La guitarrista y cantautora de Pedreguer prepara la salida de su segundo disco en solitario, que supone un cambio sonoro y estético rotundo con respecto a Niño Reptil Ángel (2021). En sus nuevas canciones, la exploración del folclore y el cancionero de tradición oral busca inspiración en el pop de los ochenta y la música de baile
VALÈNCIA. La Mona es el título de un juego de cartas al que Sandra Monfort (Pedreguer, 1992) jugaba de pequeña con su abuela. También era el nombre con el que se denominaba a la sota de oros, también conocida como “la puta de oros” o “la solterona”. En este juego, todas las cartas tienen pareja, menos la mona. El que se queda con ella, pierde. Una desgracia, vaya.
La guitarrista y cantautora eligió ese apelativo peyorativo como título para su segundo disco en solitario, que el sello Hidden Track publicará el próximo 27 de octubre. Un álbum que sorprenderá a muchos, porque en él hay un importante viraje musical, conceptual y estético con respecto a Niño Reptil Ángel (Hidden Track, 2021). En sus nuevas canciones, la música de Sandra Monfort resta gravedad e incorpora un tono humorístico y festivo; no suelta la guitarra, pero cede mucho protagonismo a los sintetizadores analógicos. Hablamos con Sandra de esta nueva etapa, apenas unos días después de la publicación de su primer videosingle, “Pasodoble María”, en el que la chica sin maquillar, natural y con la melena al viento, da paso a una otro personaje mucho más posmoderno y cool.
“Este disco me ha pillado en un momento muy distinto al que atravesaba cuando estaba componiendo Niño Reptil Ángel. De alguna manera, me he hecho mayor. Mi primer disco era más íntimo y etéreo porque estaba viviendo una etapa muy introspectiva”.
La Mona, nos explica, es el fruto de otro tipo de motivaciones. “Tenía ganas de expansión, de derramar todo lo que se ha ido cociendo dentro de mí estos años. He aprendido que no me ayuda encerrarme demasiado en mí misma. Quería mostrar mis pensamientos de forma más desenfadada y alegre. También con más contundencia. He querido involucrar el cuerpo y ofrecer algo más movido y bailable”. “Mis primeras canciones eran más nostálgicas. Hablaban de cómo embellecer todo lo que pensamos que es feo de nosotras mismas. El segundo disco habla de cómo apropiarse de ese dolor y expulsarlo para afuera”.
¿Por qué ha rescatado a la soltera de oros, a la que nadie quiere, como título? “Quería reapropiarme de ese personaje, abanderarlo para decir basta por todo lo que nos han escupido a las mujeres y nos han hecho avergonzarnos de nosotras mismas. De ahí el cambio de tono, y el tono humorístico que se ve en canciones como “Pasodoble María” cuando digo A fer la mà!”.
“La melodía de esta canción la hice con la guitarra acústica, y los arreglos los hizo la banda de mi pueblo, la de la Escola de Música de Pedreguer. Al final, aunque las canciones son de creación propia, todas beben de mi biblioteca personal de canciones folclóricas tradicionales, que incluyen también boleros, bachatas o coplas. He escuchado mucho a Concha Piquer, y mi abuela cantaba muchas coplas. He querido que todos esos recuerdos familiares, desde la música que sonaba en casa hasta la mesa donde nos reuníamos a comer puchero, estén presentes en este disco”.
La presencia de paisajes y elementos visuales locales es habitual en todos los videoclips de Sandra Monfort, pero en “Pasodoble María” se hace de forma mucho más explícita y cómica, buscando el juego de contrastes entre tradición y modernidad. La huerta de La Punta y la Ciudad de las Artes. La cultura techno y la paella de los domingos. “Me gusta mucho la cultura folklórica valenciana. El ritual de la paella y todo lo que hay alrededor es una cosa muy colectiva. Las abuelas en mi pueblo se siguen jugando para jugar al Burro y salen a la calle con la mecedora y la tauleta para jugar a las cartas y beber güisquet. También la Ruta del Bakalao forma parte de nosotros. En este video que hice con Eva Rausell como directora quise coger pinceladas de todo y representarlo visualmente”.
Con la publicación, hace justo un año, del videosingle “Estrany Triangle Amorós”, Sandra Monfort nos estaba poniendo sobre la pista de lo que estaba por venir. Aquella personal versión de la banda británica New Order era un guiño al pop electrónico de los años ochenta, pero ralentizado y trasladado al universo sonoro de la guitarra acústica.
Después de escuchar un avance del disco al completo, observamos que en varias canciones los sintetizadores y los ritmos sintéticos le comen mucho terreno a la guitarra, el instrumento que más identifica a Sandra Monfort. ¿Es una renuncia autoimpuesta? “Tengo un dilema continuo conmigo misma, porque me gusta mucho tocar la guitarra. Soy guitarrista de profesión, y veo como cada vez la industria me va empujando fuera de lo guitarrístico. Me gusta también muchísimo la electrónica, pero es evidente que está quitando cada vez más espacio a los instrumentos de cuerda. En este disco, aunque a veces no escuches tanta guitarra, en realidad la base de todas las canciones la he compuesto únicamente con guitarra y piano, como siempre he hecho”.
Parece una nueva Sandra Monfort, pero sigue siendo claramente identificable. Sobre todo en la cadencia y el estilo susurrante al cantar. “La verdad es que no sé cantar de otra manera (ríe). A veces, cuando pruebo a cantar de forma más histriónica y con más fuerza, me quedo un poco afónica. Además, no me gusta mi tono de voz chillado. Creo que me luce más tal y como canto, y además forma parte de mi identidad como artista”.
Sandra es sincera, y no oculta que una de las muchas razones que han motivado esta evolución hacia canciones más directas y con potencial más comercial es el deseo de ampliar el espectro de público potencial que se acerca a su música. “Con Niño Reptil Ángel sentí que había una especie de techo de cristal; un límite, un tapón. Llegaba sin problema a cierto tipo de público, pero no a otros. Por ejemplo, en los festivales no cabía una propuesta como la mía. Desde luego, este cambio no responde a una estrategia por la que haya tenido que forzarme a hacer nada que no quisiera. Ha sido todo muy natural y este disco refleja de forma muy fiel el momento vital en el que estoy”.
“En estos momentos estoy buscando un equilibrio entre lo que me apetece y lo que me ayuda a vivir. Aunque los artistas tendamos a decir que hacemos lo que nos da la gana, la realidad no es exactamente así. Todos queremos que lo que hacemos le guste a la gente, y todos tenemos que comer. Yo solo me gano la vida con la música”. “De todos modos, tarde o temprano volveré a sacar un disco que solo tenga guitarras y pianos”, afirma.
Derivamos la conversación hacia cómo todas las decisiones del artista están atravesadas, de forma más o menos explícita, por la política. “Escribir poesía ya es en sí una decisión política -sostiene-, y la decisión de expresarme en mi lengua también lo es. Cuando meto palabras mal dichas en mis canciones, lo hago de manera deliberada, porque es como se habla en mi pueblo, como lo diría mi abuela. Cantar en valencià es un acto político ante el que no quiero ceder”.
¿Hay inquietud en la escena de la música en valenciano ante el futuro? ¿Temen que las nuevas políticas culturales releguen este tipo de proyectos? “Estamos asustadísimas -reconoce-, porque podemos perder todo lo que hemos trabajado y conseguido durante los últimos tiempos. Se estaban empezando a crear circuitos que antes no existían y teníamos unas ayudas del Institut Valencià de Cultura que nos ayudaban a seguir componiendo. No he perdido la esperanza, pero hay miedo. También es cierto que creo que en los últimos años nos habíamos apalancado un poco; había esta sensación de que ya no hacía falta movilizarse ni hablar del tema. Creo que la nueva situación nos abre la oportunidad de volver a reivindicar la lengua”.