CRÍTICA

Sombría y aburrida la merienda en la novillada de Les Arts

6/11/2023 - 

VALÈNCIA. Hace muy bien el coliseo del Jardín del Turia en traer la zarzuela a su escenario. Pero hace muy mal presentándola sin la calidad que el propio género y los espectadores merecen. Eso, ni es bueno para nuestra lírica, ni de recibo para el aficionado. Ni por supuesto conveniente para Les Arts, institución obligada a mantener el mejor nivel, sobre todo si realmente quiere competir con los dos teatros más importantes de España, y exigir un trato igualitario por parte de las instituciones.

Y es que el Pan y Toros de ayer se presentó equivocado en lo escénico, y con un nivel interpretativo infortunado. Si a eso, se suma que la obra es una sucesión más o menos inconexa de números, tanto en lo musical como en lo dramático, el resultado fue más bien un tostón para la merienda en una novillada, en lugar de una verdadera corrida de interés, en exaltación de la zarzuela. No veo yo esto en el Liceo ni en el Real. Y sin programa de mano. ¡Menudo nivel!

Apoyar a la zarzuela es hacerla con calidad. Les Arts no puede esperar la zarzuela obligatoria de la temporada para bajar el listón. Sería, en todo caso, ocasión para subirlo. Y mira por dónde, ocasión ha perdido también Echanove para obtener el Pan y Toros de referencia, que todavía no ha llegado en la historia de nuestra zarzuela. Y por algo será. 

Ayer presenciamos una zarzuela aburrida y sombría. De espaldas a la comicidad, el trabajo escénico del regista es en general acertado y bien ejecutado desde el punto de vista técnico y de movimiento actoral, a excepción de los omnipresentes oscuros figurines molestos y arrastrados. Pero fallido, por su alejamiento de la música, del espíritu de la obra, y de la propia realidad histórica.

El Goya equivocado

La obra se desarrolla en el Madrid de finales del XVIII. Y la idea de esta producción se basa obsesivamente en la obra de Goya, -siempre Goya-, como referencia histórica y simbólica. Al parecer, a Echanove no le basta con la presencia física del pintor, -ya introducido en la obra con calzador-, sino que lo hace presente y permanente como recurso tan facilón como inapropiado, pues el Goya tétrico presentado es bien posterior al momento de la acción, tanto en los desastres de la guerra, como en el caso de las pinturas negras pertenecientes a la época de Fernando VII y el trienio liberal.

Nada que ver. El espíritu de la obra es otro distinto. Su música es alegre, y el texto, -resuelto con los finos y elaborados versos del dibujante, arquitecto y literato José Picón-, en buena parte destila un aire popular ajeno a la locura esperpéntica presentada, -casi de manicomio-, traída tanto en las proyecciones de video, como en decorados, vestuario, y figurines. Todos ellos siniestros y en un halo de oscuridad ajeno a la esencia de la obra, están inspirados en un Goya equivocado. Puestos a utilizar el recurso de Goya, -siempre Goya-, habría sido mejor el de los tapices. 

Barbieri, que se llamaba a sí mismo "el maestro seguidilla", era un hombre alegre, y en su Pan y Toros quiere reflejar un Madrid de sabor popular con color y vida, y lleno de contrastes, y no un manicomio global monocolor. Interesante la introducción del autor del recurso musical de los solistas vendedores entre la gente del pueblo del primer acto. Y también la inspirada marcha de la manolería, -que preocupó al poder por su carga subversiva-, momento más alegre y reivindicativo de la zarzuela, cuando, a orillas del Manzanares, el pueblo se expresa libremente para poner fin a los abusos del autócrata. 

¿Y han de vestir los supuestos revolucionarios como aristócratas de negro y con levita, camisas chorreras, puñetas, y sombrero de copa? Hay más preguntas. ¿Es preciso incurrir en las peligrosas gradas semi circulares? ¿Y por qué presentar al hermano del pecado mortal como un ser sobrenatural tipo comendador mozartiano, cuando es un tipo castizo del lugar?... Juan Echanove se ha tomado en serio el título de la obra: pon Goya, mucho atrezo militar, y sombreros elegantes, que si no concuerda, no importa: pan y toros; “tal cual”.

Coro y orquesta de la casa, dirigidos por un Guillermo García Calvo tan seguro y complaciente como falto de matiz, finura, y picardía, demostraron, -como siempre-, su gran profesionalidad, mostrándose sin embargo, menos brillantes que de costumbre, -que todo se pega-, quizá desconcertados por la dualidad existente en la partitura de Francisco Asenjo Barbieri. Y es que el madrileño, -autor de referencia en el género, y hombre comprometido y de vasta cultura-, presenta en Pan y Toros una amalgama de música castiza con otra de corte europeo, sin ligazón razonable, y con indisimulada frescura.

En su partitura, están bien presentes las formas genuinamente españolas como seguidillas, boleros, tiranas, marchas y fandangos para el pueblo. Y por otro lado, para los dúos y concertantes entre personajes de la aristocracia, ofrece construcciones, -de indudable belleza-, inspiradas en los gustos europeos, al estilo Rossini, Donizetti, y Verdi, en homenaje a su abuelo materno. Era la moda, y lo hizo. Y a pesar de lo cual, -incluyendo el lastre de una línea argumental enrevesada e inconsistente-, Pan y Toros constituye una de las zarzuelas románticas de referencia.

Más cantantes que voces

Al igual que sucedió con El barberillo de Lavapiés en 2021, la producción vista ayer procede del Teatro de La Zarzuela de Madrid. En general, los diecisiete solistas sobre las tablas, diecisiete, demostraron destreza en lo teatral, pero también su impericia en la declamación, en la dicción, y en la parte musical. Como siempre hay excepciones, en la declamación hay que elogiar los magníficos trabajos de Milagros Martín, y Enrique Viana, quienes en sus respectivos papeles de Tirana, y El abate Ciruela,  bien harían en abrir escuela de la cosa, pues alumnos tendrían muy cerca.

Y es que en el teatro hablado, -y la zarzuela también lo es-, al igual que en la música, hay entonación, hay silencios, hay dinámicas, y hay matices, cosa que muchos olvidan. En esto también acertó, por su decidida y profesional actuación en un creíble Corregidor, Pedro Mari Sánchez. Lástima que su dicción no esté a la altura, asunto que sólo solventó bien la joven mezzo soprano Carol García, junto con la ya mencionada Milagros Martín

En esta obra, en la que el texto está por encima de la música, es obligatorio atender bien la expresión. Hablan en español y no siempre se les entiende. Hay precipitación, y mucha falta de atención cariño al magnífico texto de Picón. Menos mal que el público dispone de traducción simultánea. ¡Que pena!

¿Y en lo musical? No hubo mucho canto ayer sobre el escenario del Reina Sofía. Destacaron Borja Quiza, en su papel de El capitán Peñaranda. Su voz algo golpeada, y desequilibrada es segura, franca, y de timbre brillante y ronco, y de espléndido volumen. Tiene una expresividad excesivamente homogénea, y no hace un canto refinado, pero tiene el interés de la emisión de los valientes.

Cierto es que la partitura de Barbieri no está hecha para el lucimiento vocal, pero, a pesar de eso dos damas consiguieron ofrecer un canto de interés. Fueron Carol García, La Princesa de Luzán, y la soprano todo terreno Ruth Iniesta en su papel de Doña Pepita. Con sus voces seguras y hechas, -preparadas para más arduas batallas-, deleitaron con su dúo del tercer acto “Las órdenes traigo” con stretta incluida, en el que demostraron musicalidad, buena proyección, canto equilibrado y refinado, y sus habilidades en la coloratura más rossiniana.

Al parecer, Costillares inventó el volapié, Romero comenzó a matar recibiendo, y Pepe-Hillo es un genio con la verónica. El Vicepresidente Barrera, sabe mucho de esto, y ayer tuvo buena ocasión de tomar nota in situ de esas habilidades, …y de otras cosas. Y Barbieri también sabía, -y mucho-, de zarzuela, y de partituras, a veces desconectadas como aquí, pero siempre frescas, brillantes, plenas de color, e interesantes. Y por eso es uno de los representantes de mayor prestigio en la búsqueda de una identidad nacional del género.

Y por prestigio, y para él se creó Les Arts.  No para “ofrecer al pueblo un espectáculo que distraiga su atención”, como dice El Corregidor, si no para contratar arte, y entregarlo con calidad. Traer zarzuela debería ser una ocasión para celebrarlo. Para hacer una fiesta. Y no para temerse lo peor de la temporada. Pero para eso hay que currárselo.

FICHA TÉCNICA

Palau de Les Arts Reina Sofía, 4 de noviembre de 2023
Zarzuela. PAN Y TOROS
Música, Francisco Asenjo Barbieri
Libreto, José Picón
Dirección musical, Guillermo García Calvo
Dirección de escena, Juan Echanove
Orquesta de la Comunitat Valenciana
Coro de la Generalitat Valenciana
Director del coro, Francesc Perales
La Princesa de Luzán, Carol García. 
Doña Pepita, Ruth Iniesta
El capitán Peñaranda, Borja Quiza. 
El abate Ciruela, Enrique Viana
El Corregidor, Pedro Mari Sánchez. 
La tirana, Milagros Martín
Pepe-Hillo, Carlos Daza. 
Pedro Romero, Pablo Gálvez. 
Costillares, Tomeu Bibiloni
Goya, José Julián Frontal.  
El Santero,  Alberto Frías.  
El General, Pablo López
La Duquesa, Amparo Navarro.  
Jovellanos, Ángel Burgos
Los ciegos, Lara Chaves,  Marcelo Solís, y Julen Alba

Noticias relacionadas