VALÈNCIA. Decir que hay startups que nacen con la intención de ser compradas es bastante presuntuoso. Tocar la tecla que hace de una empresa objeto de deseo tiene más de fortuito que de intencionalidad. Las probabilidades de protagonizar una desinversión son muy inferiores a las de un cierre. “Eso de emprender para dar un pelotazo es un camino muy arriesgado. Si es eso lo que persigues, estás en la industria equivocada porque es algo que sucede muy pocas veces”, declaraba recientemente el CEO de Cabify, Juan de Antonio, en un foro de emprendimiento.
Eneko Knörr, emprendedor en serie e impulsor de proyectos de éxito como Ticketbis, Ideateca u Hostalia y actual CEO de Ludei entiende que “la mayoría de las veces no sabes si vas a vender o no. En ocasiones uno piensa que está montando un proyecto sin más, porque es algo que le gusta y le apasiona y de repente se convierte en un monstruo que cada vez pide comer más para seguir creciendo. Entonces entras en una rueda de búsqueda de inversores y de rondas para acelerar el crecimiento porque sabes que tienes una oportunidad que no puedes dejarla escapar. Pero yo creo que pocas veces se puede planificar esto desde el comienzo”.
También para Marcos García Caravantes, cofundador de Cubelizer, la salida es una cuestión de oportunidad. “Puede que cuando todo empiece a ir bien en la empresa, llegue un inversor y te haga una oferta tentadora. La decisión depende de cada uno, pero no creo que sea fácil. Más criticable me parecen las prácticas que intentan maquillar las métricas de la empresa para atraer inversión o venderla. Esos que te dicen que tienen 3 millones de usuarios, pero no cuentan que se están gastando 3.5 millones para captarlos. Hay que ser transparentes y perseguir un crecimiento sostenible. No obsesionarse con el dinero”.
Sin embargo, para Ricard Forn, CEO de Lemonpay, lo que determina muchas veces la urgencia de dinero es el modelo de negocio y del resto de players. “Yo creo que a nadie le gusta pedir dinero. Claro que lo mejor es crecer con los ingresos de los clientes, pero hay veces no puedes esperar porque el retorno es lento y corres el riesgo de que otro te adelante por la derecha. Si creces deprisa, hace falta una financiación que te siga el ritmo”.
Según Enrique del Río, fundador de Wecollect Club, “existen tantos tipos de emprendedores como personas”, pero distingue luego entre dos grandes grupos. “Estaría por un lado el modelo de emprendedor growther, por llamarlo de alguna forma, que es aquel que, desde el primer momento, dice voy a montar esta empresa, la voy a escalar deprisa con rondas y venture capital, para luego salir de ella y montar otra. Luego está el otro tipo de emprendedor que corresponde a personas que quieren dedicarse a su pasión y vivir de ello. En este caso, más que buscar inversores, los evitan o demoran el máximo tiempo posible su intervención”.
Reconoce, no obstante, Enrique del Río, las dificultades para abordar, desde un mercado tan pequeño como España, la internacionalización que asiente la escalabilidad de un proyecto. “Yo, si pudiese, no metería inversores, pero soy consciente de que si quiero ir a Londres necesito dinero para instalarme allí, abrir una oficina y desarrollar una estrategia comercial. Intentaré conseguir el dinero de otra forma y sin prisas. Cada vez hay más inversores que apuestan por empresas en fases iniciales, cuando compran más barato y, en caso de éxito, venden caro, pero yo creo que si vendes mucha participación al principio, te estás quitando un brazo”.
Muchos saben que lo que dice Enrique del Río es cierto y que el dinero más caro es con el que te vas a diluir. Un informe realizado por el equipo de Webcapitalriesgo titulado El Capital Riesgo Informal en España 2016, ponía de manifiesto que el 45% de las operaciones de capital riesgo se concentra en empresas en fase semilla, un 48% en la de arranque, un 3% en other early stage y un 4% en later stage.
Huyendo de la amputación, cada vez son más las startups que recurren a vías alternativas de financiación en fase inicial tipo crowdfunding (aportaciones colectivas), crowdequity (inversores a cambio de acciones), crowdlending (el inversor privado ejerce de prestatario a cambio de intereses) o invoice discounting (el factoring tradicional). Se suman a estos los llamados inversores silenciosos, personas con cierta capacidad de inversión que apuestan por las startups quedando al margen de la gestión y toma de decisiones.
“Esta es una de las formas de inversión que más me gustan y con la que más me divierto”, dice Agustín Grau en su libro ‘100 ingresos pasivos’. Advierte, no obstante, de que no es algo para todo el mundo. “Tienes que ser amante de las emociones fuertes…Lo normal es que la mayoría de las startups fracasen y solo un pequeño porcentaje logren resultados satisfactorios. Las que los logran, sin embargo, lo hacen muy, muy por encima de la media: hablamos de rentabilidades de varios dígitos en cuestión de meses o pocos años”.
La realidad es que los crecimientos no son luego tan vertiginosos. Privalia, startup a la que algunos señalan como ejemplo de haber buscado una desinversión desde el principio, tardó 10 años en cerrar la operación definitiva.
A medio camino entre las referidas y los fondos, existe una modalidad de financiación poco habitual en España, pero frecuente en EE.UU que es la nota convertible. Se trata de una fórmula que permite a las startups disponer de dinero postergando la dilución de la empresa. Aquí, el reparto de participaciones a esos primeros inversores se efectúa coincidiendo, generalmente, con la siguiente ronda de inversión. Es en esta segunda cuando la inversión inicial se torna en capital tomando como base para la conversión la valoración que se negocie en esta nueva ronda, ya con métricas y elementos objetivos. El inversor inicial traslada así el riesgo a equivocarse en la valoración de la startup a los inversores siguientes. De esta forma es como la aplicación de aparcacoches Valeet acaba de obtener 600.000 euros de financiación de la aceleradora Plug and Play y Aurorial junto a otro grupo de business angels.
Pero un crecimiento exponencial puede requerir inyecciones millonarias empujando al emprendedor a entrar en esa rueda de fondos y búsqueda de financiación de la que hablaba Knörr ¿Qué pasa cuando esto sucede? “Desde que entraron los inversores tuvimos claro que teníamos que vender. El inversor que entra querrá salir en algún momento y llevarse sus beneficios”, decía Javier Castaño, de Agnitio.
Sin embargo, Eneko Knörr observa que no siempre el final es necesariamente una venta. “Hay más opciones, como cuando la propia empresa, una vez que vaya muy bien, adquiere esa participación a los inversores multiplicando de manera notable los beneficios. Puede darse también el caso de que un inversor financiero decida vender su participación a un socio industrial”. Tal vez la cuestión sea otra: “¿Te compran o te dejas comprar?”, se preguntaba en una ocasión Carlos Oriol, de Holaluz.