VALÈNCIA. Querido lector, la red social Twitter no es la más importante. Cierto es que todo depende de cómo entendamos la dicha idea de "importancia", así que hagamos un breve repaso: No es la que más usuarios activos tiene, que es Facebook. No es la que más utilizan los jóvenes de menos de 25 años, que es Instagram. Tampoco es la que genera más tráfico de datos, que son Facebook e/o Instagram. Sin embargo, cuando usted lee (o escucha) en un medio de comunicación que un tema ha provocado una "revolución en las redes", o un "incendio en las redes", o algo incluso más genérico como "una gran polémica en redes sociales", lo más probable es que el/la periodista que lo suscriba se esté refiriendo a Twitter. Es decir, hablar de redes en plural es todo un eufemismo.
Y es que esta red social ocupa un lugar especial en el corazón del periodismo. Es la red social que más influencia tiene en relación con el trabajo periodístico. Y esta característica le otorga la dimensión (importancia) específica que nos interesa: la capacidad de crear titulares de prensa, que es lo que vienen a dar de sí los ya míticos 140 caracteres con los que aprendimos a usar Twitter (da lo mismo que ahora podamos poner más). No es que con las demás no exista esta posibilidad, pero "trinar" está particularmente en auge en el ámbito de la comunicación política. De otro modo no entenderíamos la obsesión del presidente Trump por tuitear, el incombustible activismo de Julian Assange en esta red, o el elevadísimo interés que suscita entre los candidatos a la Presidencia que concurren a los comicios del próximo domingo 28. Y los medios aquí son los voceros a gran escala de todo lo que sucede en "las redes".
Pero antes, un aviso: No se equivoque. Las redes sociales, en este caso todas, sirven para reforzarnos en aquello que ya creemos o tenemos como opinión propia. Y de aquí la hipótesis principal de este artículo: la pretendida capacidad de internet para reunir en la distancia a las personas de distinto credo es completamente falsa. Internet y las redes sirven para aislarnos de todo lo que no sea "como nosotros", arrinconándonos y confinándonos en las diminutas dimensiones de la pantalla que llevamos a todas partes. Si no me cree, fíjese en esos individuos (que, por supuesto, siempre son "los demás") que van caminando por la calle, conduciendo, o haciendo como que hablan con alguien en un bar y que no se desprenden del dichoso aparato en ningún momento. Es el caldo de cultivo ideal para el dogmatismo ideológico.
No nos desviemos más del tema. Llegados a este punto, estimado lector, querría dedicar las siguientes líneas de su tiempo a dar algunos detalles sobre cómo usan y gestionan los líderes de PSOE, PP, Cs, Unidas Podemos y Vox sus cuentas en Twitter. Por este motivo, comenzaré con las cuestiones de peso, es decir, con algunos números. Todos los candidatos tienen su cuenta activa, más o menos, desde la misma fecha (2009-2011). El perfil que aparece con más seguidores es, con diferencia, el del líder de Podemos, Pablo Iglesias, con 2'27 millones. Le saca casi el doble al inmediato perseguidor, Albert Rivera de Cs, al que siguen 1'12 millones de almas. Muy cerca se sitúa Pedro Sánchez, con 1'01 millones. En la zona de la cola encontramos a Pablo Casado del PP, con 235 mil seguidores, y a Santiago Abascal de Vox, con 213 mil.
Alguien tentado de hacer chistes diría que no es la cantidad, sino la calidad lo que importa. Y puede que en este caso el chascarrillo no esté lejos de la realidad. Los partidos y sus líderes han tenido que aprender a golpe de ensayo y error cómo usar "la herramienta que da titulares" y ahora todos lo hacen "igual de bien". Hashtag, Trending Topic, o Influencer son palabrotas que han tenido que incorporar a la misma velocidad y naturalidad con la que se incorporan las fluctuaciones de la moda. Y es que una de las claves para el éxito de cualquier político que se precie es saber imponer los temas sobre los que la gente habla en campaña electoral. Si nos fijamos en esto, en el momento de escribir este texto:
Al ultraderechista de Abascal le han aconsejado que destaque la imagen de Vistalegre del pasado 7 de octubre. Le deben de haber dicho que recuerda, aunque sólo sea de forma absolutamente remota e improbable, a la arenga que les soltaría Don Pelayo a sus huestes justo antes del inicio de la "reconquista" de esa nación inmortal que es... ¡España, coño! No hay nada más.
El perfil de Pablo Casado está presidido por una enorme foto de sí mismo. Su timeline contiene muchas imágenes y vídeos suyos haciendo cosas por aquí y por allá. Encontramos banderitas de España, listas de muchos asuntos que es urgentísimo abordar y, sobre todo, el mantra de siempre: que viene el PSOE a destruir todo lo que ellos han hecho con tanto denuedo y sacrificio.
Rivera pinta su nombre catalán con los colores de la bandera nacional y añade los de Europa en el punto de la "i". Todo en su timeline recuerda su lema cuñadoliberal de campaña: Vamoooooo; así, sin "s" al final. Muchísimas banderitas "no nacionalistas”, también muchas listas sobre cosas en las que es urgentísimo actuar y mucha inquina hacia Podemos; esos "perroflautas rompespañas".
Pedro Sánchez presenta a Pedro Sánchez en su perfil. Él, el superviviente, el que recorrió el país en su coche y recuperó el PSOE para el PSOE, el que no ha podido hacer todo lo que hubiera querido con los decretos-ley. Pedro hablando, Pedro caminando, Pedro y Pedro… ¿Y qué más? Pues que, si no le votamos a él, llegarán los fascistas al gobierno, como ha pasado en Andalucía.
En el perfil de Pablo Iglesias, lo encontramos en aquella imagen en la que “volvía” de ser papá. Todo aquí quiere recordar a aquel Podemos que hubo de la gente: Pablo con pensionistas, animalistas, con las saetas de la Semana Santa, con… Y el mensaje en el que se viene centrando desde hace meses: somos la sensatez y el freno de los excesos de la política. Poesía pura.
Y sí, WhatsApp es la otra red social de la que tendríamos que hablar. Pero es que aún no genera muchos titulares y, sobre todo, depende de un número de teléfono; una información de la que en teoría no disponen el resto de redes sociales. Y, claro; ¿de quién tiene usted, lector, el número de teléfono? Pues eso, de las personas que forman parte de su círculo familiar-personal-profesional. Pero de nuevo, no se equivoque: Una parte muy grande de toda esa "basura" que le envía su cuñado podemita, su hermana fascistilla, su tío sociata, su amigo de extremo-centro, o el pesado pepero del curro, "nace" en una red social, se amplifica en los medios y vuelve a otra red social; o es justo todo al revés. Si me acepta un consejo, levante la nariz de su móvil de vez en cuando.
Germán Llorca-Abad, profesor de Comunicación Audiovisual de la Universitat de València