VALÈNCIA. Pocas exposiciones han sido tan exitosas para el Museu Valencià de la Il·lustració i el Cómic (MUVIC) como VLC. Línea Clara, dedicada a la generación de autores valencianos que en los años 80 renovó la estética del cómic español y europeo. A través de 200 ejemplares originales dejaron el listón bien alto la pasada temporada, un testigo que en 2017 quiere recoger València en vinyetes, la estrella de la nueva programación. Si en esta ocasión también parten de los años 80, los dibujos representados no solo se detienen cronológicamente en el presente, sino que dan un paso más incluyendo una viñeta inédita de El día tres, la novela gráfica sobre el accidente de metro del 3 de julio de 2006 que publicará próximamente el trío formado por Cristina Durán, Miguel Ángel Giner Bou y Laura Ballester. A esta panorámica, que repasa los escenarios más emblemáticos de la ciudad según une veintena de autores, se suma un proyecto paralelo que busca hacer lo propio con una nueva generación de ilustradores: Valencia se ilustra. Bajo este lema el MUVIC invita a una quincena de autores a generar distintas postales de una ciudad viva, pasando por la Plaza del Cedro de Jotaká, el edificio Alcosa de Pablus o la Casa Judía de Pepita Grilla.
De todo lo explicado en el anterior párrafo solo una cosa es mentira: la existencia del MUVIC. Así pues, VLC. Línea Clara fue una de las grandes apuestas del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) el pasado ejercicio, València en vinyetes la recién inaugurada exposición del Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat (MuVIM) y Valencia se ilustra un proyecto impulsado por La Rambleta. Con los contenedores culturales siendo cada vez más sensibles al sector –cabe recordar que el IVAM adquirió cómics por primera vez en 2016- la idea de generar un espacio propio para él no parece descabellada. El propio presidente de la Associació Professional d'Il·lustradors de València (APIV), Miguel Ángel Giner Bou, destacaba la pasada semana, en una entrevista publicada por Cultur Plaza, la conveniencia de generar un espacio divulgativo que vaya más allá del coqueteo. “Un museo es imprescindible y le toca hacerlo al MuVIM, sería el sitio ideal, es el museo de la modernidad y la ilustración […] Es muy curioso que València haya producido en cómic e ilustración una cantidad de autores de una calidad increíble y que seamos una comunidad que siga sin tener una sala permanente y sin un salón del cómic”, aseveró.
La pelota rebotó en la fachada del museo de la Diputación de Valencia, que esa misma semana se reivindicaba como el museo de la ilustración desde sus dos acepciones en los Premios ADCV, donde se homenajeó al MuVIM con uno de los dos premios honoríficos entregados este año. “Hace años soñaba con un museo de la memoria del diseño en València, todavía hay tiempo”, declaró Román de la Calle, catedrático de Estética y Teoría del Arte de la Universitat de València y exdirector del centro, durante la ceremonia de entrega. Con el Museo ABC del dibujo y la ilustración de Madrid como gran referente por lo que respecta a contenido, aunque con la especificidad de partir de unos fondos del diario y estar gestionado por la Fundación Colección ABC, la conveniencia de un espacio expositivo permanente que divulgue la impronta de la escuela valenciana y ponga en valor a sus nuevos representantes parece ser un deseo latente en una región a la que le queda aún camino para dar su lugar a los ilustradores. Entre el coqueteo cada vez mayor de los contenedores culturales existentes y el sueño de un espacio que genere una oferta continuada, distintos representantes del sector –ilustradores de distintas generaciones, del ámbito académico o expositivo- sueñan con su propia versión de un MUVIC que necesita sede y discurso pero, ¿por qué es o no necesario un museo?
“Los museos son buenos para las ciudades, sean de la materia que sean, porque difunden conocimiento además de generarlo; son espacios de aprendizaje y amparan el conocimiento humano”, explica Cristina Chumillas que, junto a Lucía Vilar, dirige la galería Pepita Lumier, uno de los referentes del ámbito expositivo privado en la ciudad. Teniendo en cuenta ese “boom del que tanto se habla” como también “la tradición artística”, incide la ilustradora Ana Juan –que ha firmado portadas para, entre otros, The New Yorker-, la existencia de un espacio expositivo único parece indiscutible. “No tiene sentido que no haya todavía un museo dedicado a la ilustración”, asevera la galerista. “València es tierra de cómic, ilustración y dibujo. Es parte de su ADN. Como la orxata, las naranjas o el Bakalao. Desde hace décadas (incluso más allá del siglo) tenemos una gran cantera de profesionales tanto valencianos como de fuera que han pasado por nuestra tierra dejando su sello y estilo en miles de cómics, carteles o ilustraciones. La cultura y tradición del mundo del dibujo es parte íntegra de la ciudad, siendo una representación popular de los ciudadanos. Pero el poble valencià es de memoria corta, y a veces necesitamos que nos recuerden que tenemos de valor en la terreta”, explica el ilustrador Andrés Sanchis, del estudio Squid&Pig.
Si divulgar es uno de los pilares que justificarían su creación, el soñado Museo del Dibujo de Sanchis tiene otro objetivo: el de salvaguardar las piezas que ahora no se incluyen en los fondos públicos, obras producidas por históricos como José Grau, Eduardo Vañó, Josep Renau o José Sanchis hasta más actuales como Sergio Bleda, Sergio Córdoba o Laura Pérez. “Hasta ahora creo que nadie en la administración se ha preocupado de adquirir, conservar, estudiar y exponer seriamente sus obras, magníficas viñetas que solo están en la casa de los dibujantes mientras viven y ellos las cuidan, y al desaparecer van al trapero, a buenos coleccionistas, o en el peor de los casos a la basura. Yo en el rastro me he encontrado cosas increíbles”, explica el ilustrador Javier Gay Lorente, que destaca la labor ‘extraoficial’ que actualmente están realizando en la ciudad las galerías o distintos eventos como el microfestival Factoria d’Arts de Patraix, que hace unas semanas celebró su segunda edición, o Tenderete, que esta semana lleva al Teatre El Musical su edición número catorce. En términos similares se expresa el gerente de APIV, Manuel Garrido:
-¿Por qué necesita València un museo de la ilustración/cómic?
-Primero, para atesorar, conservar, estudiar y difundir estas obras y sus procesos creativos, como parte del patrimonio cultural que son y como reflejo de las sociedades de nuestro tiempo; segundo, para visibilizar, apoyar y fortalecer a las industrias creativas y culturales que viven o aspiran a vivir de estas disciplinas, incluidos en lugar preferente sus autores y autoras. Por otro lado, de acuerdo con la ilustradora checa Kvêta Pacovská, el álbum ilustrado es el primer museo que descubrimos; el primero al que accedemos en nuestra infancia. Los niños y niñas van construyendo su colección de arte a través de las imágenes de los libros —y también de los juguetes, de los dibujos animados, de los videojuegos… en todos los soportes en los que la ilustración participa— lo cual constituye a su vez la puerta de entrada al mundo de la lectura y, por consiguiente, al resto de hábitos y prácticas culturales.
Se busca sede
La idea de un museo propio es golosa, pero no todos ven tan claro la puesta en marcha de un nuevo contenedor propio para el sector. Contenido hay, pero ¿es más interesante crear un museo o integrar el cómic y la ilustración en los discursos de distintos espacios expositivos? “Interesante y justificado estaría. Es un hecho que tenemos historia y talento, no solo por cantidad sino por calidad, y hay que cuidarlo. No sé si lo ideal es un museo o una programación específica, hay demasiados cascarones, debemos centrarnos en el contenido”, indica David Heras, doctor en Bellas Artes de la Universitat Politècnica de València y coordinador del Máster en Diseño e Ilustración. También Julio Antonio Blasco y Javier Undiano, de librería-galería especializada en ilustración Estudio 64, hablan de ese temor a levantar un contenedor del que luego no se cuide el contenido. “Construir, crear o generar nuevos museos puede tener un peligro, puede dar lugar a nuevos elefantes blancos en la ciudad, y de esos ya tenemos unos cuantos, espacios vacíos de contenido”. Es por esto mismo que abogan por afianzar la programación en los espacios ya existentes, bien sea el MuVIM, el IVAM o Las Naves hasta galerías como Plastic Murs o la mencionada Pepita Lumier. Si hay algo en lo que todos coinciden es en la necesidad de generar una programación organizada y continuada de un sector que, efectivamente, no tiene un espacio oficial para ello. Pero: ¿dónde?
“Valencia es un núcleo urbano lo suficientemente grande como para necesitar y mantener un museo de la ilustración. Además, se trata de una ciudad que ha visto crecer a grandes profesionales, donde existe una escena de autoedición importante, eventos en torno a la ilustración constantemente… Un museo específico sería una muestra de que los gobernantes escuchan las necesidades de la comunidad, y toman el relevo gestionando toda esta capacidad artística de la ciudad”, indica la ilustradora María Rodilla, impulsora también del evento Guateque de la Ilustración. Si David Van der Hofstadt, uno de los impulsores del festival de autoedición gráfica y sonora Tenderete, apuesta por un museo itinerante, la opción mayoritaria parece tener nombre y apellidos. Lo cierto es que, si se trata de elegir museo, el MuVIM gana por goleada cuando los distintos agentes consultados se disponen a seleccionar la que consideran mejor opción para ubicar un espacio oficial y permanente de exhibición de dibujo, tal y como ya verbalizó el presidente de APIV.
“Sería el lugar natural que debería de albergar un museo de estas características, donde albergar fondos que se vayan creando y convertirse en centro de referencia del estudio de ambas disciplinas”, destaca Ana Juan, cuya exposición Dibujando al otro lado, generada junto al grupo UNIT Experimental de la Universitat Politècnica de València, viajó hace poco precisamente al Museo ABC de Madrid, un proyecto que también ha sido premiado en los Premios ADCV. “Parece lógico pensar en el MuVIM como el lugar más indicado para ello pues aunque la ilustración gráfica no aparezca contemplada en su misión fundacional, sí fue el museo que la puso en valor bajo la dirección de Román de la Calle y el trabajo determinante de Carlos Pérez. Podría volver a serlo sin problemas”, incide el gerente de APIV, que sigue destacando la necesidad de una presencia “transversal” de una disciplina que “puede convivir perfectamente con un retablo gótico, una pieza de videoarte o un objeto etnológico”. Esto no es una novedad, pues no son pocos los muesos que han adaptado el cómic a sus necesidades y oferta, siendo el propio Louvre uno de los primeros espacios que moldeó las viñetas a su programación, con la exposición Bande Dessinée et Figuration Narrative, en 1967. A este respecto, también el nuevo director del Museo Nacional del Prado, el valenciano Miguel Falomir, ha verbalizado su intención de aumentar la presencia del cómic, teniendo en cuenta que ya se realizan conferencias en torno al mismo y que este año ha editado su segundo título, El perdón y la furia, de Antonio Altarriba y Keko.
“La ubicación debería ser estratégica, ya que es tanto un reclamo turístico como un punto clave de encuentro y promoción de la profesión. El centro de la ciudad sería lo idóneo, ya que su accesibilidad sería lo adecuado para poder fomentar jornadas, exposiciones, eventos, talleres o sencillamente charlas. En mi caso, pienso que debe ser totalmente independiente. Un museo centrado 100% en el dibujo. Hay mucho trabajo, y el que mucho abarca, poco aprieta”, indica el ilustrador Andrés Sanchis, que destaca la labor del MuVIM en años de “sequía” de la administración. También Javier Gay Lorente ensalza la labor del espacio, donde ya se ha expuesto a Miguel Calatayud y Max. “Yo soy egoísta, o se dedica todo el edificio exclusivamente para el cómic o se pierde la potencia del mensaje de un Museo del Tebeo y la Ilustración verdaderamente importante a nivel nacional e internacional”. Si el MuVIM se presenta como el dorado para muchos, la ubicación no deja de ser una segunda cuestión que requiere primero de un compromiso para la puesta en marcha del soñado museo, tal y como incide Cristina Chumillas:
-¿Debería ser un museo independiente o una sala permanente en alguno existente?
-Pienso, y me gustaría que fuera, un museo independiente. Es la forma de posicionar en primera línea a este sector y equipararlo con el resto de competencias y disciplinas artísticas, además de poder llegar a más: a una colección propia, a una exposición permanente que convive con exposiciones temporales, cesión a otros espacios e intercambio y todo lo que ofrece la autonomía y su potestad; aunque para ello hace falta realmente una gran inversión y mucho apoyo. ¿Dónde ubicarlo? No lo sé, pero en ningún edificio de nueva construcción. Tenemos contenedores y, seguramente, muy buenos para ello.
Y es que, en resumidas cuentas, no son pocos los que repiten que la puesta en marcha de un museo no trata solo de levantar muros blancos donde colgar piezas, sino de generar una herramienta que facilite la comprensión de la disciplina y sus procesos, que ponga en valor su historia y promocione a sus autores. “El museo de la ilustración y del cómic no debería de centrarse únicamente en la obra final, es decir, en acumular y exponer originales, las exposiciones deberían de seguir el proceso creativo desde sus principios, desde la idea, siguiendo por la creación del original hasta el proceso de publicación, para una mejor comprensión por parte del público ajeno a estas disciplinas”, relata la autora Ana Juan. “Por experiencia propia he comprobado que la interactividad aplicada a las exposiciones las dinamita y hace que lleguen a todos”. Así pues, se trata de ser bien conscientes de que no se puede tratar al cómic y la ilustración desde un punto de vista “decorativo”, incide Manuel Garrido, sino de dar forma a un centro en el que baile el terreno expositivo, un espacio de documentación y en el que se fomenten las residencias. “Como dice Miguel Calatayud: ¡con lo que ha costado que las ilustraciones no sean una simple decoración del texto!”. Y es que, en el fondo, se trata de generar un discurso que “acerque la ilustración al público y a la calle, evitando ser un discurso endogámico, de la ilustración para la ilustración”, indican desde Estudio 64, un proyecto que, tal y como resume Andrés Sanchis, se sirva de distintos tentáculos para liberar a la bestia.
-Forzando la imaginación: ¿a qué debería dar más importancia el discurso museológico?
-Se debería centrar en la promoción y divulgación del dibujo en sus formas más habituales: cómic, ilustración y cartelería. Fomentar eventos, acciones y exposiciones que desarrollen y vertebren una comunidad, que aunque unida, actualmente está formada en diferentes grupos independientes, que trabajan de manera ajena. El mundo del profesional de estas disciplinas es solitario, y a veces necesitamos escenarios que los lleven a conocerse, hacerse ver y unirse. El museo debe ser un altavoz. Aunque personalmente lo llevaría a muchos más los niveles: con una biblioteca histórica, publicaciones, eventos… y porqué no: programas de radio, talleres, espacios colaborativos y de enseñanza entre muchas más cosas. El mundo del dibujo es enorme y sus tentáculos son muy seductores. La base está ahí, solo tenemos que liberar al kraken.