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'Solteronas', el estigma social que las mujeres no acabamos de quitarnos de encima

El festival La Cabina presenta el próximo 9 de noviembre un documental dirigido por Manuel Jiménez Núñez que recoge el testimonio de 26 mujeres que decidieron no casarse. Su relato se contrasta con imágenes de humor gráfico, canciones y extractos de películas que nos recuerdan lo profunda que fue (y es) esa marca

3/11/2022 - 

VALÈNCIA. Triste, vieja, fea y fracasada. Indeseable, digna de burla, carne de caricatura. Un sinfín de coplas, canciones infantiles, chistes, novelas, películas y leyendas recordaban a las niñas hace menos de cincuenta años que eso de no casarse las iba a llevar por la calle de la amargura. A nadie le cabía en la mollera que pudiesen existir mujeres capaces de someterse por voluntad propia a semejante ostracismo social.

Hablamos en pasado, pero el estereotipo de la solterona no solo continúa vivo, sino que está de plena actualidad. El estreno en Amazon Prime de la serie El fin del amor -adaptación del libro de Tamara Tenenbaum El fin del amor. Amar y follar en el siglo XXI (Seix Barral)- coincide también con el estreno en el festival de mediometrajes La Cabina del documental Solteronas, dirigido por Manuel Jiménez Núñez. En él, el realizador malagueño recoge el testimonio vital de 26 mujeres que decidieron no contraer matrimonio, contraviniendo así los dictados que el sistema patriarcal otorgaba a su género. Es curioso observar cómo esa perversa idea del “tiempo de descuento” que acosaba a las mujeres de antaño sigue presente en la denuncia que la escritora argentina dirige hacia los hombres de su propia generación millennial. “Todavía nos cuesta pensar que la soltería no es un estado de ansiedad, un estado de carencia afectiva del que hay que salir lo antes posible”, expone. 

Raquel Manchado, ilustradora y creadora de la editorial Antorcha, es experta en misoginia ilustrada. Lleva años coleccionando postales y tarjetas antiguas de humor gráfico cuyo hilo conductor es la denigración de la mujer en todas las formas imaginables. Las tiene de todo tipo de países, porque el patriarcado no conoce fronteras. Por supuesto, las solteronas juegan un papel muy importante en este museo de los horrores.

“El estereotipo de la solterona representa a una mujer que en realidad nunca ha existido. Fue una herramienta terrorífica de control social. Una especie de coco que se utilizaba para asustar a las niñas e imposibilitar que concibiesen otras alternativas de vida más allá de las normativas, más allá del destino del amor, la abnegación y la maternidad -nos explica esta ilustradora alicantina y madrileña de adopción–. El objetivo era poner a las mujeres ante una situación del tipo “susto o muerte”. Es decir, o pasabas por el matrimonio y te dedicabas a la familia, o estabas condenada a encarnar el paradigma de lo indeseable: una mujer triste y amargada por la frustración. Hay un dicho que lo ejemplifica bien, "El hombre que no se casa es porque no quiere; la mujer que no se casa, es porque no puede". Y hay muchísimos artefactos culturales, desde refranes, canciones, novelas, chistes, leyendas que incidían en esa idea”.

La pedagogía invisible

Preguntamos a Manuel Jiménez Núñez qué le hizo interesarse en un primer momento por el mito de la solterona. “Como me suele ocurrir casi siempre, un proyecto te va llevando a otro. Realmente, este documental nace del rodaje de Las Sinsombrero 2. Ocultas e impecables, donde intentábamos mostrar la realidad de las mujeres que se habían quedado en España después de la Guerra Civil en lugar de exiliarse. Se quedaron en un país en el que el ideal volvía a ser el nacionalcatólico, por tanto la mujer tenía un lugar muy claro, que era el de casarse y tener hijos. En esa época conocí a Amparo Quiles, una investigadora de Filosofía y Letras que había investigado sobre cómo se había representado a la mujer soltera en las artes escénicas y la literatura del siglo XIX. Ella me abrió los ojos sobre la enorme carga peyorativa de la palabra solterona, que se utiliza incluso como insulto. Me di cuenta de que esa carga negativa venía por la pedagogía invisible; por todas esas cosas que aprendemos sin darnos cuenta, y que vienen de los libros que hemos leído, las películas que hemos visto, la publicidad que nos ha llegado, etcétera”. 

Decía Carmen Martín Gaite que una de las conclusiones a las que había llegado, después de estudiarlo mucho y darle muchas vueltas, es que a las solteras que no van a encontrar marido se las margina o se las caricaturiza, pero nunca se habla con ellas realmente. “Cuando leí eso pensé que había una historia muy bonita que contar. Que era necesario reunir las voces de mujeres solteras para escucharlas, comprenderlas y que ellas mismas explicasen su punto de vista”, apunta Manuel Jiménez. 

En el documental se reúnen un total de 26 testimonios que escuchamos mientras observamos a una serie de mujeres enfrascadas en diversas labores profesionales. La identidad de unas y de otras no concuerda porque la mayoría de las mujeres entrevistadas pusieron como única condición que no se las reconociese. En opinión del director, esa es la prueba de que, aunque por lo general son mujeres actualmente realizadas y satisfechas con la vida que tienen, también es cierto que han tenido que soportar la presión social de su soltería de forma más o menos consciente. “El estigma está mucho menos superado de lo que nos hacen creer. El mensaje extendido es que son cosas del pasado porque ahora vivimos en una sociedad igualitaria, pero realmente no es así. Me llamó mucho la atención que muchas de las mujeres que contacté matizaban que ellas eran solteras, pero no solteronas”. 

“Pero esto no es todo -continúa-. En un punto del rodaje fuimos a grabar a la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Málaga. Era una clase que se llama Literatura y Mujer, con 52 chicas veinteañeras matriculadas y un solo un chico. Les enseñamos imágenes y canciones para explicar el tema de la representación tradicional de la soltera y después de verlo les pregunté retóricamente si eso les sonaba lejano, como de historias de abuelas. Para mi sorpresa, me dijeron que no, que lo veían totalmente actual. Las jóvenes de hoy en día todavía tienen que soportar comentarios como “Se te va a pasar el arroz” y “A ver cuándo nos das una alegría”. 

Reapropiarse de la injuria

“Si entendemos que soltera no viene de sola, sino de suelta, yo invito a hacer reapropiación cultural de la injuria de la solterona, del mismo modo que se ha conseguido con las de puta, gorda y marica. Pero, a pesar de ser la figura teóricamente más clara para reapropiar, en realidad está costando mucho conseguirlo. La razón está en que esa palabra lleva consigo unas connotaciones muy negativas en la sociedad contemporánea. La primera es la idea -que por supuesto puede ser absolutamente falsa-, de que la solterona no mantiene relaciones sexuales, y en este sistema hipersexualizado en el que vivimos, no tener sexo equivale casi a no existir. Tu valor sexual es lo que se supone que te da sentido en el mundo. La otra gran connotación es la de imaginar a la solterona como una vieja, y esto es un obstáculo muy grande en un mundo donde hay una industria multimillonaria basada en el antienvejecimiento y en el que muchísimas mujeres tienen super interiorizada la pesadilla fascista de que cada día que pasa, su valor decrece, que envejecer es lo peor que le puede pasar a una mujer. Es una cosa muy perversa. Que la autoestima de las mujeres dependa de la validación ajena constituye un gran negocio y sigue siendo una de las claves para construir subalternidad”, concluye Manchado. 

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