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"Se ha engañado a las nuevas generaciones. Si no se rebelan ahora, no sé cuándo lo van hacer"

La artista madrileña Ana Curra vuelve a València el 31 de octubre con un repertorio que abarca tanto su etapa en Parálisis Permanente y Los Seres Vacíos como sus nuevas canciones, inundadas por la misma oscuridad

26/10/2017 - 

VALÈNCIA. Basta echar una ojeada a las primeras filas de sus conciertos para certificar que Ana Curra (Madrid, 1958) no le canta al pasado. No parece haber salto generacional entre sus acometidas a la corrección política y los anhelos de esos chavales, veinte años más jóvenes, que comparten con ella un permanente culto a la oscuridad y al vasto universo cultural de lo marginal. La teclista, vocalista y compositora renovará sus votos con el público valenciano el próximo martes (31 de octubre) en la sala Rock City de Almàssera, donde ofrecerá un espectáculo que no solo abraza el repertorio de Parálisis Permanente, sino el de otras de las formaciones que han jalonado su carrera desde mediados de los años setenta –Pegamoides, Los Seres Vacíos-, así como de su carrera en solitario, prolongada hasta la actualidad. 

“He constatado que el tiempo ha puesto en su sitio el legado de Parálisis Permanente, y me alegra muchísimo –apunta la artista-. El Acto es un disco que ha trascendido a su época, tanto por su vigor como por difundir un mensaje que sigue vivo de generación en generación: la inmediatez, visceralidad, el descubrimiento sexo y la revolución interior de uno mismo. Las nuevas canciones corresponden a mi estado vital actual, que obviamente es distinto, pero siguen encuadradas en un ambiente oscuro, porque oscuro es el momento que vivimos”.

-Tus primeras incursiones en la música siniestra coincidieron con uno de esos momentos bisagra de la historia. Una época agitada en la que todo estaba por hacer. Pero la época actual también se está rebelando como un terreno fértil para la música oscura.
-Vivimos un momento excelente para el punk; para subirte al escenario, gritar a los cuatro vientos y dar un puñetazo en la mesa. Es la época más convulsa de los últimos treinta años. Una de mis nuevas canciones, “Fundido a negro”, habla de cómo han engañado a las nuevas generaciones. Les han vendido una democracia inexistente y un capitalismo feroz. Si los jóvenes no se rebelan ahora, no sé cuando lo van hacer.

-Es curioso cómo la música española de los ochenta que mejor ha aguantado el paso tiempo procede del underground. Gran parte del mainstream de la época no parece haber encontrado un afluente hacia el siglo XXI, mientras que se siguen reeditando discos y camisetas de bandas como Parálisis Permanente o Décima Víctima ¿Preveíais en su día que algo de esto podía pasar?
-En absoluto. Sin embargo, ahora, con la perspectiva del tiempo, creo que si ha ocurrido así no es por casualidad. Cuando haces las cosas de forma visceral, sin importarte si vas a vender o no,  tienes más posibilidades de que tu obra perdure en el futuro. Sencillamente porque el público nota que lo que hiciste era veraz. Todo lo que se infla mucho, se desinfla. Todo lo que camina por caminos subterráneos y no se vende, perdura porque llega a las entrañas.

-Parece que no erais los únicos que no sabíais la trascendencia histórica que tendría el post punk. Hay alguna entrevista de mediados de los ochenta en la que ya te preguntaban si no creías que la onda after-punk estaba “un poco desfasada”.  
-Siempre ha habido periodistas que un mes después de sacar un disco nuevo ya te dicen que estás fuera de onda. Para mí, de todos modos, la identificación con lo oscuro iba mucho más allá de las modas o la influencia de los grupos ingleses y neoyorquinos del momento. Yo soy de El Escorial, un lugar con una historia muy oscura y esotérica detrás. La decadencia del Imperio Español, Felipe II… esos inviernos grises y plomizos bajo la Sierra de Guadarrama. Todo ello marcó mucho mi carácter. Esa es la razón principal por la que mi música sigue por ese camino varias décadas después, identificándome con lo oculto, lo que no se nombra... Por eso, y porque creo que todos los músicos tenemos la obligación de vivir su momento. Y el de hoy es un momento muy punk, igual que lo fue el de mi juventud.

-¿Hasta qué punto te interesa la nueva ola de grupos influenciados o continuadores de la música siniestra o el post punk? 
-Me interesa, y de hecho hay un grupo joven de Alcoy que me gusta muchísimo: We are Not Brothers. Con ellos he grabado tres canciones poniendo en común nuestras influencias. Por ejemplo, sacamos una versión de Suicide y otra de un tema mío, “Sangre”. Participé también en la canción “Europa está muerta”. 

-Tengo entendido que has colaborado hace poco también con el alicantino Robe Perdut, cantante de Los Fiambres. 
-Sí, acaba de salir el disco en vinilo, y está muy bien. He colaborado en una canción con la voz y una línea de sintetizador. Es rock and roll de estilo muy neoyorquino y letras alucinantes. Para mí, la parte literaria ha tenido siempre muchísima importancia. No entiendo la música sin ella. Y en València tenéis buenos representantes de ello como Carolina Otero. Si no te has leído aún su libro de poesía No te hagas el muerto, te lo recomiendo.

-La trayectoria de Parálisis Permanente se vio truncada abruptamente por la muerte de Eduardo Benavente, cantante del grupo y tu pareja en ese momento. Sé que es una pregunta imposible, pero ¿qué derroteros artísticos crees que habría tomado de no haber fallecido? 
-Es una pregunta muy difícil, pero hay cosas que sí sé. Eduardo era una persona muy inquieta y voraz, estaba atento a todo lo nuevo que aparecía. Era una especie de Bowie, en el sentido de que no era el típico que se ciñe a una sola fórmula. Así que creo que hubiera probado nuevos caminos musicales y habría experimentado con la electrónica más punk y oscura. Algo parecido a lo que he hecho yo con mis colaboraciones con Digital 21. Cada vez me interesa más la electrónica con sintetizadores analógicos, porque me encanta el sonido grueso que tienen. También me lo imagino como productor. Seguro que se hubiera implicado con los grupos nuevos, porque le interesaba mucho el mundo del sonido y porque de hecho es una labor que ya empezamos a hacer juntos con nuestro sello Tres Cipreses, con el que fichamos a bandas del momento como Desechables. A los que somos más mayores, la gente joven nos da la vida. Aprendemos mucho de ellos y nos impiden que nos apoltronemos. Nos obligan a regenerarnos. Es algo que tengo absolutamente claro. Si te crees que tienes una fórmula y no mantienes los ojos abiertos, te mueres. 

-Sueles comentar que hay una parte de la Movida que nunca se cuenta. Pero de un tiempo a esta parte hemos asistido a la aparición de varios proyectos documentales que retratan la escena musical española de los ochenta desde focos diferentes. Uno de ellos es Autosuficientes, el documental sobre Parálisis Permanente en el que participas, pero también hay otros como Lo que hicimos fue secreto (David Álvarez, 2016) o Geometría del Esplendor (José Ramón de la Cruz, 2016), centrada en la banda Esplendor Geométrico ¿Crees que por fin se está construyendo una memoria fidedigna de lo que fueron aquellos años?
-Si, totalmente. Antes los que contaban la historia era Mecano y esa gente. Ahora, treinta años después, las cosas por fin se están poniendo sobre la mesa. Por fin se están viendo las aristas de aquella época. Todo aquello que en su día no trascendió a las masas o la prensa. Es muy bueno que por fin se esté haciendo un estudioso rigoroso.

-También se está haciendo una importante revisión histórica de la “Movida valenciana”, que tuvo sus propios parámetros. Libros como Bacalao, de Luis Costa, o el podcast sobre la Ruta Destroy, dirigida por el periodista Eugenio Viñas, ilustran parte de este movimiento underground, con el que tuviste contacto, de forma más o menos tangencial. ¿Cómo recuerdas la València de los 80 y principios de los noventa?
-Había un movimiento muy interesante con grupos como Glamour, con cuyo guitarrista, Aldolfo Barberá, toqué en Los Seres Vacíos. Era una de las ciudades donde más íbamos a tocar. Y, antes de la Ruta del Bakalao, en los inicios del techno, ya había pinchadiscos que ponían la música más vanguardista del momento. Siempre me ha parecido que los valencianos tienen un punto muy hedonista; una capacidad de disfrute impresionante. Allí me lo he pasado muy bien, sobre todo en la época de las mescalinas. Algo de eso le conté a Luis Costa para su libro. Tocar y luego seguir la fiesta en Chocolate y no parar hasta el día siguiente. Una fiesta sin fin en la que confluía gente muy buena de todas las disciplinas artísticas: cartelería, performances… Aquello era maravilloso. Una locura.

-Parece que hayas estado destinada a ser siempre una nota discordante. Eras una de las pocas personas dentro los circuitos subterráneos que contaba con una sólida formación musical clásica. Por otra parte, es probable que seas la única punk que ha dado clase nunca en el Conservatorio de El Escorial. Partiendo de la base de que los conservatorios españoles son a menudo objeto de crítica por seguir anclados al siglo XIX ¿Has intentado alguna vez cambiar las cosas desde dentro? 
-Los conservatorios están ocupados por una élite de gente que se ha apropiado de música clásica como si les perteneciera, olvidándose de que los más grandes compositores de la Historia fueron representantes de la más absoluta vanguardia. Esto cuesta mucho hacérselo entender a mis propios compañeros de trabajo en el Conservatorio. He tenido multitud de discusiones de lo más ridículo por esta causa. La música mal llamada clásica es inmortal y nos pertenece a todos. Lo que han hecho con ella me parece un robo. Es genial y debería trasmitirse de otra manera, del mismo modo que deberían dejar que entraran nuevas músicas en los programas académicos. El inmovilismo es total, pero yo tengo el privilegio de mandar en mi aula, así que yo enfoco mis clases de otra manera. No le doy esa seriedad ridícula y falsa que hace que tanta gente le coja manía; le doy la importancia que tiene para vivir. El mundo necesita a más gente como James Rhodes o Ara Malikian, que tratan de abrir una brecha. Y todo este problema no se queda en los conservatorios; las discográficas también tienen mucho que ver en esto.  Menos mal que están cayendo y tendrán que inventar nuevas fórmulas.

-Eras la mujer que todo el mundo quería fotografiar, pero ¿hasta qué punto lo disfrutabas? 
-Cuando tengo alguien enfrente con una cámara, entro en juego, y me gusta. Y aunque haya comentado en alguna ocasión que las sesiones con García-Alix eran una tortura, lo cierto es que sus fotos son las que más me gustan de todas las que me han hecho en mi vida. Lo que llevo fatal es lo del mundo móvil; que te pidan fotos continuamente y luego las suban a Facebook. Me veo cara de pánfila. Lo paso fatal, pero cuando me lo pide alguien con mucha ilusión no me niego ni lo hago a regañadientes. Hoy es imposible controlar tu imagen, pero tampoco la música. Después de currármelo mucho en el local ensayo, buscando un sonido propio, luego siempre hay alguien que te graba con el móvil de cualquier manera y lo sube a Youtube con un sonido horrible. Vivimos un momento con muchas ventajas, pero también con muchas aberraciones.

-¿En qué sentido eran una tortura las sesiones fotográficas con García-Alix?
-No es un fotógrafo que haga cientos de fotos. Siempre ha trabajado en analógico y en una sesión no tira más de un carrete. Se piensa mucho cada foto. La sesión para la portada de mi disco en solitario Volviendo a las andadas, en la que aparezco atada a una silla, fue un infierno. Se ve perfectamente que salgo con las manos amoratadas. Alberto demanda todo de ti, porque sabe muy bien lo que busca. Se crea una tensión interesante y agotadora, que luego tiene su recompensa, porque te clava. 

-Ahora mismo la relación entre música y feminismo es objeto de todo tipo de mesas redondas, artículos y entrevistas como esta misma, y con frecuencia tu nombre sale a colación como referencia de empoderamiento femenino. Pero ¿acaso era el feminismo un tema de debate candente en los años ochenta?
-En los ochenta no se hablaba de eso. Yo me sumé al punk porque era un movimiento marginal que recogía otras marginalidades, entre ellas la condición femenina. En el punk para mí era un movimiento de libertad y revolución en parte porque es donde empecé a ver a chicas en grupos de música. No queríamos ser las típicas niñas manipuladas a las que les decían qué hacer y cómo vestir. Por ejemplo, en la época en la que tenía contrato con la Hispavox me plantearon convertirme en la “Madonna española”. Y yo preguntaba: ¿y eso por qué?. No lo entendía. No le quito mérito a Madonna porque es una artista que se ha hecho a sí misma. Pero la programación absoluta para llegar a lo más alto nunca ha tenido nada que ver conmigo. Nunca he tenido esa ambición. Yo en esa época me veía haciendo cosas mucho más interesantes musicalmente, y no la envidiaba para nada. Con el tiempo ella ha llegado lo más alto y yo sigo en los subterráneos. Jamás me he arrepentido.

 

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