Conocido por su papel de Mr. Bean, Rowan Atkinson protagoniza dos tvmovies basadas en las novelas de Simenon sobre el mítico comisario Maigret
VALENCIA. La ficción de detectives no pasa de moda. Los libros de Sherlock Holmes, Hércules Poirot o Maigret, los tres investigadores más famosos de la literatura, se reeditan cada cierto tiempo, a la vez que surgen nuevas adaptaciones para el cine o televisión, mientras que la novela negra procedente de los países nórdicos, con personajes como los policías Patrik Hedström o Kurt Wallander, copa los éxitos de ventas. Las historias de estos investigadores continúan cautivando al público, gracias a la construcción de unos personajes inolvidables para la audiencia, sumado al entretenido rompecabezas de descubrir al culpable. En televisión han estado presentes desde los inicios de la pequeña pantalla por multitud de rincones del mundo.
Sherlock Holmes, el más excéntrico de los clásicos, basaba su investigaciones en su habilidad para encontrar pistas donde nadie más las veía. Adaptado para la pantalla en diversas ocasiones, volvió a ponerse de actualidad seriéfila tras la miniserie Sherlock, la reciente versión de la BBC, protagonizada por Benedict Cumberbatch.
El segundo, Hércules Poirot de Agatha Christie, resolvía los casos a base de complejas deducciones. Además de sus múltiples adaptaciones al cine, estuvo presente en televisión durante trece años con la serie Agatha Christie: Poirot (1989-2013) de la cadena británica ITV, protagonizado por David Suchet.
En el caso del comisario francés Maigret, del prolífico escritor George Simenon, sus investigaciones se diferenciaban por la utilización de la psicología y la búsqueda de las razones del crimen, como fórmula para resolver los casos. La lista de títulos con adaptaciones para el cine y la televisión es tan extensa que cabe preguntarse por qué en España hemos sido tan poco prolíficos a este género en cuanto a producción propia, al contrario que el resto del mundo.
Esta temporada el catálogo se completa con la nueva versión protagonizada por el actor Rowan Atkinson, de la mano de la cadena británica ITV en dos tvmovies especiales, la primera, Maigret Sets a Trap, emitida el pasado mes de marzo.
La cara del actor Rowan Atkinson es inconfundible, y en cierto modo va en su contra. Su fisonomía sumada a su gestualidad a la hora de interpretar el papel del payaso Mr. Bean, y mucho antes su labor en la mítica serie de los 80 La víbora negra (Blackadder), le ha erigido como uno de los mejores actores de comedia británicos. Pero también le ha encasillado para siempre.
Para Atkinson el reto interpretativo consistió en plasmar a un personaje corriente, sin excentricidades, un fiel esposo, con una vida rutinaria y tranquila, cuyo único vicio era fumar en pipa. “Un hombre ordinario haciendo un trabajo extraordinario”, explicaba Atkinson durante la promoción del telefilm. Y efectivamente al César lo que es del César. Atkinson lo borda, demostrando que es un actor que domina su musculatura facial, como tiene que ser en un actor de primera. Con esa pericia en sus primeros planos, el protagonista aporta al personaje información más allá de la situación de la escena o del texto, como puede ser el afecto hacia su mujer, o la frustración al no ser capaz de resolver el caso sobre el asesinato de mujeres.
Sus rasgos físicos, sus cejas prominentes, los ojos saltones y la nariz enorme, por el contrario, le han afeado el resultado final, porque son características que no puede cambiar. Pese al excelente trabajo actoral, los espectadores no olvidamos a Mr. Bean en ningún momento, tal y como le ha recordado la prensa con excesiva dureza. El personaje ha superado al actor. Mr. Bean se ha comido a Rowan Atkinson. Una auténtica faena porque el trabajo actoral de lujo existe.
La producción de época, rodada en Budapest para emular las calles de París de los años cuarenta, envuelve la historia de una excelente ambientación, la que uno espera automáticamente al saber que se trata de un producto de la cadena ITV, un canal que nos tiene acostumbrados a series de época visualmente muy conseguidas como Downton Abbey.
Es en el guión donde encontramos el eslabón más débil, cuando precisamente es la pieza más importante, de manera que el resultado final consigue un aprobado raso. El caso de este episodio, que lo cinéfilos recordarán por la versión de Jean Gabin en la película Magret Tend Un Piège, resulta algo aburrido y la resolución forzada. Su emisión, aún así, fue vista por casi 6 millones de espectadores en Gran Bretaña, un resultado digno, suficiente para darle otra oportunidad a la saga, a la espera de que emitan a final de este año la segunda tvmovie. Para entonces sabremos si las aventuras de Maigret seguirán siendo filmadas con Atkinson como protagonista, o quedará como una más de las mil caras que ha tenido Maigret a lo largo de la historia del cine y la televisión.
El primer Maigret conocido en la pantalla fue Pierre Renoir en la película de su hermano Jean Renoir La noche de la encrucijada (1932). Posteriormente Charles Laughton se puso en la piel del comisario con El hombre de la Torre Eiffel (1949), aunque fue Jean Gabin quien se recuerda con mayor simpatía entre las versiones del celuloide.
En televisión encontramos un inmenso abanico de producciones provenientes de diversas esquinas del planeta. Desde Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Francia, Holanda, Bélgica, Italia, Rusia, llegando hasta Japón, demostrándose la enorme popularidad de las novelas de Simenon, con la escalofriante cifra de más de 500 millones de libros vendidos en todo el mundo.
El primer país que lo adaptó para televisión fue Estados Unidos en 1950, con una tvmovie producida por la CBS, Stan the killer, protagonizada por Herbert Berghof. Dos años después Romney Brent pondría también cara al personaje.
Gran Bretaña produciría en 1959 el telefilm Maigret y el muerto joven con Basil Sydney en el papel. De 1960 a 1963 la BBC convertiría las novelas en la primera serie de largo recorrido, hasta 52 episodios, con Rupert Davies como protagonista. Fue Davies el primero que consiguió las alabanzas del autor de las novelas, el belga George Simenon.
Los británicos volvieron a intentarlo en 1988 con un piloto que terminó siendo únicamente una tvmovie protagonizada por Richard Harris, cuyo resultado no convención a la crítica. Y en 1992 la cadena ITV lanzó una nueva adaptación protagonizada por Michael Gambon en dos temporadas de 6 episodios, una de las más recordadas, y la última versión británica hasta la llegada de la nueva de Rowan Atkinson.
Canadá también fue de los primeros países en llevar al personaje a la pantalla chica, y en 1956 y 1964 lanzaba dos historias protagonizadas por Henri Norbert. Italia, cuna del Comisario Montalbano, otro mítico investigador llevado a la televisión por la RAI, y que algún día nos detendremos a hablar de él, también fue de los primeros países que adaptó las aventuras del comisario parisino, con 16 episodios de El inchieste del commissario Maigret con Gino Cervi (1964-1972). En 2004 repetía temática con dos tvmovies, esta vez con Sergio Castellitto, en las que por primera y única vez participaba España, con la aportación de Telecinco, además de la cadena pública TV3: La trappola y L’ombra ciñese.
Bélgica, cuna de Simenon, hizo lo propio en una coproducción con Francia durante los años 60, con 17 episodios protagonizados por Jan Teulings. Esa misma década otro actor francés, Jean Richard, se vistió del comisario hasta en 88 ocasiones, en una de las interpretaciones menos queridas por la crítica. Posteriormente, desde 1992 hasta 2015, Bruno Cremer interpretó una nueva versión producida por Francia en coproducción con Bélgica, Suiza y Checoslovaquia.
Holanda emitió varios episodios con Kees Brusse en el papel de Maigret. Otros actores como Rudolf Hrušínský, Louis Arbessier, Ljuba Tadic, Luis Van Rooten, Basil Sydney, se han puesto en la piel del mítico policía, mientras que la Rusia de los setenta ponía cara a Maigret con Boris Tenin, y en Japón con Kinya Aikawa en Tokyo Maigret Keiji. Más de sesenta años de televisión llevándose a la pantalla una y otra vez las historias de un comisario que parece eterno.