VALÈNCIA. Una familia alojada en una pequeña -y vieja- casa de pueblo se encuentra ensimismada frente a una mancha en la pared, un borrón que no pueden dejar de mirar, que les hace sospechar a unos de otros y que logrará opacar su historia, hacer que se planteen realmente quienes son e incluso atraer nuevos visitantes.
¿Puede ésta cubrir la historia de la familia entera? Para descubrirlo los actores Pep Ricart, Ernesto Pastor, María Covadonga, Alberto Martín de Miguel y Mafalda Bellido se suben a las tablas del Rialto del 21 de noviembre al 8 de diciembre para observar La Mancha, en una obra que se desdibuja bajo la dirección de Sergio Serrano -también autor del texto- y Marcos Sproston y con la música de Luis Miguel Cobo.
Este borrón abre la puerta a una conversación sobre la ambición, la honestidad y las miradas que construyen la historia de aquellos que buscan viajar más allá de su realidad. Esta producción propia del IVC muestra también un relato único que se centra en los márgenes y que permite que la familia se una ante una idea abstracta. Basándose en el fenómeno de las caras de Bélmez Serrano habla de una “mancha” que capitaliza la intimidad y que genera un flujo de visitas elevado a una casa particular.
Centrándose en esa idea “dibuja” una mancha sobre la que los individuos se cuestionan, porque cada uno ve una figura diferente. “Esta mancha nos sirve para hablar de cómo cambia la vida de esta familia de forma individual y también de cómo se comercializa su espacio. Nos ayuda a ver que tienen distintos deseos que se presentan a ellos mismos. Ven lo que les gustaría tener, su posible futuro y dentro de un grupo que no tiene ningún tipo de comunicación”, destaca el autor de la obra.
Para que el espectador tenga más facilidad a la hora de acercarse a la historia, Sproston explica que los actores juegan entre la actuación y la narración para contar al público cuál es su siguiente paso, en qué piensan y hasta quienes son: “El público se convierte en una especie de dios que entra en este espacio de “narraturgia”, el actor se dirige a este directamente para dialogar y contar lo que le está pasando. Todo se muestra muy al desnudo dentro del esbozo de una casa en la que no hay ni trampa ni cartón”.
Con esto combinan una serie de verdades, mentiras y creencias que se centran en la confianza como resultado final. Serrano comprende que esta confianza es clave dentro de una familia en la que hay un juego de incomunicación que se rompe por la mancha en la pared: “La obra habla de las cosas que no se cuentan nunca, que son como las heridas que no se comparten, y de la esperanza de que algún día todo esto sea distinto. Hablamos de unos personajes peculiares que no quieren compartir lo que les pasa y el espectador es el único que se permite saberlo todo”.
Bajo esta filosofía, Serrano ahonda en un mundo en el que no existe el miedo para compartir los deseos y esperanzas de cada uno y dibuja una mancha que es capaz de sacar lo oculto de cada uno. “Pienso en cómo trasciende en la sociedad en la que vivimos, me centro en una familia marginada del resto para hablar de lo que pasaría si pusiéramos el foco en ellos y viéramos todo lo interesante que intentan contarnos. La clase trabajadora también tiene el derecho y deseo de soñar y a veces se nos olvida”.
Fotos: NEREA COLL
Para cada personaje esta “pringue” significa una cosa. Para el abuelo de la familia es la esperanza del perdón, para la hija simboliza un lugar al que quiere ir y hay momentos en los que aparece y desaparece como por arte de magia. Hay una parte de proyección, otra de misterio y una de realidad en la que los narradores dialogan con el público sobre lo que ven, mientras muestran su desnudez en un escenario que funciona como un no-lugar: “Queremos que el público se emocione con el teatro, que es la mentira más verdadera que hay. La obra es una mezcla de creencias con las que se busca conocer el resultado final”, destaca Sproston.
Con todos estos elementos, la familia sigue siendo el eje central de la historia, y la “mancha” es la manera de aprender sobre las herencias, los secretos y los dilemas de casa: “Queremos que se convierta en una excusa para hablar de la sociedad, de cómo a la madre no se le escucha frente a un padre dictatorial en una familia jerárquica y también de la forma clásica de la familia”, apunta Serrano, quien señala que en cierto momento los protagonistas también se convierten en visitantes curiosos que quieren vivir ese fenómeno desde fuera.