La costa alicantina está de suerte, porque ha surgido otro proyecto gastronómico inesperado, de esos que nos alegran la temporada.
Claire Hutchings es británica, pero una enamorada del Mediterráneo. Tras varios años trabajando en Mallorca, la cocinera ganadora de MasterChef Gran Bretaña en 2018 ha elegido la costa alicantina para abrir su propio restaurante junto a Víctor Cardiel, su pareja, en el hotel de la familia de él, en la Cala de Finestrat, entre Benidorm y Villajoyosa.
En este nuevo proyecto llamado Strat, que abrió en marzo, Hutchings se siente cómoda cocinando platos que forman parte de su historia televisiva o de su periplo como cocinera a bordo de yates de lujo. Pero, sobre todo, contagia al comensal su satisfacción por poder plasmar su personalidad en cada una de sus creaciones, ya que no se ha dejado llevar, afortunadamente, por los miedos propios de quien aterriza por primera vez en un lugar para abrir su propio negocio. Hemos de reconocer que el área costera de La Marina Baixa es compleja: apenas hay restaurantes de cocina creativa y casi todos los empresarios hosteleros piensan que el turista quiere lo de siempre. La oferta gastronómica es muy homogénea y es difícil descubrir algo que sorprenda. Claire y Víctor han sido valientes, aunque el local también ayuda: en primera línea de playa y con vistas al mar a través de sus ventanales, es un mirador privilegiado en una zona en la que les resultará sencillo destacar.
¿Y cómo terminan una cocinera británica y un publicista alicantino afincándose en este rincón del Mediterráneo? Se conocieron en Mallorca, donde ella trabajaba: durante cinco años, tres de ellos como sous-chef, en el restaurante del hotel Castell Son Claret, con Fernando Arellano como jefe de cocina.
Víctor, por su parte, había montado en la isla balear un negocio de alquiler de embarcaciones náuticas. En 2022, cuando nació su hija Lúa, se replantearon todo. Querían una vida familiar, más tranquila, y ahí es donde entra en juego el hotel de la familia de Víctor, ya que su padre se quería jubilar. Ahora, Víctor ejerce como hospitalario jefe de sala en Strat, que te recibe como en su propia casa. Cuando era pequeño, nos cuenta, servía desayunos en el hotel familiar, y también trabajó durante un año en Londres de camarero. Su exquisito trato al cliente se palpa en cada gesto.
Juntos, forman un tándem muy armonioso: “yo me encargo de hacer que la gente se sienta cómoda, el resto es cosa de Claire”, nos explica. A ella le gustaba la cocina desde que era niña y con 15 años estudió hostelería en su ciudad natal, Birmingham, durante seis años en los cuales hizo prácticas primero y trabajó después en el único restaurante con estrella Michelin de la zona. Tras ese periodo, se fue a trabajar a Londres, a otro restaurante reconocido con un macaron de la guía francesa. “Ese año fue duro, muy competitivo, pero aprendí mucho”, explica a Guía Hedonista.
Fue después de toda esa experiencia cuando se presentó al programa MasterChef, animada por su familia y amigos. Era 2011 y tenía 22 años. En esa edición no ganó, sino que resultó finalista. Después de eso empezó a cocinar en eventos y se propuso aprender otro estilo de cocina, por lo que desde el programa le recomendaron que fuera a trabajar con Fernando Arellano. Así es como llegó a Mallorca. Y no fue hasta 2018 cuando ganó la edición especial de MasterChef, en la que reunieron a todos los finalistas de los años anteriores. Los dos platos con los que conquistó al jurado ahora forman parte de la carta de Strat: la paletilla de cordero especiada, arroz basmati, anacardos, curry, mango, pepino y un toque de guindilla y su postre más emocional, Lúa, que es un homenaje a su hija pero también a Mallorca. Es una pannacotta de leche de oveja con manzana a las hierbas mallorquinas -entre ellas oxalis, el agret en valenciano- y garrapiñadas de olivas negras, acompañada de merengue de cítricos y sorbete de manzana: una deliciosa oda al paisaje mediterráneo en la que se entrelazan sus recuerdos.
En su propuesta también encontramos nigiris, sashimi o uramakis, que evocan su etapa como cocinera privada de embarcaciones, porque su jefe era un fanático del sushi. También propone platos en los que se perciben los toques exóticos y lejanos: “en Birmingham hay muchos restaurantes indios y eso marcó mi juventud a nivel gastronómico”, nos cuenta. Y otros en los que se aprecia su gusto por la estética y su sensibilidad en los emplatados, como la Vidriera, un fotogénico crujiente de patata y cebolla relleno de ragú de mejillones en escabeche sobre puré de hinojo.
De momento, y tres meses después de su apertura, Claire y Víctor nos confiesan que sus mejores clientes son belgas, pero también españoles que buscan algo diferente, así como fans de MasterChef. ¿Los platos que más están triunfando? “Va a días, pero aparte de los ya mencionados, los pergaminos de gambas, las berenjenas asiáticas o los tacos rib”. También proponen un par de menús degustación (58€ y 65€) y otro japonés (49€). De hecho, se plantean quitar la carta en el futuro, cuando consigan que el perfil del huésped del hotel se fusione con el de comensal de Strat. Ahora su propuesta es amplia y quizá algo difusa, tratando de satisfacer a la variada clientela de la zona, tanto turistas como residentes de una gran variedad de nacionalidades. Con algo más de rodaje, unido a la emoción que le pone Claire a todo, irán encontrando su camino. El punto de partida es prometedor.