"Mucho cuidado con los que dan más respuestas que preguntas"
VALÈNCIA. "Sapere aude" decía Horacio. "Atrévete a saber", traduce Rosa Montero. Así reza uno de los lemas de la periodista y ganadora del Premio Nacional de las Letras que a finales de 2018 publicó Los tiempos del odio, una ficción enmarcada en el año 2110 que habla sobre el paso del tiempo, el horror de los dogmas y la pasión como rebelión frente a la muerte a través del personaje de Bruna Husky.
Durante una parada por València, Montero ha reflexionado sobre lo que significa estar en estos 'tiempos del odio', fomentados por la era de la posverdad. Aunque las 'falsas verdades' no son nada nuevo, la escritora considera que están corrompiendo la sociedad actual y que es deber de la ciudadanía tratar de luchar contra sus efectos. Para ello, ha reflexionado sobre el concepto de posverdad en una charla junto al investigador y divulgador científico José Miguel Mulet en el marco del nuevo ciclo cultural creado por la Fundació Bancaixa y VLC Negra, llamado 'Xats a la Fundació' .
El odio, la violencia y la falsedad azotan con fuerza a la sociedad y crean crisis a todos los niveles, como la del auge de la extrema derecha en el campo político. Pero para Rosa Montero aún hay esperanza: rigor, inteligencia y pluralidad como armas de combate. ¿Un consejo para sobrellevar la lucha? "Cuestiónatelo todo y trata de hacer de cada día tu particular obra de arte".
-¿Qué es la posverdad?
-Es lo que se ha llamado durante toda la vida ‘mentira cochina’. Es una mentira con intención de beneficiarse de ella y representa al cinismo más absoluto porque no es una mentira por error, es totalmente intencionada. La posverdad no es algo nuevo, sin embargo lo que sí es novedoso es la constatación que ésta nos permite hacer: no contrastamos la información. Uno de los grandes hitos del sensacionalismo es el suceso del Acorazado Maine y los periódicos de Hearst poniendo en marcha una campaña para acusar a España de haberlo dinamitado. Esas portadas con ese mensaje fueron determinantes en la declaración de guerra hispano-americana, y era puro sensacionalismo. Lo que pasaba es que entonces la gente tenía muy pocas posibilidades de informarse por otras vías. Sin embargo, actualmente tenemos muchos más medios para contrastar la información. Con el simple gesto de cambiar de canal puedes informarte de otra visión de la realidad, pero no lo hacemos porque no queremos escuchar más que aquello que nos da la razón. No queremos prestar atención a nada que contradiga nuestras ideas o nuestros prejuicios, que como el nombre indica es algo que está antes del juicio, es inconsciente y es un parásito del pensamiento. Esto es lo que es verdaderamente desasosegante de la posverdad.
Cuanto menos levantes los ojos del suelo, más equivocado estarás al juzgar tu realidad. A parte de la posverdad hay un efecto en psicología que consiste en creer que tu realidad es totalmente extrapolable a todo el mundo. Y las nuevas tecnologías están empeorando esto, porque los algoritmos de los buscadores nos recomiendan solo lo relacionado con nuestro ámbito de pensamiento, con lo cual vivimos cada vez más encasillados en nuestros prejuicios y en nuestras ideas, construyendo un mundo cada vez más sectario.
-¿Cualquier persona puede caer en la posverdad?
-Cualquier persona puede cometer errores de rigor. Uno se sienta cómodamente sobre sus ideas y sus prejuicios y se niega a que los toquen. Pero hay que luchar contra la tendencia a creer solo lo que nos interesa. Especialmente cuando hablamos de algún tema que nos afecta de forma particular, como la pena de muerte o los animales, en mi caso. Es importante redoblar las cautelas para poder ver todas las opiniones diferentes. En ese sentido, todos hemos caído alguna vez en no tener el suficiente rigor, por eso es importante poder ver las distintas voces sobre un mismo tema.
Ahora bien, los actores de la posverdad son los que difunden las mentiras conscientemente. Es como una pirámide: en la cabeza se encuentra el que difunde la mentira y seguidamente actores intermedios que la reciben y, a pesar de ser conscientes de que la información no es cierta, la siguen difundiendo. Después le llega a la gente y, sin contrastar la información, la comparte y difunde porque dice aquello que queremos escuchar. Preferimos no abrir los ojos y quedarnos en nuestro círculo ideológico de confort.
-¿Nos afecta a todos por igual?
-Nos afecta muchísimo. Si haces un esfuerzo por no caer en ella puedes ser menos vulnerable pero a todos nos afecta por defecto. Si todo tu alrededor está ‘contaminado’ por la falsa verdad, se genera un clima de crispación y puede llevar a enfrentamientos entre nosotros, incluso guerras, como ocurrió con el Acorazado Maine. Y es muy preocupante.
-¿Es posible evitar la incidencia de la posverdad?
-Se puede evitar muy malamente. Para poder evitarla de verdad, habría que educar a los niños para que dudaran de forma razonable y sana de las cosas y se acostumbraran a consultar diversas fuentes antes de creerse lo que les dicen.
-¿Por qué evitarla?
-Debemos evitar la posverdad porque nos manipula, nos vuelve locos y puede provocar enfrentamientos entre nosotros.
-¿La falta de espíritu crítico puede causar la perpetuación de sistemas obsoletos o poco igualitarios?
-La posverdad está relacionada con el dogma y su falsa pureza. Una mente fanática e inteligente puede aceptar las posverdades cotidianas y creérselas fácilmente. Dificulta la capacidad de ver la realidad como es y, por lo tanto, dificulta nuestra capacidad de manejarnos de una manera eficaz, sana y libre con nuestro entorno. Al final somos presas del diseño malicioso de una serie de personas.
-¿La especialización académica debilita la formación del espíritu crítico?
-Siempre me ha gustado aprender de todo. De hecho, uno de los motivos por los que decidí empezar en el periodismo fue la infinidad de temas que podía conocer siendo reportera, aunque fuera de una forma superficial, sin ser experta en nada. Yo soy holística y la sociedad en la que vivimos va cada vez más hacia la especialización. En el campo científico, por ejemplo, los avances en la ciencia están llevando a una especialización impresionante. Hace unos días recibí una distinción de la Biblioteca de Luarca junto a Ginés Morata. Él ha pasado toda la vida estudiando los genes de la mosca del vinagre y, aunque a mi me guste más lo universal, también es importante que haya expertos que dediquen toda su vida a alguna cosa en concreto.
Sin embargo, a nivel educativo es fundamental que haya una gran variedad en los contenidos de aprendizaje. La división entre ciencia y humanidades es una estupidez y es castrante. Porque todos los ámbitos se enriquecen entre ellos.
-¿Por qué escribir?
-Uno no escoge escribir, está ahí. Para mí es como beber o comer porque forma parte de la definición de lo que soy. Escribí mis primeros cuentos a los cinco años, trataban sobre ratitas que hablaban. Tu no escoges escribir a esa edad, simplemente lo haces. No sé como me las arreglaría sin escribir porque desde que me recuerdo como persona he escrito, es mi manera de ser.
-¿Siempre has apostado por el lenguaje inclusivo, qué opinas de su situación actual?
-El lenguaje es una criatura viva, es la piel del organismo social. Si el cuerpo engorda, la piel se estira y del mismo modo pasa con la lengua: para que cambie de verdad, primero ha de cambiar el cuerpo social. Sin embargo, también hay una exigencia para adaptar el lenguaje a la actualidad.
Tenemos que avanzar hacia un lenguaje inclusivo económico. No podemos tropezar con el ‘chicos y chicas’ o ‘señores y señoras’ constantemente. Hemos de intentar acelerar el cambio e inventar modelos que puede que funcionen o no. Una de las cosas que yo propongo es el uso del plural femenino cuando seamos mayoría de mujeres o utilizar ‘persona’ como genérico y no ‘hombre’. Sin embargo, el lenguaje también reacciona por sí mismo a las necesidades sociales. Recuerdo la entrevista que le hice a Fernando Grande-Marlaska hace catorce años, justo después de casarse. Entonces él hablaba de ‘su marido’ y esto sonaba raro. Hoy en día, que una persona se refiera como marido o mujer a otra del mismo sexo es algo completamente normal y han pasado 13 años. Hay que ir poco a poco.
-¿Estamos en Los tiempos del odio?
-Por desgracia, sí. Nos encontramos en una tremenda crisis de credibilidad y legitimidad de la democracia y su corrupción y su hipocresía han causado que mucha gente ya no se sienta representada. Y, además, hay personas que presumen de 'falsa pureza' y arrastran a más gente, entregada a populismos ultras y a partidos de extrema radicalidad.
Esto plantea un cúmulo de emociones en la sociedad, el problema es que casi todas son negativas: odio, violencia… Hay que intentar aspirar a cierta sabiduría para llegar a una maduración emocional. Aspiremos a no ser engañados. Y para ello, tenemos que ser rigurosos y exigentes con nosotros mismos para no dejarnos envenenar por las emociones negativas que nos rodean.
El Año Sorolla clausura sus actividades en València con una gran exposición en Fundación Bancaja en la que la emoción une el trazo del pintor y el relato de Manuel Vicent