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Special World Health Assembly

1/06/2021 - 

Camino lentamente por un pasadizo acristalado, que me permite ver el cielo en libertad,  sin prevenirme de un aire enrarecido y contaminado por la covid. No tengo miedo de contagiarme mientras siga las flechas del corredor que señalan el camino libre de contagios, las puertas de entrada y de salida, debidamente separadas y los ascensores que suben o bajan en distintas cápsulas desinfectadas convenientemente por un sistema de ionización de la cabina. Camino lentamente hacia la terraza…

La SWHA nos cambió la vida. Cuando parecía que remitía el virus de la Covid, los Gobiernos del mundo se pusieron de acuerdo para abordar la nueva pandemia que estaba por venir. “No podemos estar desprevenidos de nuevo. Los sistemas sanitarios colapsaron, los sectores industriales no respondieron a tiempo y los gobernantes no supieron escuchar las voces de los científicos que venían alertando desde años atrás de la catástrofe que estaba por venir”. 

En verdad que el virus llegó para quedarse. Con la desescalada del verano del AñoUno d.C. -2021 en el calendario Gregoriano anterior a la pandemia-, la Unión del Territorio-Europa pensó en salvar la economía antes que a las personas. Fue un punto de inflexión, que se rompió desde el momento en que la variante nacida de las mutaciones india y británica comenzaron a hacerse resistentes a las vacunas.

De hecho, pensaban que lo tenían previsto cuando el comisario de Interior, Didier Reynders, habló para toda la Unión de “cepas preocupantes”. Puesto que la situación epidemiológica estaba mejorando y las campañas de vacunación se aceleraban en todo el Territorio-Europa, la Comisión propuso que los Estados miembros relajaran gradualmente las medidas en materia de viajes, principalmente para los titulares de un Certificado Covid Digital de la UE, era el Pasaporte Covid originario, nuestro Health… 

Foto: Terrazas

La Comisión había propuesto actualizar los criterios comunes para las zonas de riesgo e introducir un mecanismo de «freno de emergencia» para abordar la prevalencia de “nuevas cepas preocupantes o de interés”. No fue suficiente.

Todo el camino andado se echó a perder. Pero en el imaginario colectivo, un sentimiento quedó para siempre, el miedo al otro. Ya no se trataba de ignorancia ni de egoísmo. Simplemente, la gente dejó de abrazarse, tocarse, verse… La vida real comenzó a desaparecer de las calles y de las oficinas, sustituyendo trabajos y encuentros por la realidad virtual, la vida online. 

El cambio no fue lento, pero sí sutil. A la alegría desatada de un verano sin mascarillas y en libertad, siguió un nuevo confinamiento en otoño con la segunda estrategia de vacunación en marcha. No había manos para vacunar a toda la población mundial, mientras el mundo occidental y rico se parapetaba cerrando de nuevo sus fronteras, cerrándose al otro, a los de abajo. 

La India, uno de los países más superpoblados del mundo, colapsó. Desde el invierno, sus ciudadanos habían diezmado considerablemente, hasta el punto de que el Gobierno tuvo que declarar el estado de alarma para poder enterrar a los muertos. En el resto de los continentes, la brecha se iba haciendo más grande con altercados violentos en las calles, y gobiernos derrocados por no haber previsto las medidas sanitarias y económicas necesarias para hacer frente al virus. 

Todo esto describió la Tieta en su tarjeta SIM, mientras el mundo se paraba una y otra vez, mientras desaparecía la European Way of Life. En aquellos momentos, la gente no era consciente, pese que las calles iban mutando en espacios sin vida, los comercios cerraban y las cafeterías, a medio gas, apenas podían ofrecer algún líquido de colores para tomar con pajita a través del orificio de la mascarilla.

Camino lentamente hacia la vida y no sé si hallaré a alguien al otro lado…

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