VALÈNCIA (EFE). El rojo de 150.000 kilos de tomates de variedad pera bien maduros ha coloreado un año más las calles más céntricas del pueblo valenciano de Buñol en la icónica Tomatina, su fiesta más tradicional e internacional que un año más ha superado las expectativas de sus participantes.
Más de dos horas antes del inicio de esta incruenta batalla, donde las camisetas blancas han sido la prenda más habitual, la música ya se hacía notar por las calles del municipio, mientras la gente esperaba paseando y bailando, intentando coger un jamón en lo alto de una palo enjabonado o cogiendo fuerzas con generosos almuerzos.
La fiesta, cuyas imágenes dan la vuelta a mundo por televisión y redes sociales, ha comenzado a mediodía, con el lento desfile de seis camiones cargados con 150 toneladas de tomates -30 más que la cifra aportada ayer por la cooperativa que los provee- maduros y jugosos, no aptos para el consumo pero ideales como munición en esta "batalla" campal, en la que todos luchan contra todos a tomatazo limpio.
El president de la Generalitat, Carlos Mazón, ha seguido desde el balcón del Ayuntamiento este festejo con unos 20.000 participantes y en el que un helicóptero y más de 200 agentes de la Guardia Civil, además de otros cuerpos de seguridad, se han desplegado para vigilar y atender cualquier incidencia derivada de la aglomeración.
Mazón ha asegurado que el año que viene irá en bañador y la vivirá desde la calle, y ha resaltado que "una gamberrada" -así se gestó hace décadas- se ha convertido en esta fiesta "no para nosotros, sino para todo el mundo".
Junto a él ha estado la alcaldesa de Buñol, Virginia Sanz, que en los momentos previos ha invitado al president a subir a un camión de tomates y ha acabado manchado "hasta la rodilla", además de confirmar que ha habido 2.000 participantes más que el año pasado, de dieciocho nacionalidades distintas, y que se trata de una fiesta "segura y divertida".
Un año más no han faltado las gafas de bucear, la mejor protección para los ojos contra el ácido de los tomates, en los miles de asistentes que ocupaban las calles; este año se ha visto a muchos ciudadanos de la India movilizados por una película de Bollywood aunque también los había de Estados Unidos, Australia o Japón, entre otras nacionalidades.
En un ambiente puramente veraniego, el agua que llegaba desde balcones y terrazas y desde puntos en la calle con mangueras y cubos era bien recibida por los participantes, que no cesaban en la búsqueda de sus "víctimas" mientras chafaban las redondas armas antes de tirarlas para que estuvieran más blandas y no hacer daño.
Como marca la tradición, esta localidad a unos 40 kilómetros de València se ha transformado este último miércoles de agosto en la capital mundial del tomate con un festejo que, en 2002, fue declarado Fiesta de Interés Turístico Internacional, que tiene gran repercusión mundial y que supone unos importantes ingresos en la provincia por el turismo que atrae.
Durante una hora, los tomates han "volado" en esta "guerra" que empezó casi por casualidad en 1945 de la mano de unos jóvenes aburridos y que ha tocado a su fin tras sesenta minutos, el sonido de cláxones y una carcasa mostrando una postal de camisetas en tono rosa y calles jalonadas por una gruesa alfombra roja caldosa y pringosa.
Con el olor a tomate aún en el ambiente y mientras la marabunta iba desapareciendo, han comenzado las labores de limpieza de fachadas (algunas protegidas por lonas) y calles, que en pocos minutos ya lucían impolutas y desinfectadas gracias al ácido de los frutos usados como artillería en esta original batalla, que ya espera con ganas una nueva edición en 2024.