VALÈNCIA. El arte, la cultura y la tradición pueden servir para tejer un mapa de cualquier lugar. Una cartografía de saberes -y sabores- asociados con quienes forman parte de un mismo lugar, aquellos que estudian y saborean todo lo que les rodea. Aunque no todo está a simple vista, decía Marc Badal, en Vidas a la intemperie, que existe una ciudad rural que no se deja cartografiar. Una frase, e idea, a través de la que Irene Verdeguer e Irene Santamaría desarrollan su proyecto El menú de la Ciutat Rural, con el que buscan acercar la ciudad de València a los pueblos que la rodean. El proyecto se desarrolla en el marco del programa Cultura Resident del Connsorci de Museus y se desarrolla, en gran medida, en el Centre del Carme. El estudio va a través de situaciones e iniciativas que conectan "la dicotomía que existe dentro lo urbano y lo rural" a través de talleres, coloquios y varias acciones con las que perfilan su propio concepto de la "ciutat rural", uno que les toca explorar a través de la cultura, el arte y en su caso la cocina, comprendiendo esta como un ritual.
Este les ayuda a conformar una cartografía de lo que les rodea a través de ciertas mediaciones, actividades y con una propuesta en la que las ciudades y los pueblos se relacionan de una forma menos tradicional. Este proyecto, que según aclara Santamaría viene de lo “ligado al territorio”, les ayuda a comprender lo que les rodea a través de la comida, un arte que emplean como metodología de investigación y como herramienta.
“La comida es una herramienta con la que se pueden resignificar cosas o se pueden conocer los espacios de otra manera. Plantear una receta tradicional, recuperarla o hacerla es solo una manera de darle un nuevo significado”, explica una de las voces del proyecto. Ambas se consideran muy aficionadas a lo culinario, desde pequeñas han estado rodeado de recetas en sus casas y es hace un año cuando Vidas a la intemperie se coló en su camino haciéndoles plantearse si este arte podía llevarles un camino más allá. Tras finalizar el máster de mediación en Permea desarrollan un ideal de su investigación dentro del arte de la cocina para abordar el concepto del territorio. Lo investigan a través de la alimentación y observando a otros referentes a nivel europeo.
Con todo esto, las Irenes, intentan comprender todo lo que les rodea "respetando el gusto" que comparten por la comida, que se comprende como eje vertebrador del proyecto. "La comida nos sirve como puente, lenguaje y herramienta para investigar lo conecta los espacios. La cocina se convierte en un espacio dentro del ritual en la que hablamos del conocimiento sensible", explica Verdeguer, quien con mucho sabor y observación busca darle el toque más personal a esta receta sobre territorios escrita con muchas manos.
A lo largo de varias mediaciones con comida y en colaboración con espacios como el Centre del Carme y Cabanyal Horta -y colectivos como Edredón Lab- consiguen enlazar el arte contemporáneo con la alimentación y de alguna manera la política, provocando reacciones diversas dentro de sus acciones. “En cada mediación queremos tratar un tema que atraviesa el concepto de ciudad rural, abordamos este concepto y planteamos una cartografía contemporánea del espacio -explica Verdeguer- buscamos proyectos que se gestionen en València que tengan que ver con lo que investigamos, para estudiar el trabajo común”, añade una de las chefs de este proyecto,
Entre los objetivos del proyecto se encuentra la manera de imaginar y pensar en colectivo nuevas maneras de habitar el mundo, explorar las identidades urbanas en relación con la naturaleza y reflexionar sobre el concepto de soberanía alimentaria. Todo ello, mientras se generan espacios seguros y horizontales entre los participantes de las mediaciones, buscando que bajo el brazo se puedan llevar un aprendizaje que les acompañe en el día a día y en sus hábitos.
Para ello vertebran el proyecto en tres partes, con las que elaborar esta peculiar cartografía. Primero localizan como se "materializa" la "ciutat rural" en València, y ubican algunos de estos espacios en el mapa (como comercios, por ejemplo). En segundo lugar organizan cinco mediaciones articuladas "a través del arte y la cocina" con las que atraviesan el concepto de este estudio, registrando el proceso de investigación y creación junto a les participantes. La guinda final la pone un "Menú de la Ciutat Rural" real, compuesto por los platos que se cocinan en cada mediación, con recetas que responden a criterios tanto tradicionales como estéticos: "Nos interesa que la gente juegue y experimente con las recetas para generar un plato artístico que hable del territorio", puntualiza Santamaría.
Este proyecto tan ambicioso se cocina también con algunos pinches invitados. Para el Menú de la Ciutat Rural cuentan con otros perfiles de la Comunitat que les ayudan a añadir nuevos ingredientes en su menú infinito: “Colaboramos con Antoni Solera y Lucia Marti para investigar sobre las malas hierbas -explica Verdeguer- necesitamos una conexión doble para poder hablar de algunos conceptos sobre los que no nos manejamos tanto”.
Finalmente, el gran enlace de esta cartografía y este menú rural es el de buscar dinámicas más allá del comer, a través del conocimiento, lo artístico y lo visual: “Queremos ir más allá del comer, buscamos que se genere un espacio para compartir saberes y conocer las dinámicas que tienen que ver más con lo cultural y que hablen de los orígenes”, señala Santamaría, justo antes de ir a sacar uno de sus bizcochos del horno. Aunque Verdeguer, su pinche, le completa la respuesta: “Se generan dinámicas y registros que piden que la gente comparta ese tipo de saberes que tienen más que ver con lo artístico, Queremos ponerlo todo en común para compartir conocimiento y generar registros sobre lo que tenemos”, añade otra de las creadoras del proyecto.
A la hora de recoger este peculiar banquete a "las Irenes" no les queda una sensación de cansancio en el cuerpo. En su restaurante se cocina con la mente, con el corazón y con muchos pinches: personas que aunque no sepan cocinar son capaces de escuchar y aprender, y de aportar su granito de sal al asunto. Hacen sus pequeñas aportaciones para analizar una ciudad que, a fuego lento, se va dejando cartografiar por quien la habita y la comprende.