mar abierto / OPINIÓN

Sánch-End

11/05/2021 - 

La campaña y resultados del 4M, han descubierto que el Pedro Sánchez que parecía indestructible, atado a su manual de resistencia’, presenta claras vías de agua. Abusando de la moción-atajo para acaparar poder, con sus propios errores ha provocado un cráter por el que, a quien quiera verlo, ya asoma su final.

Porque no sólo encendió la mecha en su obsesión por derribar al PP, sino que, además, se lanzó compulsivamente, y con torpeza, a protagonizar una campaña hostil. Para, sin embargo, en cuanto entrevió el fracaso, dejar abandonado con marmórea frialdad al candidato Gabilondo. Sin tener la gallardía de acompañar a su compañeros tras el descalabro electoral. Y siguiendo su táctica habitual de desaparecer, en el silencio, hasta que nos olvidemos. O eso cree, porque esta vez ya no le va a salir bien.

Un descalabro del que él -con su entorno- es el máximo responsable. Por estar ocupado en frívolos juegos de tronos, en lugar de atender sus obligaciones. Como era aprobar una legislación de pandemias, para disponer de alternativas jurídicas tras concluir el Estado de Alarma. Ha consumido más de un año, y llegado el momento, no había nada. Una vez más, un ineficaz Sánchez retratado en su vacuidad.

Eso sí, en cuanto han pasado las elecciones, anuncios de incrementos fiscales como el diesel, la eliminación de la tributación conjunta por IRPF en los matrimonios o el peaje por circular. En esa lógica, lo siguiente será por pasear las calles. Objetivo: recaudar 80.000 millones de euros, en el momento que más alivio necesitarían los ciudadanos, comerciantes y autónomos. El mundo al revés. Si la desafortunada razón “el que la usa la paga” ha de aplicarse, que lo sea, para empezar, a la desmedida utilización de bienes públicos como el Falcon o Doñana con sus amigos.

El otro extremo de la mecha lo encendió Inés Arrimadas, que se lanzó al espejismo del poder fácil y, en realidad, ha dado al traste con el proyecto de Cs. Y si imperdonable fue la ausencia de Sánchez la noche del derrumbe electoral, más, si cabe, la de la líder  naranja, a quien no hemos escuchado la menor autocrítica (y ya van varias ocasiones) ni asumir ningún tipo de  responsabilidad.

Porque si el PSOE ha quedado noqueado, con Tezanos el del CIS bajando al barro del insulto “tabernario” a más de 1,6 millones de votantes, el peor parado ha sido Ciudadanos, afectado gravemente en sus constantes vitales. Y lo que no se ha resaltado, es que sus 129.000 votos que han acabado en ninguna parte, hubieran supuesto 5 escaños al PP: una mayoría absoluta de 70. 

¿Y Pablo Iglesias? Pues ha hecho de inmediato ‘mutis por el foro’, en una espantada premeditada desde el día que dejó la Vicepresidencia con una hoja de gestión en blanco, para transitar al mundo de las puertas giratorias que tanto criticaba antes de pasar a ser casta. Con él, y su desmoronamiento, ha frustrado la ilusión política de tantas personas a quienes embaucó con sus lemas maniqueos sobre “los de arriba y los de abajo”. Por cierto, que en Vallecas, donde prometió que siempre viviría, el partido más votado no ha sido Podemos sino el PP. Como en los 21 distritos de la ciudad de Madrid y en todos los municipios de su Comunidad, menos un par. Lo que demuestra que éste es un mundo de estereotipos, roles, prejuicios y lecturas equivocadas. Que la realidad discurre por otra vía y que algunos evidencian haber dejado de saberla leer.

El 4M, en el que ha sucumbido la ‘nueva política’ emergido no hace tanto, ha demostrado a la gente que es posible ganar al marketing de artificio de Iván Redondo. Y gobernar desde el centro-derecha como han conseguido ya Feijoó en Galicia y Ayuso en Madrid, con más escaños que la suma de todos los partidos a su izquierda. Y las encuestas indican que pasará también en Andalucía, durante décadas el mayor feudo socialista.

Mientras, el PSOE oficial pretende redimirse expulsando, por ser críticos, a históricos socialistas como Nicolás Redondo Terreros y Joaquín Leguina. Lo siguiente será abjurar  explícitamente de Felipe González. En todo caso, el 4M ha revelado que hay alternativa. Y que el Sanchismo, enmarañado en sus tácticas, tiene escrito el final. Porque, hasta las malas películas, tienen un The End.

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