VALÈNCIA. En castellano se titula Oficina de infiltrados y está disponible en SkyShowtime. No hay que descargar nada del torrent ni andar sincronizando subtítulos, como nos suele ocurrir con las series europeas. Algo curioso, porque estamos en Europa, pero la producción de nuestros países vecinos y hermanos, hasta que la ultraderecha desmonte la UE para deleite del neofascismo putinista, nos llega con cuentagotas –un cuentagotas llamado Filmin- mientras que todas y cada una de las series estadounidenses están disponibles por todas partes, en las públicas, las privadas, las plataformas, los DVDs y la boca de los influencers, críticos de reconocido prestigio, amigos, vecinos y seguidores en las redes sociales.
Eso no quiere decir que las series europeas sean mejores per se. Abunda la factura televisera para todos los públicos, pero cuando algo sale bien, se nota. Y Le Bureau des légendes es un buen ejemplo. Es una serie antigua, empezó a emitirse en 2015, pero es fácil situarse en la amenaza yihadista y la guerra de Siria donde comienza, porque quien más quien menos, nos chupamos esos conflictos hasta la saciedad. Fueron, de hecho, claves en la configuración ideológica europea por el fenómeno de los refugiados que se produjo ese mismo año.
Pero el entorno es lo de menos. No vamos a aprender nada por una serie. Lo que merece la pena es la realización. Y aquí deberíamos citar a la tan cacareada The Wire. La obra maestra de David Simon, si tenía un punto fuerte, era su densidad. Estaba cocinada a fuego lento, como se decía entonces de HBO, despreciando al espectador convencional. Esto es, sin impactos emocionales a las primeras de cambio, sino enhebrando una historia con muchos argumentos y diferentes enfoques. Con el primer capítulo nadie se enteraba de gran cosa, había que hacer un ejercicio de fe y tragarse por lo menos tres o cuatro para engancharse. Ahora, cuando eso sucedía era peor que la heroína.

Ocurre lo mismo con Le Bureau. Se tratan en profundidad varios personajes y las relaciones entre ellos son bastante complicadas, por lo que poco se entiende a las primeras de cambio. El ritmo es lento, para no ahorrar en detalles, y lo normal sería quitarse del medio en un par de capítulos, teniendo en cuenta que lo normal hoy es no aguantar veinte segundos delante de una pantalla si no hay estímulos recurrentes que atrapen nuestra atención.
Pero aquí ese ritmo trepidante destinado a la guerra por la atención no les interesaba. Nos ofrecen sumergirnos completamente en su universo y, una vez superada una serie de capítulos y entendidas las tramas entrelazadas, la experiencia es otra cosa. La serie es emocionante, los giros de guión fascinantes y los guionistas no son complacientes con el espectador.
Si hubiese que ponerle un pero, es que la trama principal es un romance un tanto estereotipado. Se trata de un espía que se enamora realmente de una mujer a la que seduce haciéndose pasar por otra persona. Esa falta de profesionalidad, poner emociones reales en su misión –ya conocen el refrán castellano sobre la olla- luego destapará otras capas de su personalidad bien interesantes y, sobre todo, de su organización.

A mí me da un poco de grima este hombre. Los más viejos del lugar recordarán cuando el presidente francés, Sarkozy, apareció con Carla Bruni en Egipto en 2008. Era una forma de anunciar su romance, creo recordar, y las fotos de los paparazzi se me quedaron grabadas en la memoria. Su pinta de recién divorciado clamaba al cielo, con vaqueros y la camisa remangada, mostrando al mundo su nueva conquista. Por lo que sea, el protagonista me evoca esa figura decadente.
Pero él no lo inunda todo. La comparación con The Wire no es caprichosa. Simon otra cosa no, pero cómo funcionan las organizaciones y las empresas lo conocía perfectamente y lo plasmó con realismo soviético. En la cima hay siempre un pragmatismo que puede helarte la sangre. En los cargos intermedios, generalmente inútiles de los que solo se demanda obediencia ciega, algo que solo los inútiles saben dar bien.
Y por abajo, es decir, donde se trabaja o se resuelven los problemas reales, el buen desempeño no es siempre garantía de éxito, sino que puede significar lo contrario y violar todas las normas. Si se dan las circunstancias adecuadas, se puede hasta premiar. El tratamiento de la lógica y vicios organizacionales es mi parte favorita de esta serie.
Los capaces pero honrados, a poco que sumen años en la organización pues lo único que hacen es flipar, volverse cínicos y encerrarse en sí mismos. Todo esto ocurre en solo dos temporadas de esta agencia de espías franceses que circulan por Oriente Medio, pero cualquiera que haya trabajado en empresas, aunque sean de teleoperadores, distinguirá los patrones, porque son universales. Y en todo ese meollo, Henri Duflot se revela como un personaje inolvidable.

También hay una interesante trama psicológica, que viene a rociar con ácido corrosivo la mencionada historia romántica que mueve el principal argumento en estos veinte capítulos. Ahí sí que se nota un toque francés, porque los guionistas dejan en mal lugar a sus personajes, les quitan todo brillo y encanto y eso es excelso.
Curiosamente, cuando Éric Rochart, su creador, se puso manos a la obra, tenía en mente competir con la invasión de series anglosajonas. Tuvieron que convencer a la productora de que les permitiera hacer una temporada anual con diez capítulos y emplear la figura del showrunner, importada de Estados Unidos, para poder trabajar de forma coordinada en varios planos simultáneos.
Para el resto, lo que hicieron fue absorber las noticias de la prensa como esponjas. Buscar en cada escándalo internacional cómo podían derivarse tramas de él. Recoger ideas y sobre todo establecer pautas para crear marcos realistas. Vender la emoción de lo que puede ser real, no forzar las historias para abusar del suspense que gusta al público con tragaderas.
El New York Times consideró hace unos años que esta serie de Canal + Francia era la tercera mejor de la década anterior. Y el destino del autor, con estos mimbres, es por todos conocido: Acabó fichando por EEUU y el año pasado estaba escribiendo el guión de la serie The Agency. La misma historia de agentes encubiertos, pero con Michael Fassbender, con una apuesta firme por el realismo. Ya les diré qué tal está, también está en Sky.