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finalista del premio planeta

Sánchez-Garnica: "Dicen que mis personajes son mujeres fuertes, pero simplemente son mujeres"

10/02/2022 - 

ALICANTE. Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) quedó finalista en la última edición del Premio Planeta con Últimos días en Berlín. La novela relata una historia de amor que se entrelaza de forma estremecedora con el contexto sociopolítico de las décadas más negras del siglo pasado y los comportamientos más miserables del nazismo y el comunismo, algo que había quedado muy atrás. Sin embargo, el ambiente actual no solo está cada vez más polarizado o radicalizado, sino que se atisban escenarios que creíamos imposibles en pleno siglo XXI, como esa tensión latente entre Rusia y Ucrania que hace ver la ficción como algo susceptible de repetirse. A pesar del parecido razonable entre aquellos y estos actores que azuzan el odio y buscan el pensamiento único, de los escenarios en los que se desarrolla y de las herramientas que utilizan, la autora, que este viernes presenta el libro en las Veladas literarias del Maestral, se muestra confiada en el ser humano y su sentido común. “Somos una sociedad menos vulnerable que entonces”, sentencia.

— El libro conciencia sobre los errores del pasado, pero ¿se está haciendo lo suficiente para evitar el horror? ¿Se está tropezando con la misma piedra?

— Espero que no. Soy optimista y confío en el sentido común del ser humano, pero sí que es verdad que no debemos bajar la guardia. Deberíamos estar siempre alerta porque no estamos exentos de los males y las tragedias que han sucedido en el pasado. Nos puede pasar lo mismo con distintos medios y formas, pero con los mismos resultados trágicos del pasado. Del igual modo que ocurre en el presente en otras partes del mundo que no son Occidente.

No todo es sociedad occidental o europea y ese estado de derecho o sociedad democrática en el que estamos envueltos. Hay muchos lugares del mundo que están sufriendo dictaduras y regímenes que coartan absolutamente la capacidad de pensar, vivir y existir. Deberíamos estar siempre alerta. Las tensiones geopolíticas siempre han existido en estos últimos ochenta años. Hemos vivido siempre con esa sensación. La amenaza de Rusia respecto a Ucrania empezó en 2015 o 2016 y son órdagos que se echan. Esperemos que quede ahí, en órdagos, y que no vayan a más.

— Algunos de los actores son los mismos que entonces o al menos muy parecidos…

— No sé si los mismos o muy parecidos, pero todos los extremos se tocan porque lo que quieren es controlar a la población y generar movimientos de masas. No solamente un partido único, una ideología única o rendir pleitesía a un líder, sino hacer un movimiento de masas que se vuelque y, el que no forme parte de él, queda excluido y en peligro. En nuestra polarización, todavía no estamos en eso. Por ahora hay algo más de sentido común en España y en Europa. Somos una sociedad menos vulnerable que entonces.

— En lo que sí están algunos es en nutrir esas trincheras de acólitos… 

— La diferencia es enriquecimiento. Si todos pensamos igual, es algo absurdo. El hecho de que alguien piense diferente a mí y que lo hablemos sin tratar de convencer sino de argumentar, pues, nos enriquece. En ese argumentario podemos enriquecernos muchísimo. Yo creo que hay más de eso que de lo otro. Es cierto que en las redes sociales todo lo malo se magnifica en exceso, pero no. Yo soy humanista y creo mucho en el ser humano. A mí me gusta estar con gente que no piensa como yo para entender sus argumentos y por qué no piensa como yo. Eso es más general de lo que percibimos o de lo que nos quieren hacer percibir esos extremos que quieren un pensamiento único. Ellos están en los extremos, pero en ese centro entre uno y otro es donde está la mayoría.

— ¿Y este libro puede ser un remedio?

— La literatura, la lectura, en general, es un instrumento para crear una sociedad crítica, con opinión y difícilmente manipulable. Una sociedad que sea capaz de plantar cara al que quiere arrebatarnos ese Estado de derecho o esa capacidad de decidir sobre nuestra vida. Un Estado de derecho que supone también unas obligaciones. Estamos en esta sociedad avanzada y bien estructurada, leída, que capacita para darnos cuenta de que no queremos que nos manipulen. Los libros nos aportan esa capacidad de pensar por uno mismo y de que seamos difícilmente manipulables. La base de los que pretenden el pensamiento único es la capacidad de manipular.

— ¿Las redes sociales pueden ser ese instrumento para manipular?

— No se ha inventado nada nuevo. Las redes sociales son muy sofisticadas, pero en el nazismo se fabricaron unos aparatos de radio muy baratos para que toda la población pudiera escuchar la voz de Goebbels y sus discursos de propaganda. Esas eran las redes sociales de entonces. La capacidad de delación del vecindario y de los amigos, el miedo a ser señalado; eso ya existía. Ahora existe el miedo a que te trituren en las redes a través de miles de tweets, pero ya estaba inventado.

Al final, de lo que se trata es de que, cuando entremos en esas redes sociales, no nos dejemos arrastrar. Que tengamos capacidad de criterio y de opinar si eso es verdad o si merece la pena. La nobleza del ser humano de decir “esto me parece injusto”. Es decir que, aunque no esté de acuerdo con esa persona, sea capaz de ver lo injusto que es lo que se le está haciendo. Y creo que hay sentido común en esta sociedad como para poder hacerlo.

— Como decía, la descripción de la época es estremecedora. ¿Cómo fue el proceso de documentación y preparación de los escenarios y personajes?

— A través de la lectura. También de películas muy descriptivas y documentales, pero básicamente mediante la lectura. Mi base de documentación siempre es leer y leer mucho. Sobre todo, ensayos para entender la historia, pero además me he encontrado con diarios personales con diferentes puntos de vista. Diarios de rusos que sufrieron el estalinismo, de nazis convencidos de su ideología o que se arrepintieron, judíos que veían cómo iban arrebatándoles sus derechos, etcétera. Textos de gente que escribía lo que vivía y que yo he tenido la fortuna de poder encontrar. Eso me ayudó a entender la psicología y cómo gestionaba sus sentimientos esa gente.

Los sentimientos buenos y los malos, porque nadie es bueno o malo: todos gestionamos nuestra vida como buenamente podemos en el momento que nos toca, con los prejuicios, las leyes y las costumbres que nos tocan. Es muy fácil juzgar y criticar cuando lo vemos desde el presente: “cómo es posible que los alemanes permitieran eso”. Bueno, bueno… Ponte tú en el lugar de esa sociedad alemana, con esa vulnerabilidad, y a ver si hubieras podido mantener tus principios morales tan impertérritos. Era complicado porque te podía costar la vida o una buena temporada en las cárceles de la Gestapo. Y no te digo nada en la parte rusa donde, solo por pensar, ya podías ser detenido.

Por todo eso digo que la lectura te hace más tolerante, porque te obliga a ponerte en el lugar del personaje con las circunstancias reales que está viviendo esa persona, no con las que tú estás, en la comodidad de tu sillón, en tu casa, en esta sociedad en que vivimos en la que se nos permite hablar, criticar y explicar tus opiniones sin problemas. Ponte en su situación y piensa qué harías. Esa es la grandeza de la lectura, que nos da tolerancia.

Paloma Sánchez-Garnica. FOTOS: Arduino Vannucchi.

— El contexto sociopolítico de la época hace que la historia de amor de los protagonistas se narre con mucha tensión e intensidad, algo que atrapa, pero, sin duda, es algo que también deja un mensaje muy valioso, y es que el amor es más poderoso que el odio que les rodea…

— Claro. Es que, a final, el ser humano tiene unos sentimientos muy nobles y que son los que le diferencian de otros seres. El amor, en el sentido más amplio de la palabra, no solo el pasional. El amor de una madre, de los hijos, de los hermanos, de los amigos. En esta historia hay amistades forjadas en situaciones muy, pero que muy complicadas. Son sentimientos que ennoblecen al ser humano y que nos dicen que, a pesar de las situaciones tan complicadas, el ser humano tiene la capacidad de amar y perdonar. De entablar una amistad buena, aunque todo a su alrededor se desmorone. Unos sentimientos que ayudan a sobrevivir.

Leí un libro que me pareció fascinante: El hombre en busca de sentido, de Viktor Emil Frankl. Es de un psiquiatra austriaco, un judío que estuvo en varios campos de concentración y observó que allí la gente no sobrevivía por estar más o menos fuerte o por estar mejor o peor alimentado. No. El que sobrevivía a pesar de todas las miserias, el hambre y la humillación, siendo un pellejo, era porque tenía un sentido para vivir: alguien que le estuviera esperando. La intención de encontrar a alguien o simplemente un poema que se repetían mentalmente a diario. En el momento en el que ese sentido desaparecía, se arrinconaban y morían en pocas horas. Ese sentimiento tan noble que tenemos los seres humanos del amor, el perdón o la amistad nos ayuda en momentos muy críticos.

— Y también nos da esperanza…

— Claro, eso es lo que he querido reflejar. El ser humano, después de toda la devastación que sufre, es capaz de reconstruir el núcleo de una familia y, por tanto, de la sociedad. A pesar de todos los pesares, el ser humano es capaz de volver a empezar.

— En la novela no solo hay un gran peso de los personajes femeninos, sino que su actitud es valiente e incluso desafiante, pero el protagonista es un hombre…

— No me planteo cuándo un personaje debe ser un hombre o una mujer, si deben ser hombres o mujeres fuertes, etcétera. Con Yuri Santacruz lo tuve claro porque yo quería que el lector fuese caminando por esos escenarios que él vive y quería que fuera el bastión de esa historia. A partir de ahí, surgen los personajes que van a su alrededor, como en la realidad. Porque tú no eres un personaje único, sino que tu vida se ve muy condicionada por la gente se cruza en tu camino, para bien o para mal.

Me sorprende cuando me dicen que son mujeres fuertes. Simplemente son mujeres. Son personajes que pueden tener debilidades y fortalezas. Son personajes que en un momento pueden ser héroes, pero que podrían ser villanos, según las circunstancias y lo que se jueguen. Eso es lo que les pasa a mis personajes. Hay momentos en que son muy fuertes y en otras ocasiones no son capaces de soportar lo que se les viene encima. Hombres y mujeres.

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