Tras el confinamiento, vuelven los rodajes pero envueltos en un sinfín de medidas de seguridad y una duda: ¿hay que trasladar la nueva normalidad —con su gel y las mascarillas— a las tramas de ficción?
VALÈNCIA. Hay momentos en la historia que marcan un antes y un después. La pandemia actual ha dividido 2020, y quién sabe cuántos años venideros, en pre y post covid-19. Los rodajes de la llamada nueva normalidad se ajustan hoy a un protocolo impensable hace seis meses. Hay proyectos para los que el coronavirus ha supuesto un hiato, una ópera prima nacida al albor de esta amenaza invisible y producciones aplazadas que estos días se retoman con no pocas modificaciones en los planes de filmación.
Según cálculos de la Spain Film Comission, una red que agrupa las oficinas españolas de promoción audiovisual, en nuestro país se han suspendido o cancelado más de trescientos proyectos. Solo en los municipios que el Mediterráneo baña en Alicante, la pausa en la industria audiovisual ha supuesto pérdidas por unos seis millones de euros, acorde al balance de la Costa Blanca Film Comission.
La frenada en seco afectó compromisos en Elche, Jávea, Dénia, Benidorm, Villajoyosa, El Campello y Alicante. Entre los proyectos en el aire han estado el nuevo vídeo musical de la cantante Melody, anuncios publicitarios, una entrevista del programa Lo de Évole, un reportaje sobre puertos deportivos y gastronomía para la televisión japonesa TV Asahi, una producción estadounidense, sendas visitas para localizaciones de la road movie de Guillermo Polo Pobre diablo y el salto al largo del cortometrajista Chema García Ibarra, Espíritu sagrado, y la serie de Atresmedia y Boomerang TV Alba. La grabación de esta última se ha retomado estos días, convirtiéndose en la primera serie debutante rodada tras el estado de alarma.
«Mantuvimos la preproducción y avanzamos con el guion, con la ventaja de que si el rodaje hubiera arrancado en abril, tan solo hubiéramos tenido cinco o seis capítulos cerrados, mientras que ahora ya vamos con diez de un total de trece que conforman la serie», celebra Luis Santamaría, quien junto a Montse García y Pablo Guerrero ejerce la producción ejecutiva de este remake de la exitosa telenovela turca Fatmagül, acerca de una joven víctima de una violación múltiple.
El argumento implica sí o sí el contacto físico entre el elenco, así que no han modificado la interrelación entre los personajes de la ficción. «Todo proyecto despierta nervios; no importa la experiencia a tus espaldas, y aquí, además, se ha añadido la incertidumbre: vivimos con el temor de que en una analítica haya una sorpresa negativa. Si una sola PCR da positivo se pondría en riesgo todo nuestro plan de rodaje», explica el productor, responsable, entre otros títulos, de Acacias 38.
Entre los obstáculos a los que han tenido que enfrentarse destaca que una de sus actrices, Bea Segura, vive en Londres, así que, antes de incorporarla a los ensayos, tuvo que cumplir una estricta cuarentena de quince días. El resto del elenco, con rostros televisivos tan conocidos como los de su protagonista, Elena Rivera —descubierta por el gran público en Cuéntame—, y Álvaro Rico, uno de los actores del fenómeno global impulsado por Netflix Élite, avanzó con las lecturas y el bosquejo de sus personajes, aplicación Zoom mediante.
«Todas las series y largometrajes nos regimos ahora por un protocolo de sanidad y de higiene que resulta tedioso. Las jornadas de once horas en la playa, con la mascarilla puesta y el sudor, se hacen complicadas, y hay que estar encima de equipo para que no se lo quiten cuando hay distancia y piensan que no hay peligro. Pero al fin y al cabo, nuestro trabajo ya era de rutinas muy jerarquizadas», relativiza Santamaría.
El documento que detalla las medidas y recomendaciones para evitar los contagios y garantizar rodajes seguros en estudios, sets y localizaciones públicas y privadas aconseja que todas las personas que vayan a trabajar presencialmente se hayan realizado un test serológico en los quince días previos a su incorporación. Una vez en faena, el equipo ha de mantener la distancia social y hacer uso de mascarillas y geles hidroalcohólicos. Cada mañana se toma la temperatura a todo el equipo a su llegada al rodaje. Con frecuencia se sanea y ventila los espacios. Los micros de corbata se desinfectan después de cada plano y los cascos auriculares son intransferibles. Todos los productos de maquillaje y peluquería son de uso único y la ropa de cada actor o actriz, figurante y extra ha de estar identificada y separada con fundas de plástico. Los envases de comida, higienizados y esterilizados.
«A veces bromeo diciendo que parece que estemos rodando una película porno, donde continuamente se hacen pruebas del sida», compara el actor, dramaturgo y director de teatro Secun de la Rosa, que este pasado mes retomó en Benidorm el rodaje de su debut como cineasta, El cover, protagonizada por Álex Monner y Marina Salas. El confinamiento interrumpió la puesta en pie de esta película sobre los imitadores de las estrellas británicas en los hoteles del famoso destino vacacional.
Si una ópera prima ya carga per se con una fuerte dosis de emoción e inquietud, la crisis sanitaria las ha exacerbado. «Nos ha afectado muchísimo. Al final estás tan pendiente del protocolo de seguridad que temes que se te escape lo creativo. Ha sido terrorífico y hemos conseguido acabar de milagro», comparte el director novel.
Y no exagera. El cover se desarrolla principalmente en exteriores y se ambienta en el mundo de la música, en una ciudad que no duerme y se la encontraron aletargada y semivacía. Parar a mitad un proyecto de estas características ha supuesto no pocos quebraderos de cabeza al equipo de producción. La presencia de intérpretes mayores les ha llevado a extremar las medidas de seguridad. Han dispuesto de menos días de los previstos y de más gastos. En el momento de retomar, los actores ingleses del reparto no podían viajar.
«Al final estás tan pendiente del protocolo de seguridad que temes que se te escape lo creativo», lamenta Secun de la rosa
El director de fotografía, Santiago Racaj, tenía otros compromisos. Los carteles que anunciaban los conciertos multitudinarios en el balneario costero habían desaparecido. Ha sido necesario replanificar y rehacer secuencias, como una discusión entre la pareja protagonista que inicialmente sucedía en un hall atestado del hotel a las doce de la noche y pasó a contextualizarse a las cinco de la madrugada para que no llamara la atención el vacío de turistas.
«El cover es una historia de amor que habla de la inocencia de los perdedores y reivindica a los cantantes anónimos: alguien que canta desde el corazón y tiene buena voz no es menos artista que otro que ha alcanzado la fama. Pero estos días siento que el mensaje ha cobrado un doble significado y se ha convertido en un homenaje al arte en nuestros tiempos, una llamada a que se valore al sector», argumenta De la Rosa, quien se declara «triste» por la doble vara de medir en función de la industria a la que se adscriba tu oficio.
El director novel ha comprobado en los medios, durante esta segunda parte del rodaje, el «olvido» de las medidas de seguridad de cientos de hinchas del Cádiz para animar el ascenso de su equipo de fútbol, en los botellones en Magaluf y en las aglomeraciones en fiestas privadas o discotecas.
«Resulta muy doloroso comparar el celo extremo que estamos teniendo en un sector ya de por sí muy dolorido. En el set se nos exige mantener una separación de seguridad entre nosotros, pero para llegar a Benidorm hemos tomado un AVE en el que íbamos pegados a otras personitas. Afrontamos con miedo y tensión la posibilidad de que alguien tenga fiebre y luego asistimos al descontrol en la calle. Es muy ridículo que se permita tanto en el ocio poniendo en peligro proyectos que generan industria y trabajo», lamenta el actor y director.
El caso de la joven directora Júlia de Paz guarda puntos en común con la experiencia de Secun de la Rosa: la suya también es una ópera prima ambientada en Benidorm, que se reanuda tras el lapso de incertidumbre. La diferencia es que la cortometrajista ha asumido este contratiempo como una oportunidad de mejora del proyecto.
«El confinamiento me ha servido para frenar y reparar en aspectos de la película que no había visto por el frenesí del rodaje. Los primeros días aproveché para gestionar y dirigir el cansancio y las emociones del prerrodaje y el rodaje, pero a continuación, me puse a revisar objetivamente aspectos propios y del equipo que no terminaban de funcionar. La verdad es que este tiempo extra me ha permitido plantear nuevas dinámicas y formas de comunicación», agradece De Paz, cuyo debut en el largo de ficción lleva por título Ama y nace de un cortometraje homónimo que premió la productora La Dalia Films en la última edición del Festival de Cine de Ibiza.
El rodaje inició su andadura el 2 de marzo en Sevilla, para luego trasladarse a Alicante hasta su paralización el 13 de ese mismo mes. El 15 de junio, el equipo volvía a Alfaz del Pi y después siguió rodando en L’Albir, Alicante y Benidorm hasta finales de mes. La película está liderada por Tamara Casellas junto a la niña Leire Marín y cuenta en el reparto con Estefanía de los Santos y Ana Turpin. La trama aborda la soledad en la que muchas mujeres viven la mitificada maternidad.
El escenario poscovid ha supuesto modificaciones en el guion, como la atenuación de escenas de afecto, y cambios de localizaciones, con la eliminación, por ejemplo, de las secuencias previstas en un centro comercial. «Lo que más nos ha marcado son las horas de luz, que eran menos en el mes en que inicialmente íbamos a rodar. Como la película cuenta con bastantes escenas de noche, hemos tenido que cambiar el plan de rodaje para grabar en horarios nocturnos», explica la directora catalana. Ama no hace referencia alguna a la nueva normalidad. Los saludos con el codo, las EPI y el gel hidroalcohólico son una realidad engorrosa en el set, pero no así en la ficción.
Todo lo contrario a las imágenes promocionales de la aerolínea neerlandesa Transavia. El anuncio rodado en nuestra Comunidad que aspira a animar la adquisición de vuelos en los Países Bajos incluye una secuencia donde los protagonistas, parejas y familias de turistas portan mascarillas. Como particularidad por la pandemia, el vínculo entre los modelos elegidos era real; padre, madre e hija lo eran tanto en la ficción como en la vida.
La publicidad se ha rodado en València, Paterna, Pedreguer y Sagunto, en espacios localizados por Localizavlc. «Buscábamos cielos azules, casas con piscina y playas soleadas. En un principio contemplamos Barcelona, pero la desechamos porque buscaban un destino de menores dimensiones», detalla el director sueco Fredrik Nilarp, quien firma la realización junto a su compatriota Petter Berg.
La idea del rodaje en España le despertó, inicialmente, incertidumbre, tanto por la toma de decisiones en el último momento como por el miedo a viajar y el desconocimiento de las reglas que iban a regir la filmación. «Entre las novedades que se encontraron estaba la de que en las furgonetas de nueve pasajeros, solo pueden desplazarse seis personas, para así respetar la distancia de seguridad. O sea, más vehículos y conductores, lo que equivale a mayor logística y presupuesto», traduce el productor local Pachi Navarro.
La Asociación de Productoras de Cine Publicitario de España (APCP) ha elaborado un exhaustivo protocolo para aplicar en castings, búsqueda de localizaciones, permisos de rodajes en localizaciones públicas y privadas, permisos de menores, reuniones de preproducción, localización técnica y pruebas, así como en rodaje, con recomendaciones para los equipos artísticos, de maquillaje, vestuario, sonido, vehículos, asistencia, localizaciones y platós, transporte, posproducción y documentación.
El proyecto Memorias también ha sido un producto de los tiempos extraños que vivimos. Cuando el valenciano Ferran Brooks le vio las orejas al coronavirus se encontró enfrentado a la disyuntiva de quedarse confinado, «haciéndose preguntas», o documentar este episodio histórico de estupor y sufrimiento.
«La humanidad ha pasado por situaciones límite en las que demasiado a menudo nos hemos olvidado de la gente que luchó, así que quise que quedara registrado el esfuerzo de muchos héroes silenciosos en esta guerra contra un enemigo invisible que nos ha venido a buscar a casa. Darle voz tanto a los sanitarios como al Ejército, las Unidades Militares de Emergencia y la Cruz Roja, pero también salirme de lo evidente y contar las historias de los repartidores de comida a domicilio, los trabajadores sociales y tanta otra gente que ha paliado los efectos de esta crisis de salud pública en la sociedad», concreta Brooks.
El documental, inacabado, pone el foco tanto en las áreas metropolitanas de Valencia, Madrid y Barcelona, como en municipios españoles, que en el caso de nuestra Comunidad han sido Paterna, Ayora, Benicàssim, Burjassot, Mislata y Manises, y se completa con la desolación del paradigma del turismo, Benidorm. «Hay dos metáforas que reflejan la situación impensable con la que hemos lidiado. Cuando empezamos el documental, estremecía contemplar los monumentos de las Fallas desmontados y guardados, esperando un momento mejor, y por otro ver las calles vacías de Benidorm. Ha sido brutal. Sobrecogedor. No te lo puedes imaginar», avanza el cineasta.
El equipo de Memorias ha vestido toda la variedad de atuendos para mantener a raya al virus, de la mascarilla quirúrgica al traje de Protección NBQ (Nuclear, Biológica, Química) del Mando de Operaciones Especiales, con máscara antigás incluida, pasando por los EPI de los médicos. Brooks fue el primero en experimentar las trabas de un protocolo que ahora se ha establecido en cualquier rodaje.
«los gestos positivos han multiplicado por mil a los incívicos; eso te reconcilia con la humanidad», apunta brooks
Su película es una almazuela de este hito histórico, estructurada en tres líneas narrativas. Por un lado, están los vídeos domésticos de sesenta personas que han filmado su propio confinamiento, grabados en vertical para contrastar con la filmación profesional de Brooks del día a día de los trabajadores. Y por último, el director se sirve de las ciudades como elemento vertebrador: «Durante el estado de alarma parecían carcasas humanas vacías. El día de la Maredeueta resultaba muy extraño caminar por la plaza de la Virgen sin nadie. Al principio pensé que no me iba a impresionar tanto, pero con el paso del tiempo mermó mi entereza», confiesa Brooks.
El realizador se ha sentido «como un invitado a una fiesta terrible donde sucedían cosas bellas». Mientras Twitter y los medios de comunicación magnificaban los aspectos negativos de estos meses, él ha asistido a actos de buena voluntad. «Los gestos positivos han multiplicado por mil los incívicos. Me reconciliaba con la humanidad ver a los vecinos acercarse diariamente a llevar libros, café y comida a los sintecho en los barrios más ricos de València. Policías, médicos, enfermeras, trabajadores sociales... lo daban todo».
El fin del rodaje no tiene fecha. El paso del tiempo es una de las herramientas del género documental y a la covid-19 todavía le queda. «Me lo planteo como una forma de sanación colectiva. Espero que algún día, cuando pase todo, la gente descubra a esas heroínas y héroes que trabajaron para paliar los efectos del bicho y remendar las costuras del estado de bienestar que saltaban por los aires».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 70 de la revista Plaza