El antídoto de los Morales contra la València pequeña.
La Cruz Cubierta, el barrio, podría parecer aquel lugar dondecristoperdióelgorro para la València pequeña, ombliguista, con confines demasiado cercanos a su propio pedigrí. Por eso cada vez que más allá de Orión abre un restaurante con jugo, renace un gatito. A la vera de Malilla, los hermanos Morales (Rafa y Mónica) han puesto pie en la vida tranquila después de unas cuantas décadas ‘para otros’.
Cerca de los Adrià (“Ferrán Adriá no nos enseñó a cocinar, nos enseñó a entender la cocina”), su irrupción es bien diferente a lo de los cachorros posBullí que, tras un stage, comienzan montándoselo en solitario. Rafa Morales ha dado el paso tras mucho rodaje.
Se llama Senzillo y tiene el aroma de una antigua casa de periferia abierta de par en par. Te la encontrarías de repente fuera de circuito en alguna isla griega, solo que aquí está frente a una gasolinera, donde la ciudad parece perderse.
Su oferta, quizá con un excesivo despliegue de cartas y menús, parece avasallar. Pero bastará una palabra para tenerlo claro: lo que quiera Senzillo. Salazones y unas ostras, arroces y guisos, las tartas de Mónica. Una cocina abierta a la sala, transparente, parece estar haciendo chup-chup constantemente. Profundiza más allá de las apariencias. En la sala hay familias del barrio que hablan de Rubiales, algún tipo solitario que ha venido a por su guiso, parejas que festean.
Cuando comparto en redes alguna foto un amigo me pregunta qué tal. ‘Aseado’ digo errático. ‘¿Un restaurante aseado? Pues no iré’, contesta. ‘Con aseado quiero decir tranquilo, sin gritar. Prueba’. Otro reacciona con un #vitalenta para definir la calma sin estridencias que provoca Senzillo. Eso era.
Senzillo
C/ Sant Vicent Mártir, 340
96 207 25 92