¡Acere, compadre, parce! ¡Qué man pa comer, que galgo tú eres! No te encachimbes por no poder tomar el calalú de tu mamá, que también la madre patria es bacano pa zampar
Gandíos (no es un gentilicio de Gandía, es ‘glotón’ para los de Barranquilla) de aquí y del Caribe, en este artículo encontraréis las direcciones -algunas más prescindibles que otras- para pillar un empache de arepitas, sancochos, tequeños y otras delicias de la gastronomía de los países bañados por aguas caribeñas. Destapa la Pony Malta, y vámonos para ese bembé, que habrá harto pa comé y bebé.
De Bogotá al Botànic
Acorde con la Constitución de 1991, Colombia está compuesta por 32 departamentos, un distrito capital y el oloroso chaflán de la Gran Vía Fernando el Católico con San Jacinto. En este rincón fronterizo con el barrio del Botánico dos locales -Delicias El Paisa y Pikpan- cocinan arepas con todo, patacones -antiguamente, una moneda colonial de morfología irregular, después una fritura de plátano verde aplastado- con todo, bandejas paisa con todo, empanadas y lisérgicos jugos de frutas tropicales.
«Lo más típico las empanaditas de harina de maíz rellenas de ternera y patata. Se diferencian de las peruanas porque están hechas de harina de maíz en vez de la de trigo. También se venden muchas arepas: de carne, de pollo, de chicharrón, de queso... de lo que te puedas imaginar las podemos rellenar. Tenemos todo tipo de bollería colombiana: pandebono, buñuelitos, pastel gloria, pan de coco, roscón de guayaba, pan de coco, aborrajado, pan de yuca, pan de queso, pan bobo... ». Desde hace 8 años, en Pikapan se dispensan estos y otros contundentes manjares, como cuenta un joven camarero colombiano que habla a tal velocidad que ni Barbara Blackburn, la que fuera la mecanógrafa más rápida del mundo, hubiera podido transcribir en sus mejores años.
En el local contiguo, Mónica, la dueña de Delicias El Paisa, contenta a su clientela con tremendas y aceitosas picadas -también llamadas fritanga, un plato que combina trozos fritos de productos cárnicos nada parcos en grasa con tubérculos surtidos y más plátano en formatos diversos-. La cocina de cuchara tiene su traducción al colombiano con los sancochos, un cocido en el que caben todas las carnes, además de papa, yuca, cilantro, mazorcas, guisantes, zanahorias, achiotes y lo que caiga en la olla para dar sabor y color. Esta popular sopa tiene una versión apodada‘sancocho trifásico’, brebaje con el que recuperarse del guayabo -la resaca- e irse otra vez de de espeluque.
Sobre la bandeja paisa, uno de los platos más representativos de Colombia, esta antioqueña cuenta que lleva «arroz blanco, chorizo, carne mechada o carne molida (picada que dicen ustedes), arepa hecha de maíz molido, que es para nosotros como el pan para ustedes; lleva tajadas de plátano macho maduro, huevos fritos, aguacate, costilla, frijoles, tomate y panceta, que los colombianos le decimos chicharrón». Un plato bien contundente servido en una enorme bandeja de aluminio que un buen paisa -oriundo de Antioquia- es capaz de comerse entero hasta tres veces por semana pero que los nacionales dividimos entre dos o tres porciones. «El porqué del tamaño es que nosotros el plato fuerte lo comemos al mediodía, no en la cena. Se come entre las 12 y las 2 y luego se hace una cena ligera. Es una cuestión que tiene que ver con el tiempo, con el clima, que es casi idéntico los 365 días del año al estar cerca del Ecuador».
La especialidad de Delicias El Paisa está hecha para apapachar -brindar cariño, consentir- al comensal: «Yo trato que aquí la comida sea como allí, como la comida de la abuela. No muy fancy, no muy moderno, exactamente como de la abuela. Para que los colombianos se sientan como en casa».
Tequeños en Rascaña
«Noooooooo, gracias a ti por querer conocer de mi país» dice el gerente venezolano de una concurrida tienda de abarrotes de horario irregular (o sea, un badulaque con apertura comercial relajada) cuando se le pregunta por restaurantes de su tierra aquí en València.
La Papita de Leche es el establecimiento recomendado para perder la línea y adentrarse en la autenticidad venezolana. En el menú, oleosos tequeños -un entremés aclamado por el pueblo que consiste en una dorada masa de harina de trigo frita que encierra en su interior queso fundido-, empanadas de muy buena sazón y otros sabrosos pasapalos (bella palabra para referirse a canapés, frivolidades y otra finger food). En su oferta de arepas son especialmente queridas las cachapas, una preparación con harina de maíz rellena con quesos tierno, jamón o las más finas margarinas vegetales, que hay que cuidar el colesterol.
Falleros, chinos y dominicanos ardientes
El estrépito de una partida de billar animada por el ron, los panitas que han quedado para ir a tomal al bochinche que se forma cada noche en el 50 de Convento Jerusalem -con su correspondiente quilombo y ocasionales intervenciones de la policía local- y un vocerío conjunto que dice: «Sésarrrr, Sésarrrr, un pica-pollo con fritos». Es el Bar-Café Maunaloa, un volcán figurado y literal en el que entre trago y trago, su público mayoritariamente dominicano baja los litros de cerveza Brahma y Malta India con raciones de pica-pollo -un pollo frito ‘clase aparte’ de crujiente exterior y jugoso corazón caribeño-; mofongo -potente majado de plátanos verdes fritos y ajo servido con chicharrón- o mangú con salami y queso frito.
El Maunaloa, lugar de encuentro de voluptuosas amigas de la silicona, coleccionistas de cadenas de plata y familias quisqueyanas. Entre uno de los casales falleros con más solera de la ciudad y el agripicante olor de los restaurantes chinos chinos está el puro calor tropical.
Bonus track: la contraseña del wifi solía ser ‘cesarcristina69’. Ya tú sabe.