VALÈNCIA. Ha llovido todo el día. El Gobierno, reunido en Consejo de Ministros, ha aprobado medidas para mitigar los daños de la catástrofe económica. Con rostro serio, la mandíbula apretada y luciendo una de esas corbatas de pala estrecha que tanto me gustan, el presidente ha animado a la Nación a resistir. Tenía cara de 2 de mayo. La guerra de la Independencia duró seis años. Hay que armarse de paciencia.
Resistiré, la canción del Dúo Dinámico, se ha puesto de moda. A las ocho de la tarde, hora oficial para demostrar la solidaridad con el personal sanitario, algunos vecinos la cantan en sus balcones. Se oyen también palmas y gritos. La ordenanza municipal lo permite, de momento.
¿Viven los del Dúo Dinámico? Los daba por muertos.
Mi compañero Jesús me manda un mensaje a primera hora de la mañana. Estoy aún en la cama. Son palabras de ánimo después de leer la primera entrega de este diario, una entrega deprimente, todo hay que decirlo. Lo llamo para tranquilizarlo y ve que lo mío no es tan grave. Todavía me conservo entero.
Mensajes como el de Jesús se agradecen cuando estás solo. En España hay cuatro millones de personas que viven sin compañía. Lo he visto en un telediario de la cadena triste, que combina la información y el miedo a partes iguales, con singular maestría. Soy uno de esos solitarios. Por eso necesito que me llamen y me mimen un poco, por compasión. Tampoco pido tanto, como escribiría mi admirada Megan Maxwell. Ni siquiera voy a llamar al vecino para que me compre el pan. Aún me puedo valer solo.
Hoy he salido a la calle con guantes. Los he encontrado en un cajón. Creo que nunca me los había puesto. Son guantes de lana, grises. Al pagar en el quiosco no atinaba a sacar las monedas. He entrado como un emboscado, con la cara tapada con una gran bufanda. Parecía el conde de Montecristo. El quiosquero no se ha extrañado: por primera vez él llevaba puesta una mascarilla.
En los quioscos no venden vino, por desgracia. Se me está acabando el vino, y esto, en las circunstancias presentes, es más grave que quedarse sin papel higiénico. El vino (el alcohol en general) ayuda a sobrellevar las tragedias personales pero también los contratiempos históricos.
En casa me queda media botella de vino y un par de latas de cerveza. Podría afirmarse que estoy casi desabastecido de alcohol. Si esto dura más de la cuenta, empinar el codo no será una opción; será una obligación para soportar la sensación de soledad y extrañamiento. Hay gente que prefiere hacer deporte en el salón y grabarse para que sus amigos los vean, pero yo prefiero beber con moderación.
Soportamos la existencia gracias a estas válvulas de escape: el alcohol, las drogas, el sexo, el fútbol, las vacaciones en Benidorm… El capitalismo lo sabe y no las ofrece a los trabajadores alienados siempre que no le discutamos lo esencial: quién se queda con la riqueza. Por eso hay facilidades para drogarse, emborracharse y consumir porno (como muestra de sensibilidad social, durante la cuarentena la web Pornhub permitirá ver gratis sus videos de pago).
La Eurocopa tampoco nos servirá para desfogarnos. La aplazan un año. No hay mal que por bien no venga, como recordó el general. Así nos evitaremos otro ridículo. Luis Enrique deberá esperar.