la pasión.