Con ciertas dosis de espectáculo y luchadores que emplean técnicas muy diversas de combate y artes marciales, las MMA (Mixed Martial Arts) se han convertido en el deporte de moda. El gandiense Álex Sanz sueña con entrar en la élite
VALÈNCIA. Hace unas décadas, Bruce Lee o Jean-Claude Van Damme eran los ídolos de muchos jóvenes que deseaban practicar deportes de contacto. Hoy las nuevas estrellas son Conor McGregor, Amanda Nunes, Demetrious Johnson o Khabib Nurmagomedov. Todos ellos practican las artes marciales mixtas (MMA en sus siglas en inglés), uno de los deportes de mayor contacto que existe en la actualidad al permitir el uso de golpes, patadas, llaves, estrangulaciones y técnicas provenientes de una gran variedad de disciplinas de combate y artes marciales. No todo vale, pero en cada pelea la posibilidad de morir aparece en la mente de los luchadores, que hacen lo imposible para que esos golpes no acaben en knockout o en lesiones que les aparten de esa jaula octagonal más tiempo del deseado.
Una pelea a torso desnudo, pantalones cortos, pies desnudos y guantes de cuatro onzas (unos cien gramos) en la que golpearán, saldrán de una llave, caerán al piso y volverán a levantarse hasta que ya no puedan más. Serán veinticinco minutos que dejan atrás meses de entrenamiento, de exigir el cuerpo al máximo y de llevar una adecuada alimentación para lograr que la báscula marque el peso reglamentario.
Una lucha cuerpo a cuerpo que cada vez tiene más aceptación, ya que las MMA se han convertido en uno de los deportes que más crecimiento ha experimentado. Así lo apuntan estudios realizados por la consultora Nielsen Sports, que también detalla que España pasa a copar la lista en crecimiento de aficionados (un 6,5% en los últimos tres años). Un impulso que ya se había notado antes: las licencias han crecido en más de un 200% en un año y ya hay más de 500 centros deportivos para practicar modalidades como las MMA, y otras más tradicionales como el kick boxing, el muay thai o el kung-fu.
Álex Sanz es uno de tantos niños que creció con Van Damme y luego quiso convertirse en George St-Pierre. La lucha no la llevaba en su ADN pero vio en las artes marciales una forma de esconder sus inseguridades. «Desde bien pequeño tenía mucha personalidad, y con trece años me encantaba el rosa y bailaba —por influencia de mi hermana— pero también era muy delgado y bajito, así que se metían conmigo», recuerda aún visualizando sus Converse rosas. Para espantar sus miedos y aprender a defenderse se apuntó a kick boxing. Sin embargo, fue una imagen de dos luchadores en el suelo con sus rostros ensangrentados lo que le llevó a interesarse por las MMA y a pensar «quiero ser como ese luchador (George St-Pierre), al que seguro que todo el mundo le tiene mucho respeto».
El 12 de noviembre de 1993, mientras Royce Gracie se coronaba campeón del primer evento de la empresa estadounidense Ultimate Fighting Championship (UFC), en España poco o nada se conocía sobre las MMA. Tampoco durante la primera década del 2000, hecho que obligó a Álex a ejercitarse por su cuenta hasta que encontró un gimnasio especializado. Marchó a Madrid con dieciocho años, de la mano de Fabrício Werdum, excampeón del peso pesado de la Ultimate Fighting Championship (UFC), tres veces campeón mundial de jiu jitsu brasileño y dos veces campeón mundial de grappling (Agarres).
Aquel primer día lo recordará toda su vida: «El olor a réflex impregnaba el gimnasio, la gente se pegaba como si fuera un combate real y la mayoría tenía el rostro lleno de cortes y heridas». Fue entonces cuando aprendió la utilidad del Loctite en las esquinas del ring, pues «cuando un luchador se corta, en vez de coserse la herida, se pone pegamento para seguir entrenando».
Aquel día fue consciente de que debería trabajar duro para abrirse paso en las MMA y sintió cierto pavor porque «en el vestuario comparé mi cuerpo con el de otros luchadores y todos eran mucho más fuertes y grandes». No le mermó en sus aspiraciones y la vida de Álex fue como la de cualquier otro deportista que desea abrirse paso: largos entrenamientos, sacrificios en la alimentación, un trabajo para poder vivir… Hasta que llegó su primer combate, que acabó en una derrota rotunda. «No estaba preparado mentalmente y fui literalmente un saco de patatas. Subí las manos para protegerme la cara y me dediqué a aguantar todo tipo de golpes hasta los tres asaltos que duró la pela», recuerda ahora con cierto humor.
Para llegar a su peso, los luchadores pueden perder hasta diez kilos en un día con métodos que ponen en peligro su salud
El Campeón de España en 2016 explica que un luchador de MMA debe dominar disciplinas enfocadas tanto en la pelea de pie como la lucha en el piso, por lo que es necesario dominar aspectos de deportes olímpicos (boxeo, Judo, lucha o wrestling) y de otros deportes, como kick boxing, muay thai o jiu jitsu. Una amplitud del repertorio técnico y una astucia reglamentaria, que convierten a las MMA en un espectáculo.
«El boxeo son doce rounds con los golpes permitidos (jab, directo, cross, upper y swing) mientras que una pelea de MMA es mucho más dinámica y sorpresiva. El combate puede durar cinco segundos o cinco rounds y se pueden emplear distintas estrategias de combate», explica resaltando que es un deporte en constate evolución y con mucha acción.
Otra característica definitoria es que se pelea en una jaula en forma octogonal, aspecto que ha sido atribuido a ese cariz de espectáculo que tienen las MMA. Sin embargo, aclara que «se diseñó por seguridad, para que los luchadores no caigan fuera del perímetro y que la pelea mantenga el ritmo», comenta confesando que «en una pelea yo mismo volé por los aires y caí en las gradas», recuerda.
Los prejuicios y el desconocimiento han sido un obstáculo para las MMA pues son muchos los que se preguntan si hay reglas o vale morder o arañar. Álex sostiene que hay un reglamento y que el objetivo en una pelea es imponer la técnica ante un adversario, dentro de unas reglas, pero tratando de finalizar el combate por nocaut o sumisión (hacerlo rendir).
Así, un árbitro media durante tres o cinco rounds de cinco minutos —según sea una pelea de exhibición o de campeonato— y si no hay knockout o sumisión, tres jueces deciden entre ganador o empate. «Es lógico que sea el árbitro quien decida finalizar el combate porque si tú paras de dar golpes pensando que tu rival no puede hacer nada más y se levanta, tienes probabilidades de que se cambien las tornas y tú termines siendo derrotado», detalla.
Una lucha que convierte a las MMA en uno de los deportes con más contacto y violentos que existen en la actualidad, aunque el gandiense asocia la violencia a la intención de hacer daño. «Las MMA son un deporte competitivo cuyas reglas de combate llevan implícitas esa agresividad y violencia, pero no porque se quiera hacer daño. A veces, en el fútbol, puedes ver una entrada muy fea que un jugador ha hecho a propósito», explica enfatizando la nobleza de las MMA, en las que tanto antes como después de una pelea los luchadores se abrazan. Álex no esconde sus miedos y sus respetos hacia el deporte, en el que han muerto varios luchadores después de un combate: «claro que tengo miedo a morir, pero tengo más miedo a la muerte súbita, pero no tanto en una pelea sino entrenando porque llevo el cuerpo al límite».
De forma generalizada, los luchadores de MMA afirman que uno de los aspectos más complicados es dar el peso en el día del combate pues, como otro deporte de lucha, se divide por categorías de peso. «La alimentación es muy importante a lo largo de todo el año pero especialmente cuando te confirman el combate. Es ahí cuando empiezas a cuidar más la alimentación y a beber más líquidos hasta que, a pocas semanas del combate, recortas también en comida y agua», detalla Álex para resaltar que un día antes del evento se realiza el pesaje y, según lo que marques, haces el denominado ‘corte de peso’, para alcanzar un número en la báscula. No se trata de bajar de peso sino de reducir las cantidades de agua que contiene el cuerpo para, luego, recuperar casi en su totalidad esos kilos que ha perdido durante el proceso. Así, en las 24 horas que transcurren entre el pesaje y la pelea, un luchador puede volver a aumentar esos kilos perdidos.
Unas técnicas para cumplir los límites de peso que deja a los púgiles vulnerables, les reduce los reflejos y merma sus habilidades en el combate pero que, sin embargo, siguen estando a la orden del día. El propio Álex (compite en la categoría de 66 kilos) ha llegado a perder siete kilos y conoce a compañeros que han llegado a perder hasta doce kilos. «Te mueres por dar el peso en la báscula porque, psicológicamente, la idea de tener enfrente a un rival que pueda pesar ocho kilos más que tú el día de la pelea merma la moral, aunque en la pelea tu rendimiento sea mucho menor», subraya.
Consciente de que es una técnica poco saludable y que pone en peligro la vida de la persona, Álex comenta que el proceso de deshidratación se potencia al motivar el sudor a través de baños de agua caliente, sauna y ropa térmica, así como el uso de diuréticos o la ingesta de agua destilada (elimina la sensación de sed). Prácticas que pueden desarrollar lipotimias, desmayos o incluso provocar que estos luchadores pierdan la vida.
El propio Álex llegó a practicar métodos extremos: «Me sometí a un ciclo de saunas y baños calientes para forzar esa deshidratación así que, después de sumergirme en esas aguas calientes, me enrollaba en mantas, como si fuera una momia», describe sobre una técnica que le llevó a perder el conocimiento y a jurarse que jamás volvería a hacer algo así.
Esa obsesión por pasar el ‘corte de peso’ está también motivada por el dinero, especialmente para aquellos luchadores que compiten dentro de la Ultimate Fighting Championship (UFC) y ganan cifras desorbitadas. Con datos de 2019, copa la lista el irlandés Conor McGregor, que por cada pelea percibió doce millones de dólares y en 2017 obtuvo alrededor de 85 millones de dólares por la legendaria pelea contra el boxeador Floyd Mayweather. Unos sueldos que están en sintonía con los ingresos por audiencia, pues el combate de Rousey contra Holm (UFC193) en 2019 fue visto por más de 56 millones de personas de todo el mundo. Además, el canal de Youtube de la UFC cuenta con 8,7 millones de seguidores para vídeos que alcanzan los 2,6 millones de reproducciones. Además, según el portal Youtubers.me. la empresa líder en el mercado de las luchas registra en Youtube ingresos aproximados de unos cien millones de euros en los últimos treinta días.
A pesar del crecimiento y la popularidad, no todo es color de rosa en España: las MMA carecen de una federación propia y están integrada en Felucha (Federación española de luchas olímpicas) pero además, existe la WMMAA (Asociación Mundial de Artes Marciales Mixtas) y la IMMAF (Federación Internacional de Artes Marciales Mixtas), que se unieron para buscar la vía para entrar en los Juegos Olímpicos.
En España las licencias han crecido en más de un 200% y en la actualidad hay más de 500 centros deportivos para practicar modalidades como las MMA
Además, la profesionalización es más lenta y los sueldos de los luchadores dependen de la carrera de cada atleta, de cuánto venda y de sus logros. «Cuando cierras el combate pactas un precio según el caché y la categoría pero también tienes un porcentaje del precio de las entradas; por eso es importante ser activo en las redes sociales y tener muchos seguidores», comenta. Más allá de la cuantía a percibir, lo importante es conseguir un récord positivo (victorias) y, así, tener la oportunidad de optar a un contrato en una de las grandes ligas.
Por motivos personales, Álex lleva desde 2018 sin competir pero próximamente —la pelea se iba a disputar a principios de abril— volverá a ponerse los guantes y quitarse la espinita de su última pelea. «Tuve muy mala suerte porque a pesar de haberme roto la mano en el primer asalto fui dominando la pelea hasta el último minuto, cuando mi rival conectó una mano en la que yo caí perdiendo la conciencia unos segundos y, aunque luego me protegí como pude, el árbitro acabó la lucha porque temía por mi seguridad», recuerda con cierta amargura y alegría pues el entrenador le levantó la mano y el público le aplaudió, incluidos sus padres que habían ido a verlo por primera vez.
Espera con ganas esa velada porque disfruta enfrentándose a otro rival y midiendo sus capacidades: «Se pasa mal entrenando, con el ‘corte de peso’ y el día de la pelea pasas mucho miedo pero cuando todo termina disfrutas mucho; es como una adicción». Un regreso para lograr nuevas victorias que le hagan subir de nivel federativo y acercarse aún más a su sueño de formar parte de competiciones como la UFC, Bellator o ONE Championship. Españoles como Joel Álvarez, Abner Lloveras o Enrique ‘Wasabi’ Marín ya forman parte de la élite de las MMA y él no quiere ser menos. «Soy consciente de que a veces he dejado de entrenar por miedo, pero me gusta tanto pelear que no me frena para conseguir mi sueño», comenta recordando una frase que le ayuda a no rendirse: «Lucha por lo que quieres llegar a ser o muere en vida derrotado por tus miedos».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 64 (abril 2020) de la revista Plaza