Un año más FITUR convoca y reúne las bondades de los pueblos de España en la capital de una nación que ofrece historia, cultura, naturaleza, gastronomía, montaña, capitales de referencia y cómo no, sol, playa y nieve
Estos días se ha celebrado una nueva edición de la Feria Internacional de Turismo –FITUR–, feria que se acerca a las cuatro décadas de existencia y es sin duda el referente nacional donde exponer y vender el turismo patrio. Como cada año nuestra tierra acude a este expositor para decirle al mundo y también a los españoles (un mercado muy importante y al que a veces ignoramos al referirnos a los turistas que nos visitan) todo lo que ofrecemos desde este rincón del Mediterráneo. Por la puesta en escena, tanto de los stands y expositores, como de la clásica visita en comitiva de nuestros representantes, se aprecia una continuidad con años anteriores, que a priori no considero que sea negativa, pero demuestra que una cosa es predicar y otra dar trigo.
Viendo esas imágenes donde la ciudad de Valencia se presenta al mundo con la Ciudad de las Artes y las Ciencias, La Marina de Valencia –antes Marina Real Juan Carlos I–; las Fallas y su flamante nombramiento como Patrimonio de la Humanidad y nuestro emblemático y característico Palacio Marqués de Dos Aguas, uno siente que poco o nada ha cambiado en lo que a políticas de imagen y turismo se refiere. No me cabe duda que el nuevo responsable de la Fundación Valencia Turismo, Antonio Bernabé, detallaría las líneas de actuación y diría que han dado el impulso que no les dieron los anteriores responsables municipales. El discurso esperable para no reconocer que se continúan con algunas políticas porque no eran tan malas, incluso eran correctas.
En los últimos años se ha extendido un discurso que parecía criticar que nuestro territorio se identificara en exceso con el turismo de sol y playa, así como con el folclore –como pueblo mediterráneo nuestras grandes fiestas son populares, en la calle, con música y concursos gastronómicos al aire libre–. En esa línea también se denostaba este modelo y los tipos de empleo que genera. Recuerdo unas declaraciones de la actual vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra que recogía este diario en abril de 2015 en las que afirmaba: "no queremos ser los camareros de Europa, queremos una industria potente, porque un país sin industria no puede salir adelante". No encuentro el motivo por el que un lugar tan amable para vivir y que recibe millones de personas, no va a tener camareros, taxistas, limpiadores y todo lo necesario para ofrecer servicios de calidad a quienes nos visitan. De la misma forma que hay directores de hotel, grandes cocineros y servicios exclusivos. Se intuía cierto tono despectivo que imagino que la actual vicepresidenta hoy en día matizaría con gran habilidad.
Los datos económicos así lo corroboran y el turismo sigue siendo el motor de la economía valenciana, y con especial importancia el turismo de sol y playa –playas que en esta ola de frío se han llenado de nieve–, esas costas donde viven miles de extranjeros y donde veranean miles de españoles que encuentran en la Comunidad Valenciana un lugar de ensueño, y donde el buen tiempo y la gastronomía mediterránea, siguen siendo clave en nuestro atractivo. Decía que los datos son altamente positivos, los últimos sitúan al turismo como el 13’2 % del total del PIB, esto es 13.423 millones de euros; y en cuanto creación de empleo cerca de 260.000 trabajadores que representa el 14’4% del total, lo hacen en el sector turístico. Esto son datos oficiales del estudio de Impacto económico del turismo Impactur 2015 donde participa la Generalitat.
En consecuencia, la Comunidad Valenciana debe asumir y entender que somos un destino, principalmente, de sol y playa, lo cual es muy digno y positivo para nuestra imagen y para nuestras cuentas. Según el informe de BBVA Research, casi 6’5 millones de visitantes visitaron nuestra tierra en 2015. Por ello debemos formar con rigurosidad y excelencia a todos los trabajadores de ese importante sector que con su buen hacer conseguirán que el nivel de nuestro turismo aumente en cantidad y calidad, lo cual redundaría en beneficios para todos.
Y que ese turismo de sol y playa sea, como algunos denominan, la gallina de los huevos de oro, no impide que fomentemos un turismo cultural y urbanita, junto con el ya consolidado ‘de interior’. Nuestros pueblos y ciudades ofrecen tres atractivos que marcan un hecho diferencial —en mi humilde opinión estas características sólo las posee Italia—. Esos factores que nos definen y que pueden generar un turismo que se implique e incluso llegue a convertirse en vecinos, son: un rico patrimonio histórico-artístico; una gastronomía saludable, atractiva y de calidad y un clima envidiable por su temperatura y horas de sol –exceptuando los periodos de gota fría y olas polares como la actual–. En definitiva, el mejor lugar para vivir, visitar y volver se llama Comunidad Valenciana.