Entre las líneas de la historia de guerras galácticas y astrodictaduras más conocida, se encuentra una enorme cantidad de vínculos con nuestro presente que puedes descubrir en este libro
VALENCIA. Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, un solo individuo podía poner en jaque a un imperio galáctico confiando en su fe en una fuerza invisible que emanaba de todos los individuos vivos. Esta fuerza, la Fuerza, era una energía mística, misteriosa, que confería un enorme poder a aquellos capaces de fundirse con ella desaprendiendo todo lo aprendido y vaciando la mente de prejuicios. Hace todavía más tiempo, sin embargo, esa misma fuerza, la Fuerza, era una entidad con voluntad a la que se accedía a través de los midiclorianos, unas enigmáticas formas de vida que de alguna manera, servían de canal de comunicación. Cuanto mayor número era el número de midiclorianos en sangre de un individuo, mayor su capacidad para comunicarse con la Fuerza. Entonces no bastaba con creer: había que haber nacido para ello. En caso contrario, a otra cosa; hasta nunca, Academia Jedi o Lado Oscuro.
La Fuerza que conocimos primero, la más reciente según la cronología de la saga, era tremendamente democrática; casi cualquier ser vivo podía sentirla si entendía cómo, pese a que siempre existían individuos especialmente sensibles con la facultad de lograr grandes proezas mediante su control. El fenómeno explicable científicamente, el que podía ser medido en un laboratorio que conocimos después, no era más que un azar genético, una mutación, o en el más chirriante de los casos, una herencia. Para colmo, si bien la Fuerza mágica y espiritual se apoyaba en un firme y convencido individualismo rebelde, la Fuerza de probeta exigía seguir unas normas férreas codificadas en los manuales de una institución poco dada a la flexibilidad. Lo que el Consejo Jedi decide, va a misa y punto. Porque la desobediencia lleva al Lado Oscuro. Hereje.
Si alguna vez te habías planteado esta cuestión de los diferentes fundamentos ideológicos que subyacen bajo las dos trilogías siderales de George Lucas, te interesa leer Star Wars: Filosofía rebelde para una saga de culto, un volumen en el que se recogen ocho interesantísimos ensayos en los que se interpretan aspectos fundamentales (y otros algo más periféricos) de esta serie de películas que próximamente será continuada con la nueva tríada que se nos viene encima. Útil y entretenido tanto para expertos como para profanos, el libro, publicado por Errata Naturae, más que curiosidades, ofrece elaboradas y documentadas reflexiones sobre lo que no se aprecia a primera vista, o se aprecia pero no se suele descifrar correctamente.
¿Es casualidad que un George Lucas post-Vietnam basase sus primeros films en la lucha contra una institución homogénea, gris y militarista? Una institución, por cierto, que representa la supremacía del ser humano masculino y blanco en el cosmos conocido. De hecho, se pasa de una República colorida y multirracial a un sistema belicista en el que wookies, ewoks, y otras tantas especies pasan a ser consideradas inferiores, y por tanto, susceptibles de ser esclavizadas. Uno en el que Lando Calrissian es básicamente el único personaje interpretado por un actor de tez morena: fue encarnado por Billy Dee Williams, con toda seguridad, como respuesta a las críticas de una población negra que se sentía ignorada y desplazada de la saga del heroico granjero rubio y de ojos azules Luke Skywalker. Aquel que anhelaba ser un gran piloto de combate como su padre, veterano de guerra malhadado ya sabemos cómo. (Un apunte: sí hubo un actor negro, en concreto, un actor de doblaje: James Earl Jones, la voz original de Darth Vader).
Porque no todo el mundo vio las películas igual. Como se afirma en este tratado de filosofía rebelde: “a este tipo concreto de imaginario blanco le es imposible ver que el personaje de Jar Jar Binks recuerda al cómico negro Stepin Fetchit, o que el personaje de Watto puede tener un comportamiento judío, o que los neimoidianos y sus acentos asiáticos se asimilen como caricaturas ofensivas al estilo de Charlie Chan. ¿Pensamiento conspiranoico? ¿Afán de introducir en Star Wars unas inútiles connotaciones políticas que lo único que hacen es enfangar la diversión familiar? Bueno, a ver quien es capaz de negar que Tatooine es un gueto polvoriento y peligroso del -para más inri- Borde Exterior.
¿Y qué hay del papel de las mujeres? Si en las antiguas una Leia vestida de blanco y cautiva, pegaba un rapapolvo a un Luke caballeroso disfrazado de stormtrooper con su célebre: “¿No eres un poco bajo para ser soldado de asalto?”, en las nuevas, una Padmé Amidala fuerte y consciente de su papel como representante de un pueblo en peligro, acaba marchitándose poco a poco hasta quedar reducida a una mujer desarmada que se abandona a una muerte por falta de ganas de vivir. ¿Qué hay de la sexualidad? Brilla por su ausencia de un modo explícito. Sin embargo, en uno de los ensayos de la obra que nos atañe podemos encontrar satisfactorias conclusiones sobre su paradero en la trilogía original: piensa sin ir más lejos en el Emperador regodeándose orgásmicamente ante el duelo de sables-falos-láser en el que el hijo vence al padre a espadazos. Freud lo tendría clarísimo.
Pese a todo lo dicho anteriormente, todavía queda una gran cantidad de conocimiento oculto o velado que extraer de los textos que configuran el libro, que puede ser un aperitivo perfecto para llegar a El despertar de la Fuerza con el bagaje necesario para responder a preguntas esenciales de la nueva trilogía, como por ejemplo: ¿qué clase de Fuerza es la que emplea el malvado Kylo Ren, que no es jedi ni sith, sino una opción alternativa? ¿Guarda esto relación con la coyuntura política actual? Pronto lo sabremos. Hasta entonces, que la Fuerza que escojamos nos acompañe.
Publicado por la editorial Pireo, La fuerza está contigo. Poder y política en Star Wars recurre a personajes de La Guerra de las Galaxias para abordar conceptos como el trabajo esclavo, la tiranía o la antipolítica