En la mesa del histórico restaurante de la playa de la Malvarrosa se ha sentado el mismísimo Ernest Hemingway y ese es, precisamente, el primer impacto que recibe el visitante cuando atraviesa la puerta de entrada: decenas y decenas de fotografías de personajes famosos del último siglo gozando de la hospitalidad y la excelencia del servicio de uno de los mejores restaurantes de la Comunitat Valenciana.
Lo de este Gobierno central y su presidente, Pedro Sánchez, con los microchips suena a conversión paulina, lo vengo diciendo. Y eso, de partida, no es necesariamente malo. A Pablo de Tarso le fue muy bien, se convirtió en una figura clave en la expansión del cristianismo en el Imperio Romano. Tras su caída del caballo particular, un irrefrenable anhelo ha llevado al presidente a entregarse a una apretada agenda de entrevistas, lo cual es, en efecto, positivo y necesario. Se ha reunido en Davos con los CEO de Intel, Qualcomm (muy recomendables siempre las charlas de Cristiano Amon sobre 5G, por cierto), Cisco y Micron.
Todos estos directivos son habituales en estas citas, podría haber hablado muchas veces antes con ellos. Si lo hubiera hecho, quizás habríamos conseguido entrar en el plan de inversiones europeo de Intel, como ha lamentado en público el director del Barcelona Supercomputing Center, Mateo Valero.
Si se hubiera promovido en nuestro país una política de innovación desde el sector público, transformadora, con visión de largo plazo, integradora de ecosistemas, enfocada a la transferencia de tecnología, si no se hubiera enmascarado la falta de apuesta real por la innovación con tantas formas atropelladas de apoyo a la investigación a secas, sin gobernanza, si se hubiera actuado antes sin necesidad de que un rayo nos desmonte del caballo, quizás habrían sido las corporaciones las que habrían pedido la vez a la puerta de Moncloa.
Qué más da. El entusiasmo de Sánchez en esta primavera de los semiconductores compensa el desdén del pasado. No hay estallido de energía más incontenible que la fe del converso.
Lo que no queda tan claro es cuál está siendo la estrategia del presidente en la negociación con las grandes corporaciones tecnológicas. La única de las que se han sentado con él que cuenta con capacidad de diseño y fabricación de microchips es Intel y con ella está todo el pescado vendido. Sus competidores en materia de foundries, TSMC y Samsung, tenían la agenda llena y no han podido verse con Sánchez.
¿Qué se está ofreciendo a negociar? Obviamente, 12.250 millones de euros del Perte de los microchips abren el apetito a cualquiera. ¡9.350 millones para atraer plantas de 2-5 nanómetros, lo más de lo más, y de más de 5 nm también! Pero el sector tecnológico actúa de una forma si lo que tiene delante es sólo una billetera y de otra si a esa billetera se le añade el atractivo de la innovación. Si uno no acierta con la estrategia, corre el riesgo de cegarse con el destellante aura de albergar un centro de éxito tecnológico cerca de casa.
En la década de los 70 vivimos un momento muy similar al actual. Comenzaba el gran ciclo tecnológico e industrial que ahora toca a su fin y la llegada de las plantas de IBM y Ford insufló nuevos aires al entorno. Contagiaron a los sectores manufactureros, agrupados en clústeres y distritos industriales, que se atrevieron a dar el salto de la innovación, y promovieron líneas de desarrollo científico en nuestras universidades.
Han pasado 50 años desde entonces y, en el inicio de un nuevo ciclo tecnológico e industrial, con decenas de miles de euros procedentes de Europa para fomentar inversión, seguimos sin ser capaces de presentar una iniciativa propia, de capital español, con capacidad de liderazgo en el sector TIC y en el automóvil. Recibiremos a los líderes tecnológicos para ofrecerles nuestros servicios, nuestro talento y el mejor arroz del Mediterráneo.
Para el Perte de los microchips se ha configurado una atractiva alianza de empresas, el Valencia Silicon Cluster, conectadas con centros tecnológicos y la Universidad Politécnica, entre otros. Gran noticia. La conforman los gigantes ams Osram (Austria), MaxLinear (Estados Unidos), Analog Devices (Estados Unidos), Bosch (Alemania) y VLC Photonics/Hitachi (España/Japón), junto a la valiosa y valiente iPronics (Valencia).
Para el Perte del vehículo eléctrico, Seat y Volkswagen (Alemania) han presentado su proyecto Fast Forward en el que han dado entrada (son así de generosos) a 62 empresas, entre ellas Telefónica, CaixaBank, Iberdrola, Gestamp, Técnicas Reunidas, Ficosa, Antolín y Sesé. El objetivo es cubrir todo el ecosistema de baterías, no solo la gigafactoría de Sagunto, sino la extracción de litio y níquel en Extremadura.
Y Stellantis (Países Bajos) opta a los fondos europeos con un proyecto tractor de 230 millones de euros con el que pretende transformar su planta de Figueruelas, en la que produce uno de los siete únicos vehículos (el Opel Corsa-e) puros que se fabricaban en España en 2021, para avanzar en la electromovilidad.
Un indicador de que nuestro presidente podría padecer el Síndrome de La Pepica es que, en medio de este frenesí de microchips y vehículos eléctricos, ha quedado aparcado el Perte textil que pretendía lograr más de 11.000 millones de euros en inversiones y había conseguido unir a grandes empresas, como Inditex, con pymes. Después de una caída de ventas superior al 50% y con la expectativa de una relocalización de actividad productiva de alto valor añadido, el asunto ha quedado en nada. Ni siquiera ha sido suficiente crear un Observatorio del Textil.
Lo dicho, se avecina un tiempo de fotos con famosos por delante. Pero si no apostamos por la innovación y la economía del conocimiento, a lo más que podremos aspirar es a tener un recibidor de lo más arreglado. Lleno de rostros sonrientes que nos agradecen el buen trato recibido. Qué narices, ¡siempre nos quedará el sector inmobiliario!