Lucía Iranzo y Álvaro García conquistan la nueva cartelería con sus rótulos de madera. Diseño iluminado para letreros de un nuevo tiempo
VALÈNCIA. A Lucía Iranzo y a Álvaro García se les enciende la bombilla muy a menudo. Tanto que cuando no ocurre suele ser sinónimo de taras y problemas. Ellos son Woodyloop, creadores y fabricantes desde València de rótulos luminosos, tal que los letreros de un diner en una carretera de Misuri. Artesanos de una actividad en expansión justo en el tiempo en que los letreros más artesanales fueron desapareciendo de la faz del eje urbano.
Carpinteros, electricistas y diseñadores en mezcolanza laboral. Álvaro paseaba por el campo con su perra Maggie cuando comenzaron a pasar cosas raras. Encontró cajas de madera muy viejas y abandonadas. Había trabajado en el pasado con la madera, su reciclaje y su producción, por lo que para él eran algo más que restos inservibles.
Sin que él lo supiera aquel encuentro fortuito alumbraría un estudio de creación de rótulos con obras elaboradas para clientes como Arenal Sound, Festival de les Arts, Flywire, Ambar… Encendiendo reclamos con maderas y bombillas para quienes, en plena fase de digitalización, tienen ansia de corpóreo. Una vieja necesidad se vuelve nueva: distinguirse con reclamos, propagar valores propios con un grito distinto.
Antes de todo eso con las cajas que encontraron en el campo acabaron haciendo un cartel con la frase ‘Go ahead, make my day’ de Harry Callahan en Harry el Sucio. Una pequeña declaración de intenciones.
El deseo común de los Woodyloop, retrocediendo más en el tiempo, era otro distinto. Quizá no tan diferente. Lo que ellos querían era “proponer a los bares y restaurantes una selección de canciones que estuviera acorde con su estética, producto y tipo de clientela”. No imaginaban que lo terminarían haciendo, pero en lugar de con canciones, con rótulos.
Aquella frase de Harry El Sucio hecha letrero impulsó un negocio imprevisto: “como salió bien y seguíamos pensando en nuevos diseños, frases espontáneas y títulos de canciones, decidimos seguir fabricando, reutilizando todo tipo de madera y otros materiales hasta que se nos propuso una primera exposición. Aquello dio lugar al primer pedido personalizado para un negocio, tras este, otro y así hasta hoy”.
Se les imagina como unos leñadores ojo avizor para encontrar madera y a mano comenzar a personalizar su mensaje. “Comenzamos proponiendo un diseño y, una vez debatido y aceptado, reunimos todo el material necesario y empezamos con la producción”, explican.
En ocasiones la bombilla no se enciende. “Una marca de zapatos nos hizo un pedido de treinta logotipos con luz. La noche de antes de la entrega los enchufamos todos para hacer un video y saltó el diferencial. En ese momento pensamos que se habían fundido todos y Álvaro, que es un ser de mente fría, rompió a llorar”. La luz regresó. El giro sigue.
Para sus creaciones además de madera reciclada emplean hierro, acero, hormigón o metacrilato. Si hay que encofrar, encofran. “Nos pidieron un cartel de cinco metros y para instalarlo, sobre tierra, cavamos y encoframos unas zapatas de hormigón en las que acabé con los pies dentro”, recuerda Iranzo.
Su trabajo acaba respondiendo al afán de negocios que buscan un rótulo especial para su fachada, carteles y postes para festivales de música… Uno de los últimos, para el Arenal Sound, recreaba la señalización de un motel. Frente a la destrucción, reinvención. “Es una percepción muy personal, pero nos gusta pensar que con nuestro trabajo y dedicación aportamos a cada cliente piezas únicas y genuinas diseñadas expresamente”. Quizá una manera nueva de reactivar un método de siempre.
La aspiración idílica les hace imaginar sus emblemas un poco más lejos: “Somos amantes de la cartelería tradicional estadounidense. Por eso aspiramos a ver uno de nuestros rótulos artesanales en un diner de Austin, Nashville o Chicago”.
Como las mejores aventuras, todo empezó paseando por el campo, donde de unos restos se encendió la primera bombilla.