Desde que se aprobó el Estatuto de los Trabajadores en 1980 se le han introducido fuertes modificaciones que lo alejan del original. Entre los principales elementos que se mantienen está la "eficacia general de los convenios y acuerdos colectivos". Es decir, aquellos que se firmen, por parte de los sindicatos que tengan la condición de más representativos, afectarán a todos los trabajadores y las trabajadoras de las empresas de ese ámbito y serán de obligado cumplimiento, pudiendo apelar a la tutela judicial cuando alguien lo incumpla.
Cuando los sindicatos minoritarios se unen para eliminar la condición de más representativos están atacando precisamente esa eficacia general de los convenios colectivos. Esto significa de facto que apuestan, como los grupos políticos y económicos más conservadores, por el acuerdo de centro de trabajo que solo afecta a las personas afiliadas por el sindicato firmante. Cambiarlo dejaría a millones de trabajadores sin convenio colectivo.
Estas organizaciones minoritarias han unido sus escasas fuerzas para tratar de tumbar el sindicalismo de clase, confederal y de eficacia general. Pero ni lo han conseguido en 30 años de democracia sindical ni tienen expectativas de hacerlo en los próximos años. Hemos de aclarar que se consideran "mayoritarios" los sindicatos que obtienen en las elecciones sindicales, que se realizan empresa a empresa todos los días del año, un porcentaje de representación que supere el 10% del total. En el caso de CCOO y UGT se mueven en una horquilla del 35 al 40%.
Si habláramos en términos de la ley general electoral, estos porcentajes son los que todos los partidos políticos anhelan para rozar o alcanzar la mayoría absoluta en el Parlamento o en les Corts Valencianes. Además, estos datos los revalidamos todos los días. Es algo así como si cada jornada se fuera votando por distritos electorales modificando a su vez el resultado electoral y, por tanto, la representación parlamentaria. Vamos, que estaríamos viendo entrar y salir diputados y diputadas con demasiada asiduidad.
Por el contrario, los sindicatos minoritarios se sitúan entre un 3% y un 0,1%. Si continuamos con el símil electoral, no tendrían derecho a estar en ninguna de las Cámaras ni a recibir un solo céntimo de las arcas del Estado. Sin embargo, desde CCOO nunca nos hemos opuesto a que tengan su espacio, pero tampoco pretenderán, con esos resultados, ostentar el mismo grado de representación. Ni hay mayoría por la gracia de Dios, ni son minoría por condena demoníaca, sino por la confianza depositada por trabajadores y trabajadoras en las urnas.
Parece que tras la crítica infundada y descarnada se esconda una preocupación más materialista que loable. Si usted ha tenido la paciencia o la curiosidad por leer lo publicado en los últimos meses, podrá darse cuenta de que toda la preocupación de los sindicatos minoritarios gira en torno a cuestionar las subvenciones de los más representativos y exigir más parte.
El sistema de ayudas directas que tenemos en la actualidad, sin distinguir entre representativos y carentes de representatividad, se construye contra el sindicalismo de eficacia general y supone beneficiarse sin tener que justificar a qué se destina esa partida. Sin embargo, las ayudas a la participación institucional previstas por la ley valenciana, que han denostado sistemáticamente, están fiscalizadas. Es más, todo lo que no esté bien justificado tiene que devolverse. Así asume su responsabilidad sindical CCOO PV.
Bernat Asensi es secretario de Comunicación y Relaciones Institucionales CCOO PV