VALÈNCIA. El próximo 2023 tendrá lugar la cita autonómica y municipal con las urnas en la Comunitat Valenciana. La fecha sobre la Generalitat todavía no está decidida, aunque todo apunta a que el jefe del Consell, Ximo Puig, se inclina por coincidir su reválida con los comicios local, lo que situaría la fecha clave en el 28 de mayo del siguiente ejercicio.
Queda más de un año pero se percibe en el ambiente la preparación de los distintos partidos ante el examen. El aumento de actividad, la defensa más férrea de los argumentos, el incremento de presencia en redes sociales y la presión sobre los medios de comunicación se hace más patente con el objetivo de pelear cada centímetro de espacio en la opinión pública.
El aumento de tensión en los últimos días entre el Gobierno valenciano y la oposición va dirigido a encontrar una respuesta: ¿Serán ocho años suficientes para un cambio de ciclo? En el imaginario político, suele asumirse que resulta muy difícil dar la vuelta a un Ejecutivo en su primera legislatura: estadísticamente, es muy poco habitual que un nuevo gobierno pierda el poder a los cuatro años. En cambio, las posibilidades se incrementan para la oposición debido al desgaste, errores en la gestión o movimientos políticos externos a gran escala que pueden propiciar un cambio de ciclo.
En la Comunitat Valenciana, los números fueron lo suficientemente ajustados -52 para el bloque de izquierdas y 47 para el bloque de derechas- para que las espadas estén en todo lo alto. Una diferencia estrecha que conduce a un año de infarto en el que se pondrá el foco en cada éxito o fracaso del bando respectivo. La propia igualdad se intuye también a la hora de medir las sonrisas y lágrimas del Govern del Botànic formado por PSPV, Compromís y Unides Podem, ¿qué pesará más?
-Llegada de la Volkswagen. Sin duda, la noticia estrella del Gobierno valenciano posiblemente en toda la legislatura es la llegada de la gigafactoría de baterías a Parc Sagunt en 2026, lo que proporcionará 3.000 empleos directos y una inversión de unos 7.000 millones de euros. Un éxito del Ejecutivo al lograr atraer un proyecto empresarial de largo recorrido a tierras valencianas.
-Fondos europeos tras la covid. El principal objetivo del Botànic para este 2023 era poner el foco en la llegada del dinero europeo para la recuperación postcovid. Sin embargo, la invasión rusa a Ucrania ha provocado una nueva crisis económica sobre la ya existente debido a la pandemia, lo que ha trastocado los planes inmediatos de Europa y del propio Gobierno valenciano. No obstante, la articulación de los fondos sigue produciéndose y en el Consell esperan que termine la guerra para poder evidenciar la llegada de estas inversiones que equilibren la economía autonómica.
-Gestión de la covid y salida de la pandemia. Obviamente, la gestión del azote del coronavirus ha tenido claroscuros en la Comunitat Valenciana, aunque no se aprecia que el Botànic y, en especial, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, haya salido especialmente malparado de la crisis sanitaria. Es más, no es descartable que incluso el jefe del Consell haya salido reforzado de este reto de salud pública. Si la pandemia no regresa con virulencia, el Gobierno valenciano podría -dentro de la catástrofe que supone la pérdida de vidas- considerar digna la salida en lo que se refiere a la posición política.
-Liderazgo presidencial de Puig. Aunque pueda pesar a sus propios socios, ante las horas bajas de liderazgos que sufren Compromís y Unides Podem, la visibilidad y solidez del jefe del Consell es uno de los valores a tener en cuenta del Botànic. Bien posicionado en la política nacional y conectado con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es una figura consolidada de cara a la próxima cita electoral. Ahora bien, cuestiones como la reforma de la financiación autonómica pondrán a prueba su estatus en la política estatal.
-Rescate de proyectos fracasados. Otro motivo para sacar pecho por parte del Botànic es el nuevo uso o recuperación de los llamados 'elefantes blancos'; proyectos de mucho gasto que no habían entrado en funcionamiento o proporcionado rentabilidad. Es el caso de Ciudad de la Luz, Aeropuerto de Castellón o la Línea 10, entre otros.
-El líder del PPCV, todavía sin suficiente visibilidad. El presidente regional de los populares valencianos, Carlos Mazón, fue elegido hace menos de un año y todavía no ha logrado la notoriedad necesaria. Además, ahora ha perdido a sus principales valedores en Madrid, Pablo Casado y Teodoro García Egea. No obstante, todavía queda el suficiente tiempo para que el dirigente popular se aúpe entre el electorado.
-Ningún escándalo en corrupción económica. El Botànic está teniendo algunos problemas judiciales relevantes pero, no obstante, en siete años de al frente de la instituciones todavía no le ha estallado ningún caso en materia de corrupción económica, un problema que sí tuvo el PP en su etapa de gobierno. Un arma que desde el actual Gobierno valenciano suelen sacar a relucir como contraataque frente a la oposición.
-Banderas en las políticas sociales. Desde el Botànic agitan algunos símbolos prácticamente desde 2015, como la mayor sensibilidad en materia de igualdad y en derechos LGTBi, la universalización de la sanidad pública, la mayor transparencia, la reversión de la sanidad privada o la mejora en los plazos para las ayudas de los dependientes. No obstante, también aquí radican blancos que la oposición está utilizando para disparar, como la gestión en las residencias de mayores, en los centros de menores o las críticas a los resultados de las propias reversiones.
-Casos judiciales abiertos. Que no existan causas relevantes en materia económica no significa que no haya problemas en los tribunales. Concretamente, hay dos que causan inquietud en la cúpula del Botànic: la posible imputación de la vicepresidenta Mónica Oltra por la gestión de su conselleria en los abusos por parte de su exmarido a una menor tutelada, y el posible fraude de subvenciones relacionado con las empresas del hermano del presidente, Francis Puig. Buena parte de la labor de la oposición en los últimos meses se basa en estos casos.
-Crisis económica prolongada y agrava por la guerra. Como ya ha informado este diario, la invasión rusa sobre Ucrania ha trastocado totalmente la hoja de ruta del Gobierno valenciano con una crisis energética y económica de carácter mundial que se solapa con el socavón causado por la covid. De no solucionarse este problema, un agravamiento de la crisis económica puede abocar a vuelcos o cambio de dinámicos electorales radicales. Una variable muy difícil de controla para el Botànic.
-El ascenso de la ultraderecha. Esta cuestión es un arma de doble filo para el Gobierno valenciano. En términos generales, causa intranquilidad y preocupación por lo que consideran un problema de convivencia, si bien electoralmente no tiene por qué ser negativo, dado que este auge contribuye a la movilización de la izquierda en las citas electorales. No obstante, los problemas surgidos con colectivos como los transportistas a raíz de la crisis energética por la invasión rusa a Ucrania, también preocupa a algunos estrategas del Botànic al considerar que puede perderse voto obrero que en teoría debería ir a la izquierda en favor del populismo de derechas. Un ascenso de la "antipolítica" -como la califican algunos veteranos- que causa preocupación en el Palau.
-El postergado cambio en la sociedad valenciana. Enlazado con la anterior idea, el Botànic no ha conseguido que se produzca una renovación en la mentalidad de la sociedad valenciana tras siete años de gobierno. Prueba de ello fueron los resultados en las pasadas elecciones: el bloque de izquierdas, lejos de aumentar su distancia de 11 escaños respecto al de derechas, lo vio reducido a tan sólo cinco, cuando lo normal suele ser un mantenimiento de la diferencia o incluso un incremento en la primera legislatura de un gobierno. Es más, en líneas generales, los sondeos apuntan a día de hoy a victoria ajustada de la izquierda o empate técnico entre bloques.
-Roces empresariales como la gestión de la Copa América. Otra arma de doble filo: en el Botànic están convencidos de que este evento no era necesario para València en la actualidad y se han escudado en el excesivo desembolso para atraer el evento y la poca implicación de inversores privados, aunque también se percibía un trasfondo político de no apadrinar una cita que otrora fue marca 'Rita Barberá'. La cita náutica se celebrará finalmente en Barcelona, algo que ha escocido a muchos empresarios en la Comunitat Valenciana. Está por ver si el grueso de la ciudadanía coincidirá con la decisión adoptada por la izquierda o se alineará con la opinión del grueso empresarial que lo considera una oportunidad perdida.
-Dificultades para la marca nacional del PSOE y de Unidas Podemos. El desgaste no sólo se produce para el gobierno autonómico, también pasa apuros el Ejecutivo liderado por Pedro Sánchez. No cabe duda que el eterno rival, el PP, ha pasado una de las peores crisis de su historia en las últimas semanas, pero ahora, con la entrada de Alberto Núñez Feijóo como nuevo presidente nacional, parece afrontar con mayor optimismo la recta final de la legislatura. Mientras, PSOE y Unidas Podemos deben afinar en el tiempo que queda ante las elecciones generales de finales del año próximo con un Parlamento cada vez más ingobernable. Prueba de que no es el mejor momento de las citadas marcas nacionales, es que en el PSPV no quieren coincidir con las elecciones generales a diferencia de lo que ocurrió en 2019.
-Tensión en València ciudad. No son pocos en ambos bloques políticos los que creen que, de coincidir las elecciones autonómicas y locales, una de las plazas que puede ser clave es la capital. En estos momentos, la alianza entre Compromís y PSPV se encuentra en un momento débil, en el sentido de que la carrera por ocupar el espacio entre los dos socios políticos ya ha comenzado y, precisamente, aquí el bloque de derechas es donde más cerca se sitúa de la victoria teóricamente, dado que se quedó sólo a un concejal de diferencia en 2019.