“Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” El pasado jueves 12 de agosto, en un marco incomparable como es Casa Santonja y gracias a la familia Gadea pude de nuevo atender a las interesantes reflexiones del fundador de Hakuna, D. Josepe Manglano. Una persona que no deja a nadie indiferente pero que a la vez te da un chute de fe que asienta aún más si cabe tus principios católicos, como es mi caso. El evangelio según San Mateo 18, 21-19,1 de ese jueves no ofrece dudas a la respuesta a la pregunta de Pedro a Jesús: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.
Y con esto enlazo mis reflexiones de hoy en relación con lo que supone la acuciante deuda que soporta la Comunitat Valenciana. Una deuda sin solución clara ni cercana que continúa creciendo descontroladamente junto a la actuación de estos meses de nuestro presidente Ximo Puig, que ha terminado reclamando un impuesto a los contribuyentes de Madrid.
Todos sabemos que el sistema de financiación autonómico no es favorable a los intereses de nuestra Comunitat. El último informe de Fedea así lo corrobora. Estamos 6 puntos por debajo de la media autonómica en financiación, si nos atenemos a criterio de población ajustada. Y todo ello desde el 2014 cuando se podía haber revisado el sistema de financiación con algún tipo de corrección vía fondos de nivelación o compensación a nuestra Comunitat. Pero no. Y para más inri, con distintos gobiernos tanto del PSOE como del PP, tanto a nivel nacional como a nivel autonómico. Y ahí es donde realmente reside el problema, pero también la solución.
¿Qué ha pasado en estos años además de culparse unos a otros sin resolver la situación? Básicamente dos cosas: la primera, que la deuda se ha disparado a cifras insostenibles, pero sobre todo imposibles de reembolsar –ya vamos por más de 51.000 millones de euros y subiendo-, refinanciando deuda y préstamos que no se pueden atender y cubriendo déficits no autorizados y liquidaciones negativas por una mala gestión de los presupuestos y las cuentas de la Generalitat Valenciana. Pero la segunda, y que no debemos olvidar, es que esa deuda y apoyo financiero han llegado de la mano del Gobierno central, inyectando 83.205 millones de euros que, además, han permitido que nuestras cuentas, pese a estar en la UCI, se mantengan vivas. Es más, gracias a esta inyección de millones, el 83% de la deuda se la debemos al Estado español, o, dicho de otra manera, a la solidaridad de todos los españoles. En otras palabras, el problema no solamente lo tienen los valencianos, sino que se lo hemos traspasado al resto de España.
Lo que debería traducirse en un discurso y relato de nuestro president Ximo Hood de agradecimiento, comprensión, gratitud, solidaridad, convivencia, esfuerzo, reconocimiento e incluso perdón hacia el resto de los ciudadanos españoles, incomprensiblemente se ha transformado en una posverdad, buscando un único culpable como es la Comunidad de Madrid, que nada tiene que ver con la cruda realidad de un sistema de financiación perverso. Gracias a las políticas fiscales y económicas que se han llevado a cabo en Madrid -hasta ahora con un gobierno de PP y Ciudadanos- los malvados madrileños han contribuido con más de 6.000 millones de euros a la solidaridad autonómica, un 24% de lo que pagan de impuestos, de los que 250 millones van a parar a las arcas de la Generalitat Valenciana.
Tal vez una política de bajada de impuestos que alivie a las rentas bajas y medias y que active el consumo dinamizando la economía -que a la postre logrará una mayor recaudación y por consiguiente creará más riqueza- como la que planteamos desde Ciudadanos para 2021 y volveremos a plantear en los presupuestos de 2022, sería una oportunidad que no se puede despreciar. Pero mientras tanto el ofendido sigue perdonando y ciertamente les aseguro que no es valenciano.