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Bitácora de un mundo reinventado / OPINIÓN

Sacerdotisas navideñas

10/12/2021 - 

Ya está aquí la prenavidad y con ella aterrizan los rituales. Mi hija me saca del muermo invernal para baquetearme por las calles del centro y hacerme aguantar colas, villancicos y celofanes. Maldigo mientras arrastro las cajas con el árbol y los abalorios de una casa a otra, pero verla feliz me compensa. Superamos altillos, garajes y el riesgo de agarrar un ataque de ciática igual que yo le hacía sufrir a mi madre cuando tenía su edad. No he visto semejante furor en ningún hombre de mi familia, ¿es un síndrome femenino?

“Una fruta que empiece por ese, mamá…” Cuando está colocada la última bola navideña, mi hija se entretiene con una aplicación de acertijos mientras preparo la cena. “…Y ahora una ciudad, rápido, un famoso que empiece por ese, ¡y ahora una marca!” Meto la lechuga bajo el chorro del grifo y arrugo el ceño. Un famoso. Una marca. ¿Qué tiene esta generación en la cabeza? Me quedo en blanco enseguida y la niña busca a su padre decepcionada con mi lentitud. No es justo, he sido excelente con las capitales y las frutas, pero me quedo sola con mi hoja de roble bajo el agua y no me resisto a la inquietud. Mientras retiro con el pulgar la tierra de las hojas mi cabeza ya se ha disparado muy lejos de la ensalada. Marcas y famosos, nombres que saltan rápido a su conciencia, ¿es acaso la estopa que les llena la cabeza a los jóvenes?

Hemos decorado con espumillón hasta el último ángulo de la casa mientras escuchábamos a Mariah Carey y me he preguntado qué valores mueven hoy esta idolatría de la navidad. La niña no tiene una educación cristiana, pero la llegada de diciembre la excita. Su mundo se anuncia más inseguro que el de sus padres, ¿es la familia el último ideal, el gran refugio? Su hermano volverá a casa, sus primos se dejarán ver y a los abuelos los recibirá bajo el mismo techo. En mi consulta he escuchado a muchas mujeres defender las reuniones navideñas como una fortaleza, hacer concesiones que bordean lo delirante, sacar pecho (y delantal) aunque sea a costa de pastillas (este mes se dispara la prescripción de antidepresivos y tranquilizantes). Nunca vi a mi hermano o a mi hijo poner tanto empeño en que no faltara ni un brillo ni un regalo. Nunca escuché instrucciones explícitas al respecto pero, si la navidad significa familia y seguimos siendo nosotras las grandes promotoras, ¿de dónde viene este impulso?

Quizá se trate del conocimiento sensual-sensorial tan propio de la transmisión entre mujeres, especialmente las más oprimidas. Es el que Minna Salami, la ensayista nigeriana-finlandesa, antepone al conocimiento científico y tan lleno de sesgos, el que anima la expresión creativa por medio de ritos, danza, arte y empatía. Frente al conocer hegemónico y tan masculino que ella señala como europatriarcal (acumulativo, sesgado, arrojadizo y “obsesionado con las jerarquías, robótico, rígido y ceñido a normas”), ella promueve en su aplaudido blog (msafropolitan.com) un hilo de conocimiento que se mueve entre mujeres negras y escapó al rodillo cultural imperialista. En su ensayo Al otro lado de la montaña (así verías el mundo si no te lo contara siempre un hombre blanco europeo), estas personas exiliadas de la educación trasiegan entre citas de creadores y ensayistas. Son mujeres que no sólo registran sino que transmiten conocimiento; lo hacen “mediante la creatividad: tejiendo colchas, contando historias y cuidando jardines”, por ejemplo.

Imagino a mi madre y a la madre de mi madre convocando a la familia por navidad y abriendo cajones para airear el mejor mantel, haciendo listas, frotando copas con el mismo ánimo que yo: rezongonas pero encantadas. Las imagino empecinadas y orgullosas, haciendo las mil y una concesiones para reunir a la tribu. Concesiones e indultos, grandes como sapos. Observo a mi hija mientras se deleita con la posición de un reno en la entrada y siento que el espíritu de mis antecesoras nos ha convocado. Casi puedo escuchar ese mensaje que circula todavía por la orilla de la historia y debemos cuidar porque sólo las emociones explican la experiencia. Nos atañe a todos hacerlo: mujeres y hombres, blancos y negros, porque “es el matrimonio de la inteligencia emocional con las capacidades intelectuales… e implica perseguir el conocimiento en busca de elevación y progreso, no por apetito de poder”.

Así como la poesía explica la nostalgia mejor que un teorema, “la danza ─señala Miss Afropolitan─ describe la libertad de un modo imposible para las matemáticas”. Los rituales de acogida y de gratitud en navidad, añadiría yo, explican mejor la pertenencia y los lazos, algo que nos hace mucha falta este mes de diciembre. Ese encuentro agotador o anodino al que acudimos por inercia parece no decir nada y lo dice todo. Por mucho que los jóvenes parezcan entretenidos con famosos y marcas, el lugar más ansiado puede que siga siendo esa mesa navideña. 

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