El director pasó por Rotterdam para hablar de la película que llega hoy a las pantallas españolas
VALÈNCIA. Hasta ahora, era un cineasta de culto. Y más aún en España, donde no se ha estrenado comercialmente ninguna de sus cinco películas anteriores. Pero Sean Baker (Nueva York, 1971) llevaba tiempo abriéndose paso en el cine independiente estadounidense. Four Letter Words (2000), su debut en largo, pasó desapercibido, pero con Take Out (2004, codirigida con la productora taiwanesa Shih-Ching Tsou) ya logró una nominación para los Independent Spirit Awards, que se repetiría con Prince of Broadway (2008). A la cuarta fue la vencida, y Starlet (2012) obtuvo varios galardones internacionales que empezaron a colocar su nombre entre las promesas de futuro del cine americano. Tres años después, Tangerine (2015) cumplió los pronósticos y puso en boca de todos un film rodado con tres iPhones, que obligaba a preguntarse cuándo llegaría el momento en que el gran público supiera de la existencia de Baker. Y el momento ha llegado. Aunque solo tiene una nominación al Oscar (para Willem Dafoe, como mejor actor secundario), The Florida Project es una de las películas de la temporada. Es más que probable que muchos festivales de todo el mundo estén ahora mismo descolgando sus teléfonos para programar un ciclo con todo su trabajo previo.
Los protagonistas de The Florida Project son un puñado de personas que pasan el verano en un pequeño motel cercano a Disneyworld. Entre ellos, una niña de seis años (Brooklynn Prince, un auténtico descubrimiento) y sus amigos, que invierten las horas jugando, ajenos a un mundo adulto castigado por los efectos de la crisis. Una nueva radiografía del reverso del sueño americano, pero contada de un modo diferente. Y centrada en los llamados hidden homeless (los sin hogar ocultos). Sean Baker pasó hace unos días por el festival de Rotterdam y comentó que “conocía la problemática de los sin techo, evidentemente, gente que vive en la calle o en refugios, pero ni siquiera sabía que existía ese término para denominar a la gente que se aloja en esos moteles baratos. La verdad es que la idea inicial de la película es de mi coguionista, Chris Bergoch, que me envió varias noticias sobre el tema localizadas en Orlando, en una especie de tierra de nadie situada entre diversos parques temáticos y el aeropuerto. Los artículos hablaban, sobre todo, de los niños, que vivían y crecían en esas condiciones de pobreza al lado del lugar más mágico de la tierra. Eso me llamó la atención. Después empecé a investigar y me di cuenta de que no sucede únicamente en Orlando, sino en todo el país, y por eso vi el potencial que tenía hacer una ficción ambientada en ese mundo”.
Fue el embrión de una historia que solo podía desarrollarse donde lo hace, porque de ese modo establece una relación simbólica entre la situación de los niños protagonistas y la cercanía de Disneyworld, la tierra mágica de los sueños para todos los chavales del planeta. “Es algo que forma parte de la película, por supuesto”, admitía Baker. “Chris está muy familiarizado con Disney, sus temáticas y su mitología. Obviamente, podría suceder en Los Ángeles, pero había muchas razones para hacerlo allí. Por su carácter simbólico, pero también a nivel visual”. No le falta razón: El motel donde se centra la acción es de color púrpura. “¡Son localizaciones reales! Esos colores existen. Se trata de una autopista con diversos moteles y pequeños establecimientos que buscan llamar la atención de los turistas que van a Disneyworld y a los parques, todo está allí, en colores llamativos”.
Pero el proceso hasta llegar a realizar la película no fue nada fácil. “Chris pasó mucho tiempo allí, no solo porque le guste Disney, sino porque su madre vivió en una área cercana y fue testigo de ello. La situación llamó su atención cuando un día se preguntó qué hacía un puñado de niños allí, solos y jugando al fútbol en los grandes parkings. Se lo comentó a su madre y ella le confirmó que era lo habitual, sobre todo desde el estallido de la crisis. De hecho, tratamos de conseguir dinero para financiar la película en 2011, antes de hacer Starlet, pero no lo logramos y al final yo no visité el lugar. Escribimos igualmente una sinopsis, con información que habíamos recogido en diversos medios, pero no funcionó, todo el mundo nos dijo que era una historia demasiado oscura, y al final hicimos Tangerine, que tenía un presupuesto minúsculo y resultaba asumible, y eso fue lo que nos abrió la puerta a una subvención de Cinereach, una organización sin ánimo de lucro radicada en Nueva York que contribuye a ayudar a despegar proyectos independientes y respeta mucho la visión del director. Yo nunca me había metido en ese mundo, pero la película lo requería. Tienes que haber estado allí para hablar de ello, sumergirte en ese ambiente, no quedarte en el sofá de tu casa de West Hollywood. Así que hicimos varios viajes que nos llevaron a visitar a mucha gente, conocer a los comerciantes de la zona y obtener muy diferentes puntos de vista. Escuchamos muchas historias, y sin ellas la película no sería lo que es. Por ejemplo, no existiría el personaje de Bobby, el encargado de los apartamentos que interpreta Willem Dafoe, que no estaba en el origen del guion, sino que salió de ese proceso de investigación, de los personajes que conocimos allí”.
Probablemente sea el motivo por el que esos personajes resultan tan creíbles en la pantalla. Baker los trata como seres humanos, no como arquetipos, y comparte sus penas y sus alegrías. “Creo que Tangerine dictó el estilo de The Florida Project. Cuando estábamos buscando financiación sin éxito, pensábamos cuántas veces más nos tendríamos que probar a nosotros mismos. Por eso hicimos Tangerine, de manera desesperada. Pero, por otro lado, me alegro de no haber conseguido el dinero entonces, porque hubiera sido un film diferente, innecesariamente sombrío. Y Brooklynn Prince ni siquiera había nacido (risas). Tangerine es oscura, pero también tiene mucho humor. Hay mucha alegría de vivir entre las protagonistas, que son afroamericanas transgénero que se prostituyen en Hollywood. Durante el proceso de investigación nos reímos mucho con ellas. Recurren con frecuencia al humor, la risa juega un papel muy importante en sus vidas y decidimos incorporarlo al estilo de la película. Y creo que la gente conectó con eso, tuvimos una respuesta muy positiva. En The Florida Project el humor viene de ver interactuar a los personajes. Nos centramos en los niños. En esos moteles hay gente muy jodida, pero al mismo tiempo existe un sentimiento de comunidad, es gente que vive su vida y también celebra cosas con alegría, como cumpleaños, fiestas, etc. Nos pareció necesario que eso también estuviera en la película. En ese sentido, una de las grandes influencias fue la serie Our Gang, también conocida como The Little Rascals (en España, La pandilla), que empezó a emitirse en los años veinte, durante la Gran Depresión. Los episodios de la serie dirigidos por Hal Roach tuvieron una gran influencia sobre mí. La mayoría de protagonistas eran pobres, pero el tema central no era ese, sino lo bien que lo pasaban y la alegría de ser niños. Supongo que he hecho unos Little Rascals modernos”.
A la habilidad de Baker para empatizar con sus personajes se une un casting literalmente perfecto. “Nos tomamos nuestro tiempo, hasta el punto de que llegó un momento en que faltaba muy poco tiempo para empezar el rodaje y pensamos que tendríamos que posponerlo, porque no teníamos a la niña que debía interpretar a Moonee, la protagonista”, admite. “Dos días después apareció Brooklynn Prince. Es cuestión de tener paciencia. Además, quería trabajar con niños locales, de la zona, que no tuvieran que desplazarse para rodar, con su propio acento, que no necesitaran fingirlo y pudieran sentirse cómodos, como si estuvieran jugando, en vez de estar trabajando. Tuvimos mucha suerte. A Bria Vinaite, la madre, la encontré en instagram. No es que busque actores por ese método, pero en Tangerine resultó muy útil. Una noche, por casualidad, caí en su página y no podía sacármela de la cabeza. Se la enseñé a la gente del equipo y supimos que no encontraríamos a nadie mejor en Hollywood. Es rebelde, encaja con lo que buscaba, aunque no daba el tipo inicial, pero quería una cara nueva, no una celebrity que arruinara la credibilidad del personaje. Ya había trabajado con no profesionales en otras ocasiones, y sabía que podía funcionar, pero cuando le dije a los inversores de la película que no habría nadie famoso, no les gustó la idea. Insistí en que echaran un vistazo a su instagram y confiarán en mí. Bria estuvo entusiasmada desde el primer momento, hizo una lectura con los niños y al equipo le gustó. Ella sabía que era su oportunidad y quería aprovecharla. Trabajó muy duro con nosotros. Un día le dije que iba a rodar con Willem Dafoe y después me arrepentí, porque la podía intimidar, pero estuvo fantástica. Y a Mela Murder, que interpreta a Ashley, la otra madre, la encontré en un corto titulado Gang (Clayton Vomero, 2015), que vi en Vimeo”.
The Florida Project posa la mirada en la infancia de una manera inusual, como pocas veces se ha visto en el cine. El trabajo con los pequeños fue fundamental para conseguirlo. “Siempre he sido muy escéptico a la hora de reconocer a los niños actuando, nunca sabes si realmente lo están haciendo o simplemente están siendo ellos mismos; hasta que llegó Brooklynn, que es real. El acting no fue un trabajo, nunca se aburrían o lo veían como una obligación, les organizábamos juegos y entendieron muy bien a los personajes. Cuando solo llevábamos una semana y media de rodaje, ella tenía una escena de gran importancia emocional. No me gusta ensayar esas escenas, porque se puede arruinar la espontaneidad o perderte la mejor interpretación en los ensayos. Solo hablé con ella y se la expliqué, pero no demasiado, porque es una niña muy lista. Llegó al set y dijo que estaba preparada, que sabía cómo hacerlo, incluso llorar. La interpretó increíblemente bien. Hicieron muy fácil muy trabajo. La atmósfera fue muy familiar. Willem Dafoe tampoco se comportó nunca como un divo, era muy accesible y amable, nunca exigió un trato especial. Y todo eso ayudó a la película”.
También una textura de imagen que es producto del rodaje en 35 mm. “Sentía que la imagen digital, por mucho filtro que le pusiera, no podía igualar la del fotoquímico. En todo el mundo, solo queda Kodak trabajando con celuloide, y como esta vez tenía presupuesto para hacerlo, quería poner mi granito de arena para que el formato se preserve. Pero eso no significa que renuncie a otros. Como decía antes, Tangerine me llevó a The Florida Project. Hay belleza en todos los formatos, la elección tiene que ver con el contenido, aunque a veces no se puede usar por el coste. Haz tu película, como sea, pero si puedes, usa celuloide”. Y no pongas música, se podría añadir. “Tenía muy claro que no quería. Los sonidos reales, como el del helicóptero que pasa por la zona constantemente, debían marcar el ritmo y la tensión. Me encantan las grandes bandas sonoras, pero pueden manipular de manera muy obvia, y fue algo que intenté evitar. Era un reto tratar de emocionar al público sin esos recursos convencionales y manipuladores”. Decisiones que hacen de The Florida Project lo que finalmente es. “Cuando haces una película, te planteas cómo quieres representar las cosas. Con grupos de gente así y subculturas de este tipo, que viven casi al margen, hay que tomarse tiempo, tener un punto de vista ético a la hora de enfocar el tema, porque no eres parte de ello. Se trata de ponerles cara humana. Creo que en este caso son reales, de carne y hueso, vienen de un mundo con el que el espectador puede sentirse relacionado”.