A MI MODO DE VER / OPINIÓN

Sin taquígrafos hay ocultación

8/12/2023 - 

Las verdades como las reflexiones deben ser oportunas. Por ello, vamos al tema, esto es, a dedicar unas líneas a ese dicho que ha movido tantas voluntades: “Luz y taquígrafos”.

No pretendo resaltar que la metáfora de la luz recorre todas las épocas de la cultura europea y que la exigencia de luz, el deseo de ganar el territorio de la luz, es una aspiración de todo buen demócrata y, más aún, constituye el objetivo fundamental de la educación en su función verdaderamente liberadora. Todos lo hemos aprendido en Platón. Ahora solo deseo acentuar que el término “luz” se une al término “taquígrafos” con una conjunción copulativa. ¿Por qué esa unión? ¿Tan decisiva es esa “y”? ¿La unión que exige y significa?

Mi respuesta debe ser inequívoca. Sí, esa unión es decisiva; en sí misma, vincula el deseo de disfrutar de la luz, de fortalecer la aspiración a ganar verdad a la actividad del taquígrafo que recoge con absoluta fidelidad cada término y cada gesto asociado a lo dicho por considerarlos como otras tantas apoyaturas del lenguaje y del significado. ¿Por qué esa exigencia, por qué esa unión? ¿Es algo de lo que se pude prescindir en nombre de la libertad? ¿Es algo que se puede vicarizar por una nota de prensa o un acta aprobada solamente por quienes han desplegado el encuentro al margen de nuestras instituciones, sin taquígrafos? No y mil veces no. ¿Por qué?

Es claro que en un debate no se debe valorar solamente el resultado, lo que puede considerarse como un logro, v.gr. obtener un acuerdo o un voto, sino que es preciso conocer el proceso argumental y el tono del diálogo que ha permitido acceder a ese resultado. ¿Por qué no conformarnos con conocer el resultado mediante el recurso a pactar el texto de una nota o de un acta de la sesión? Es muy sencillo dar respuesta: se nos impide ser lectores de lo expuesto y debatido; lo que se nos ofrece en la nota o el acta es lo que interesa a quienes se reúnen sin taquígrafos. La nota o el acta es su lectura y puede no ser la nuestra. Esto implica reconocer que el proceso en sí mismo es significativo, muy significativo, porque puede lograrse el acuerdo al haber vertido una amenaza a la otra parte y, en tal caso, nos merecería un juicio muy negativo esa negociación y el resultado obtenido. Si los razonamientos se orientan de modo que el interlocutor ve que perderá lo que desea poseer, es claro que accederá, que consentirá en un acuerdo aunque el acuerdo pudiera no sea aceptado por la mayoría de los ciudadanos. En ese caso nuestra valoración de ese acuerdo será muy negativa. Es un acuerdo ganado con violencia, sin respeto al motivo que debe guiar el diálogo: la búsqueda de verdad, de luz. Si se ha dado en nuestra sociedad la unión de “luz y taquígrafos” es porque se sabe que sin taquígrafos hay ocultación.

Así pues, no asumamos el mensaje oficial que se nos traslada de modo reiterado y cansino; no es aceptable que lo importante sea conocer el acuerdo logrado con no se sabe qué argumentación. Es tan importante o más conocer el desarrollo del diálogo y conocerlo sin interferencias, con el rigor que el taquígrafo otorga a su tarea. Esta y sola esta es la razón de que los taquígrafos acompañen a los parlamentarios; no basta con la publicidad del debate. Además, se precisa dejar constancia fiel de lo dicho para proceder a su análisis, para que cualquier persona en cualquier momento de nuestra historia pueda leer e interpretar. Todo lo que vaya contra ese proceso violenta el sentido con el que las gentes han pedido “luz y taquígrafos” a la hora de instaurar la gestión democrática de las leyes y la supervisión del quehacer gubernamental o de una institución.

Cuando no se aceptan los taquígrafos de nuestras instituciones parlamentarias hay ocultación, severa violencia a la institución parlamentaria; abrimos una vía que no sabemos a dónde nos  conducirá. No se dejen convencer. Repiensen lo dicho: es importante conocer con absoluta fiabilidad, tal y como lo elaboran los taquígrafos, tanto el proceso de interlocución como los acuerdos o desacuerdos ganados en esa interlocución. Cuando se atraviese una difícil circunstancia es preciso reivindicar que hablen todos cuantos tengan algo que decir y que los taquígrafos nos aporten los fieles registros que nos han de permitir construir la crónica parlamentaria y exigir responsabilidades. Entre tanto y como conclusión aceptemos que sin taquígrafos hay ocultación y la ocultación es en sí misma fraude puro y duro.

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