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Sufrir racismo u odio en el colegio puede marcar a un niño para toda la vida, según un estudio  

26/03/2016 - 

MADRID, (EP). Sufrir un episodio de odio o racismo en el colegio puede marcar a un niño para toda la vida e incluso ocasionarle problemas de desarrollo cerebral si es menor de cinco años, según un manual editado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, dirigido a los profesores, para la detección y prevención de este tipo problemas en los centros escolares.

Este trabajo, que recoge Europa Press, pone de manifiesto el impacto que tienen este tipo de incidentes en los menores pertenecientes a minorías étnicas, culturales o religiosas en la etapa escolar. Así, concluye que mientras la mayoría de las víctimas de delitos se recuperan "entre el mes y los tres meses" después de sufrirlo, en el caso de los niños víctimas de delitos de odio "las secuelas emocionales permanecen en el tiempo e incluso a lo largo de toda su vida".

Asimismo, advierte de que no sólo afectan a la víctima directa, sino también a sus familias, miembros de las minorías a las que pertenecen y a toda la comunidad y sugiere que la experimentación de un trauma acarrea una serie de efectos sobre el desarrollo del cerebro infantil. "Las experiencias traumáticas experimentadas antes de los cinco años, la edad en que el cerebro está casi completamente desarrollado, pueden alterar el desarrollo de las vías nerviosas", alerta.

Entre las razones que explican la gravedad de las secuelas de los incidentes de odio en los niños y jóvenes, destaca que al producirse en relación con la identidad de la víctima, afectan a su autoestima. Además, señala que las experiencias traumáticas pueden provocar que el niño aprenda mecanismos de hipervigilancia o de agresión para autoprotegerse y que no se trata de una agresión aislada sino conectada con otra serie de incidentes experimentados por la víctima directa o indirectamente.

Las secuelas son mayores en estos casos porque la agresión se produce en entornos cotidianos, de manera que el menor "revive" las situaciones en las que se produjeron los ataques y conoce a sus agresores y a los testigos pasivos de la agresión. También advierte de que el abandono del centro escolar supone una "revictimización" del agredido y de que es frecuente que los niños y jóvenes agredidos tengan dificultades para encontrar el apoyo entre iguales y familiares.

Los autores de este manual señalan que cada niño experimenta el impacto de los delitos de odio de forma distinta: pueden reaccionar de inmediato o tardar meses en manifestar el problema. También alertan de que un sólo episodio racista o de odio es suficiente para que la víctima sufra secuelas, incluso siendo sólo testigo.

Los efectos psicológicos que experimentan las víctimas de odio --aislamiento, soledad, tristeza, miedo o culpabilidad, entre otros-- "pueden agravarse y desarrollar alteraciones y enfermedades psicológicas, tales como fobia, ansiedad, estrés agudo, depresión y estrés postraumático", apuntan los expertos, que advierten de que pueden influir en el estudio, en relaciones saludables, abusos de sustancias, conductas violentas, dolores de cabeza, problemas grastrointestinales o insomnio.

Profesor, "no lo ignore"

El trabajo ofrece recomendaciones al profesorado y a los centros educativos cuando detecten episodios racistas o de odio. "No lo ignore", aconseja al docente, al que recuerda que el niño necesita de un adulto para hacer frente a una agresión de este tipo. También le aconsejan que actúe de forma "inmediata" separando a los implicados con los que debe hablar después, de forma individual y sin sus padres delante.

En cuanto a las víctimas, proponen que se les garantice la reparación de la situación vivida, además de garantizar protección y seguridad de forma activa, poner en marcha programas de ayuda entre iguales , hacerlas participar en actividades para mejorar su autoestima y dar apoyo profesional específico.

Respecto a los 'camaradas protectores', apuntan que el interlocutor preferido por las víctimas de hostigamiento es, de acuerdo con las investigaciones, otro alumno. Por ello, apuntan que la elección de un colega para contar las experiencias puede facilitarse desde el centro escolar si éste selecciona a un conjunto del alumnado implicado y con suficientes competencias sociales para integrar a los nuevos estudiantes y apoyar a los alumnos más vulnerables.

Asimismo, señalan la necesidad de que el conjunto del alumnado tome conciencia de la imposibilidad de mantenerse al margen en las agresiones que otros sufren y del posicionamiento, aunque sea inconsciente, que tienen cuando observan sin hacer nada. Para ello, proponen que pase de ser "un participante pasivo a un testigo comprometido".

Los agresores también tienen que ser una prioridad para el centro educativo y el profesorado, no sólo para que deje de agredir, sino para evitar que se radicalice esta actitud en el futuro. Para estos chicos, plantean talleres para el desarrollo de habilidades sociales y de empatía, de control emocional y de la ira o el desarrollo de actividades de trabajo cooperativo en el centro.

Educar en valores

Los expertos sostienen que prevenir el racismo "requiere educar en valores desde un enfoque afectivo-social basado en el desarrollo de la autonomía moral, la empatía, los derechos humanos y la coherencia, tanto en la interacción educativa como en el desempeño del profesorado con tales principios".

También sostienen que para evitar estas situaciones, hay que prestar especial atención a la presencia de las diversas culturas escolares en el currículo, en los procesos de aprendizaje y la atención prestada a la acogida del alumnado que llega sin conocer el idioma en el que se enseña.

Además, para que los alumnos aprendan sobre convivencia, los autores del manual señalan que en la formación del profesorado debe desarrollarse la "competencia intercultural" con el objetivo de capacitar al docente para intervenir en otros entornos educativos caracterizados por su diversidad cultural, en los que "con cierta probabilidad puedan producirse manifestaciones de intolerancia".

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